Cuarenta y cuatro

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— El futuro me importaba— dije—. Pensé que era lo más importante. Más que otras cosas. Pero recientemente... descubrí que no quiero ni necesito nada de lo que pensé que quería...
— Pero dicen que podrías ser rector— dijo él—, ¿No es ese tu sueño?
— No— dije—. Para nada. Yo quería ir al espacio. De niño siempre quise ir al espacio. Como un astronauta.
— Ganaste el concurso. El proyecto es tuyo. Cuando lo construyan podría ir al espacio, ¿No?
— No lo sé. Pero ya no importa— dije, me acerqué a él—. Porque tú no estuviste ahí. Nada importa realmente y es... por ti. Todo es por ti. Por tu culpa yo... creo que nada significa tanto como tú...
— Entonces... ¿Qué pasó?

Lo observé. La luz era tan escasa pero tan perfecta.

— Estábamos bien— dijo—. Yo estaba bien.
— Pero yo no— dije—. Han pasado muchas cosas. Había tanto que necesitaba arreglar que no sabía.

Él no dijo nada por unos segundos.

— ¿Es demasiado tarde?— preguntó.
— ¿Eh?— dije.
— ¿Ya no te puedo recuperar?

Lo pensé un poco. Sabía mis sentimientos y sabía los de él. Pero las relaciones eran más complejas que las cosas que quería.

— No lo sé— admití.
— ¿Qué significa eso?
— No lo sé.
— ¿Cómo puedes no saberlo?— preguntó enojado.
— ¡Simplemente no lo sé!— respondí de igual forma.
— ¡Pues toma una decisión!
— ¡No es tan sencillo!— grité.
— ¡Lo es, Lou! ¡Sólo elige si me quieres a tu lado o no!
— ¡Claro que te quiero a mi lado!— dije enojado.
— ¡Entonces deja de gritarme y acepta que nuestra vida era mejor cuando estábamos juntos!— gritó.
— ¡Por supuesto que era mejor, idiota!
— ¡No soy idiota! ¡Y ya deja de gritarme!— se quejó.
— ¡Tú me estás gritando a mí!— dije.
— ¡Pues sí porque te amo, maldita sea!

Lo observé sin saber qué decir. Era tan extraño que fuera tan franco conmigo. Tan sincero. Más que yo quisiera serlo con él.

— Tengo preguntas— dijo él, se escuchaba enojado— muchas preguntas.

Se acercó al interruptor y lo presionó. La habitación se iluminó. El lugar estaba tan desordenado y horrible como siempre.

— ¿Qué pasó aquí?— pregunté.
— No me cambies el tema— dijo él, parecía enojado—. Siéntate.

Lo hice sin entender bien por qué.

— ¿Quién es la chica?— preguntó enojado.
— ¿Qué?— pregunté consternado.
— La chica rubia que sale de tu casa.
— ¿Cómo sabes eso? ¿Y porqué me estás interrogando? Yo soy quién debería...
— ¿Quién es esa chica y cuántos años de prisión me darían si la asesino? Porque estuve a punto de hacerlo varias veces.

Ben estaba enojado. Jamás lo había visto fruncir el seño así.

— Es Madie— dije, aún sorprendido por verlo tan molesto—. Mi hermana.
— ¡Mentira, tú no tienes hermanos!— dijo mientras me apuntaba con su dedo.
— Es cierto— dije.
— No, eres hijo único. ¿Por qué me estás mintiendo?
— Ben— dije—, es en serio. Para ser preciso, se convirtió en mi hermana recientemente. Mi madre empezó a salir con su padre.
— ¿Cómo puedo saber que no es una mentira?— preguntó desconfiado.
— Porque es Madie. Ya sabes, la niñita que me hacía la vida imposible cuando era niño. Jamás inventaría que alguien así pudiera ser mi hermana.
— ¿Ella es la niña que te contaba historias de terror cuando eran niños?— preguntó él—, ¿Tan rápido creció?
— ¿Acaso esperabas que fuera niña para siempre?— pregunté.
— Algo así... siempre me la imaginaba como una niña... pero aún así, ¿Qué me garantiza que no estabas saliendo con ella?
— Ben, jamás saldría con Madie aunque fuera la última mujer del planeta.
— Pues no te creo— dijo.
— ¿Qué demonios quieres que te diga?— pregunté enojado.
— Que aunque estábamos lejos seguías pensando en mí. Porque yo sí lo hacía— dijo.

Me levanté del sofá.

— Es tu turno— dije—. Siéntate.

Lo hizo.

— ¿Por qué has faltado tantas veces a la escuela?— pregunté.
— Por que ahí estabas tú. Si te veía probablemente iba a querer ir hacia ti para hablar y convencerte de que estuvieras conmigo. Me habías dejado muy claro que ya no había nada así que... no quise ser molestífero.
— ¿Perdón?— dije—, ¿Qué diablos significa “molestífero”?
— Es la versión extrema y mortal de la palabra molestar. La inventé yo.
— Ya me di cuenta— dije—. Deja de inventar palabras que no existen. Primero aprende a usar correctamente las que sí.
— Extrañaba que me corrigieras— dijo.
— Yo extrañaba tus errores con las palabras.

Nos miramos. Por un momento, era como si todo volviera a lo de antes.

— ¿Qué pasó?— preguntó—, ¿Qué nos pasó?
— No lo sé. Muchas cosas, supongo— dije—. Nuestras vidas se interpusieron. Un poco de todo.
— Lo sé. Todos esos argumentos que me diste fueron muy claros pero... no suficientes. Así lo veo yo. Creo que lo que siento es más grande. No sé porqué siento eso.
— Yo sí lo sé— dije, recordé mis conversaciones con Madie—. También siento eso. Y es porque aunque nuestro futuro corría peligro por la relación que teníamos, nunca fue un verdadero problema.
— ¿A qué te refieres?
— Sería realmente malo si alguien supiera sobre nosotros, ¿No?— pregunté.
— Eso creo— dijo él—. A ti te iría mal. No quiero eso.
— Pero nadie nos había descubierto— dije—. Habíamos sido muy cuidadosos.
— Podríamos haber seguido así— dijo él—. Nadie sabría nada. Pero ahora estoy confundido. ¿Qué pasó?

Nos observamos. Ambos sabíamos la respuesta.

— Logan— dijo él—. Todo cambió porque él nos encontró.
— Habló contigo, ¿No?— dije—, ¿Qué te contó?
— Me advirtió sobre lo peligroso que sería seguir con esto. Sobre todo por...
— Lo sé— dije—. Hay universidades en el extranjero que te quieren en ellas. Me sorprende que haya sido él quien me lo contara y no tú.
— Quería decírtelo, lo juro— dijo—. Pero pensé que entonces tú dirías algo como “es una excelente oportunidad para tu futuro, deberías hacerlo”— dijo mientras imitaba mi voz.
— ¡Yo no hablo así!— dije enojado.
— Claro que sí. Sobre todo cuando te pones en modo “profesor”.
— ¿Qué modo es ese?
— Cuando hablas de cosas aburridas y parece que sólo te importa el trabajo.
— El trabajo es importante— dije—. Ir a una escuela de prestigio podría ayudarte en el futuro. Podrías tener un empleo excelente, eres un genio...
— ¡Yo no quiero eso!— me interrumpió.
— ¿Qué?
— Quiero estar contigo.
— ¿Vas a dejar pasar una oportunidad como esa sólo porque quieres quedarte con una persona? ¡Es ridículo!— dije.
— ¡No es ridículo!— gritó—, ¡Y claro que lo haría! ¡Cualquiera en el mundo lo haría si la persona valiera la pena! ¡Y ese eres tú, baboso!
— ¿Cómo me llamaste?— dije enojado—, ¡Déjame te recuerdo que sigo siendo tu profesor!
— ¡Lo sé y me gusta que así sea! ¡Me gusta que seas mi profesor pero que también seas Lou! ¡Por eso vales la pena! ¡Por eso quiero quedarme contigo! ¡Por eso no quería decirte nada! Sabía que tú pensarías que obviamente yo debería dejarte y aprovechar la oportunidad. Sabía que estarías dispuesto a sacrificarte a ti mismo si eso me ayudaba. Pero nunca fue lo que quería.
— ¿Entonces?
— ¿No crees que yo podría conseguir un buen empleo aquí, en el país?
— Sí— dije—, pero hay mejores en otros lados...
— ¿Quién demonios dice que quiero un mejor empleo? Es más, ni siquiera pienso en eso aún. Jamás lo hice. Toda mi vida ha sido fácil. Mi padre me ha dado todo. Jamás necesité nada. Sabía que era más listo que otros niños y mi vida fue aún más sencilla. Pero nunca quise hacer nada con eso. No tenía metas. Imaginaba muchas cosas que quería. Pero mis planes cambiaban mucho. La primera vez que supe bien qué quería para mi futuro fue cuando descubrí que me gustabas. Entonces tuve claro lo que quería. Pensé en terminar la escuela y tener un trabajo para que por la tarde, después de trabajar, llegara a mi casa y te encontrara ahí, esperando por mí. Es lo que aún sigo queriendo. Probablemente lo que siempre voy a querer.
— Pero es un desperdicio para tus capacidades— dije.
— No. Un desperdicio es vivir sin amor. Lo sé porque así es como he estado viviendo. Más que vivir parecía que sobrevivía.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora