Cincuenta y tres

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Traté de explicarle todo a mamá. No fue tan difícil, sólo tuve que no mirarla y hacer que entre nosotros hubiera una mesa, en caso de que quisiera matarme. Ella escuchó todo sin interrumpirme. Traté de ser breve y conciso. Además de omitir ciertas cosas.

Luego, al final de todo, la observé. Parecía sorprendida. No dijo nada por unos segundos.

— Tú— dijo y me señaló, como si estuviera tratando de asimilarlo—... tú dejaste todo por un chico, ¿No?
— Bueno, puede que parezca que así es pero... no— dije.
— ¡Arriesgaste tu empleo por un chico! ¿Sí entiendes lo que acabas de decirme?— dijo enojada.
— Es que no es así— dije, agradecí que aún hubiera una mesa entre nosotros.
— Eso parece— dijo.
— Pero no es así, exactamente...
— ¡Claro que sí y no podía ser más absurdo!
— Sé que probablemente estás pensando en muchas cosas y...
— ¡No quieres saber en qué estoy pensando!— me amenazó.
— Ya sé que suena mal pero...
— ¿Mal?— dijo con ironía—, ¿Sólo “mal”?
— De acuerdo, es bastante malo— dije.
— ¡Estás loco! ¡Todo es una locura! ¿Crees que vale tanto como para perder todo por lo que has trabajado todos estos años? ¡Es lo más estúpido que has hecho en toda tu vida! ¡Dejar lo que quieres por alguien que seguramente te decepcionará es lo más idiota que nunca he escuchado!
— ¡Yo no soy tú!— le grité—, ¡Que tu matrimonio con papá haya sido un fracaso no significa que a mí me va a pasar lo mismo!

Nuevamente, me di cuenta de lo que había dicho. Me quedé perplejo por la impresión. La observé. Oh no, mamá parecía, además de sorprendida, notablemente afectada por lo que le dije.

— No— dije, me sentía culpable y muy mal—, yo no quería decir eso.

Ella desvío su vista al suelo. Su cara perdió toda energía. Me mataba verla así.

— Lo siento— dije, traté de acercarme a ella—, en verdad no quería ser cruel... tampoco quiero justificarme ahora pero... creo que perdí la cabeza cuando empezaste a hablar de Ben como si lo conocieras... y él no es así.

Ella me observó. Parecía pensativa.

— Es que— dijo ella—, no lo entiendo. Tú eres muy listo. Jamás harías algo como dejar todo por alguien.
— No lo haría por cualquiera— dije—. Sé que probablemente no me creas pero... Ben vale la vida entera.
— ¿Tanto lo quieres? ¿Estás seguro?
— Muy seguro— dije.

Lo pensó por un rato, en silencio. No dije nada.

— Es algo que va en contra de todo lo que normalmente harías— dijo—, debe ser amor, de otro modo tú mismo estarías internándote en una institución mental.
— Eh... ¿Qué significa eso?— pregunté.
— Que tienes una oportunidad para convencerme de que esto no es una locura.

Sonreí.
Iba a decirle algo cuando repentinamente la puerta se abrió de golpe. Del susto hasta di un salto. Miramos. Era el doctor Hermes, que parecía agitado.

— ¡No mates a Lou!— dijo él.
— ¿Qué?— preguntó mi mamá.
— ¡Lou sólo es un joven enamorado de un chico muy simpático!— dijo él con pasión, luego me observó—, por cierto, buena elección de novio.
— ¿Ya podemos pasar?— preguntó Madie desde afuera.
— Esperen un momento— dijo el doctor.

Se acercó a mi mamá y la abrazó.

— Todo despejado— dijo él.

Ben y Madie entraron.

— Richard— dijo mi mamá—, esto no es necesario.
— Sí— dijo Ben—, yo puedo lidiarar con esto, pero gracias por tu ayuda Richard.
— Lidiar— lo corregí—. ¿Y porqué sabes su nombre?
— Nos conocimos en el pasillo— dijo el doctor mientras soltaba a mi mamá—. Es un chico muy gracioso.
— Me agrada que se agraden— dije.
— A mí me agrada que te agrade que a mi papá le agrade Ben— me dijo Madie.
— A mí me agrada la idea de que me agraden todos porque es agradable que a Lou le agrade que me agrade el agradable doctor al que también le agrado.
— Felicitaciones— le dijo Madie—, acabas de inventar un trabalenguas nuevo.
— ¿Qué es un trabalenguas?— dijo Ben.

El doctor Hermes empezó a reírse. Lo observamos confundidos.

— ¿No es muy gracioso?— nos dijo entre risas.

Descubrí que muy contrario a Madie, el doctor Hermes tenía un buen sentido del humor.

— Deberían venir a cenar a la casa un día— dijo el doctor Hermes—, sería grandioso.
— Richard, ¿No crees que estás apresurando las cosas?— le dijo mi mamá.
— Oh, tienes razón— dijo el doctor—. Es decir, podrían venir a cenar un día pero primero deben casarse.
— ¡Richard!— dijo mi mamá.
— Ya están casados— dijo Madie.
— ¡Qué bien!— dijo el doctor—, ¡Un problema menos! ¡Ahora sí pueden ir a cenar un día! No, no quiero esperar mucho tiempo. Vayamos a cenar ahora...
— Richard— dijo mi mamá—, ¿Podrías ir por algo para beber?
— ¡Claro que sí!— dijo él.

Se fue contento.

Mamá miró a Ben.

— Ahora sí viene lo bueno— dijo Madie. La observamos.
— Ahora que lo pienso bien— le dijo mi mamá—, tu sabías de esto y no me dijiste.
— Creo que papá necesita ayuda— dijo ella—. Iré con él.

Salió corriendo. La observamos irse.

— Lou— me dijo mamá—, también deberías ir a ayudarle a Richard.
— ¿Qué?— dije asustado.
— Yo puedo ir en tu lugar— me dijo Ben.

Mamá lo fulminó con la mirada.

— No— dijo ella—, debe ir Lou.
— No, podría cansarse y ha tenido un día pesado— dijo Ben—, mejor yo voy en su lugar...
— ¡Quiero que te quedes aquí porque quiero hablar contigo! ¿Cómo no puedes entenderlo?— le gritó mi mamá.

Ben y yo la miramos asustados. Ella se dio cuenta de eso y volvió a aparentar tranquilidad.

— Es decir— dijo después toser un poco para aclarar su garganta—, quiero hablar contigo en privado.

Ben asintió un poco dudoso.

— Creo que estaría bien que yo me quedara— dije.
— ¡Vete de aquí!— me gritó ella.

Ni lo pensé, salí corriendo. Cerraron la puerta. Me sentía ansioso. Traté de pegarme a la puerta para ver si lograba escuchar algo. Pero no. Estaba muy preocupado. Después de un tormentoso rato, Madie y su padre aparecieron. Traían muchas latas.

— Hola Lou— me dijo él—, hemos traído muchas bebidas. La máquina se descompuso y empezó a lanzar latas. ¿No es increíble?

Me observó. Debió notar que estaba preocupado.

— Tranquilo— me dijo—. Todo estará bien.
— ¿Y si no?— pregunté.
— Sobornaremos a tu madre con bebidas— dijo él.
— No creo que eso funcione— dije.
— ¡Lo tengo!— dijo Madie—, ¡Escucharé con mi estetoscopio!
— Buena idea— dije—, así podremos interrumpir si pasa algo.
— ¿Eh?— dijo ella—, no, yo lo decía porque quiero enterarme del chisme.

Se acercó a la puerta y se puso el estetoscopio. Empezó a tratar de ver si podía escuchar algo.

— ¿Escuchas algo?— pregunté.
— Sí, a ti— me dijo ella—, ¡Cállate!
— Tranquilo Lou— me dijo el doctor Hermes—, no hay forma de que tu madre no adore a Ben. Yo lo adoro y sólo hablé con él unos pocos minutos. Lo primero que me dijo fue que mi hija lo había casado contigo. ¿No es muy gracioso?

Entré en pánico, casi me pongo a hiperventilar. Ben estaba perdido, decidí empezar a rezar para que mi madre tuviera un poco de piedad con él.

— Madie— dije—, ¿Escuchas algo?
— Además de ustedes dos hablando aún cuando les dije que no lo hicieran, no, nada.

Mis nervios me tenían hecho polvo.
Me puse a beberme las latas. Incluso tomé té helado. Después de un rato, la puerta se abrió. Me acerqué rápidamente. Mamá miró a Madie, inclinada en el suelo. Ella le sonrió mientras escondía su estetoscopio.

— Yo definitivamente no estaba espiando— dijo Madie.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora