Cuarenta

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Como si se tratara de una rutina, le conté a Madie lo que pasó. Como siempre, ella no lo tomó muy bien.

— ¡Es una trampa!— dijo—. ¡Lo sabía, ese tipo quiere arruinarte!
— Ahora definitivamente creo que quiere a Ben.
— Ya lo tiene— dijo ella—. Ben está entre sus manos ahora. Pero es tuyo. Debes recuperarlo.
— No hables como si Ben fuera una cosa.
— Así es como ese sujeto lo ha tratado— dijo ella, enojada—. A él y a ti. Como si fueran cosas con las que pudieran jugar. Pero no más. Contactaré a la mafia japonesa.
— No, no harás eso— dije.
— ¿Por qué no? Ir a prisión no me preocupa. Tengo conocidos que están ahí.
— Madie, no haremos nada ilegal. Además... ¿Cómo es que conoces a personas que están en prisión?
— Larga historia. Concéntrate en el problema.
— Bien— dije—. En verdad voy a hablar con Logan.
— ¿Qué vas a decirle?
— Le preguntaré si tiene sentimientos por Ben. Si dice que sí...
— ¡Lo golpearás fuerte en la cara!
— No puedo hacer eso— dije—, es mi alumno.
— Arruina su vida escolar— dijo ella con malicia—. Véngate. Que jamás se gradue.
— ¿Porqué suenas como si fueras una psicópata?— dije asustado.
— Él es el psicópata. Enfréntalo. Si resulta que lo que pensamos es cierto, debes buscar a Ben y decirle que todo fue un plan. Entonces volverán a ser pareja, yo regresaré a mi casa, me robaré tu café antes de irme, harán una estatua en mi honor, ustedes serán felices y algún día seré dama de honor en su boda. Todos salimos ganando.
— Sobre todo tú— dije.
— Sí, ese es plan. Así que ya sabes, habla con Ben.
— No tengo idea de cómo hacer eso— dije—. Hoy técnicamente salí huyendo.
— Sólo sé honesto. No huyas. No tienes porqué. Eres tonto pero no un cobarde.
— Gracias por tu apoyo Madie— dije.

Así, al día siguiente, después de intentar quitar mi sueño con muchas tazas de café extra cargado, fui a la universidad con el firme propósito de hablar con Logan.
Pero al llegar, me encontré con un problema más grande.

Todos me miraban pero no sabía porqué. Fui a la sala de maestros y el rector estaba ahí. Me dijo que tenía que hablar en privado conmigo. Lo seguí a su oficina. Pensé que posiblemente la prensa había publicado otro artículo sobre mí pero ese no fue el caso. Es más, hubiera preferido mil veces que la prensa amarillista dijera pestes de mí.

— Profesor Callahan— dijo él—, no sé cómo decir esto pero... nos llegó una información que no podemos ignorar sobre usted.
— ¿Perdón?— dije confundido.
— Dicen que está saliendo con alguien de esta escuela.
— ¿Qué?— dije alterado.

Sentí que el mundo se me venía encima. ¿Sabían sobre Ben? ¿Quién sabía sobre Ben?

— ¿Es cierto?— preguntó.

Sólo pude mirarlo. Me había quedado sin palabras. Lo que se suponía que no quería que pasara estaba pasando. Había sacrificado mi amor para que esto no pasara y aún así estaba sucediendo. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Cuál era el sentido de todo?

Entonces, golpearon a la puerta.

— Adelante— dijo el rector.

Era Victoria. Entró.

— Profesor Callahan— dijo ella alterada—, yo... no sé qué debería decir. Pero por favor, le pido que me perdone. No creí que esto pasaría...
— ¿Perdón?— dije perplejo.
— No debí estar mucho tiempo junto a usted— dijo ella notablemente conmovida—, lamento que tenga que pasar por esto...
— No estoy entendiendo nada— dije.

El rector me observó.

— Entonces debe ser una mentira— dedujo él—, ya que ni siquiera sabe de lo que hablamos. Lo sabía, de hecho, pero tenía que preguntarle.
— ¡Absolutamente es una mentira!— dijo Victoria.
— Me gustaría que me explicaran de qué hablan, si no es mucho pedir— dije.

El rector me explicó que en efecto, había un rumor de que yo salía con alguien de la escuela, pero para mi suerte no pensaban que fuera Ben. Creían que salía con Victoria.

— Nosotros no tenemos esa clase de relación— dije.
— Le juro que no es así— dijo Victoria—. Quizá alguien pensó que sí porque nos veían juntos muchas veces pero es porque el profesor me estaba ayudando a practicar la presentación del proyecto.
— Lo sé— dijo el rector—. No dudo que así sea. Sin embargo, ¿Quién empezó el rumor?
— Estuve investigando— dijo Victoria—. Al parecer, el rumor empezó ayer por la tarde mediante twitter. No se sabe quién lo empezó pero... se propagó entre los alumnos rápidamente.
— Profesor Callahan— dijo el rector—, ¿Tiene idea de quién podría ser?
— No, para nada— dije.
— Yo no creo que haya sido alguien que quisiera vengarse— dijo Victoria—, creo que quizá alguien lo sugirió porque nos veían mucho tiempo juntos. Si es así, en verdad quiero disculparme. Sabía que no debía tratar con tanta confianza a un profesor pero así lo hice. En verdad lo siento.
— No es tu culpa— le dije—. Creo que es normal que los alumnos confíen en sus profesores. No hiciste nada malo.
— Me queda claro que es un malentendido— dijo el rector—. Debemos detener ese rumor. Si sale de aquí la prensa nos arruinará. Qué mala suerte, justo cuando la universidad empezaba a tener una buena reputación.
— Lamento causarle muchos problemas— dije.
— Tranquilo— dijo él—. Me encargaré de eso. Además, sabía que el rumor era falso. Ya tengo a alguien trabajando en desmentirlo.
— ¿A alguien?— pregunté—, ¿Quién?
— El profesor Gomez— dijo él.

El rector, inocente e ingenuo como siempre, no sabía de mi mortal rivalidad con el profesor Gomez.
— Entonces debería ir a darle las gracias— dije, perspicaz.
— Sería un agradable gesto de su parte— dijo el rector—. No sabía que ustedes fueran tan buenos amigos.

Ni yo, pensé.
Me despedí. Fui a buscar al profesor. Lo encontré en su escritorio.

— Profesor Gomez— dije—, me agrada encontrarlo aquí.
— Pero si es usted— dijo él sorprendido—, ¿Viene a decirme que ya le inventaron otro rumor? ¿De qué se trata esta vez?
— No es gracioso— dije enojado.
— Lo es para mí— dijo él.
— El rector dijo que usted se está haciendo cargo de desmentir eso. ¿Por qué?
— Profesor Callahan, por favor, no desconfíe de mí.
— No entiendo qué pretende.

Me observó.

— Nada, en realidad— dijo—. Sí, usted no me agrada. Pero eso no significa que le deseo el mal. Es decir, deseo que le vaya mal, pero por cosas que usted mismo haga. No es divertido reírse de alguien a quién intentan destruir sin darle la oportunidad de defenderse. Eso es de cobardes.
— Qué extraño, por un momento pensé que usted había inventado todas esas cosas— dije.
— Por favor, no ponga en duda mi dignidad. Ni yo haría algo tan malo, aún si lo odiara. Meterse con el empleo de un hombre... es algo impensable.
— Parece que lo he juzgado mal todo este tiempo— dije.
— No, de hecho no— dijo él—. Soy y siempre seré un desgraciado con usted. No se confunda.
— De acuerdo— dije un poco confundido—, entonces... ¿En verdad está ayudándome?
— Profesor Callahan— dijo él—. Soy una buena persona. No con usted, claro. Pero esa pobre e inocente alumna me necesita. Su reputación debe ser restaurada. Imagínese lo mal que debe estar pasándola. La han relacionado sentimentalmente con un profesor poco simpático. ¿No le parece que algo así merece mi ayuda?
— ¿Quién es poco simpático?— dije enojado.
— Yo desde luego que no— dijo él—. Porque aunque no lo crea, mis alumnos me quieren mucho, nada que ver con usted que tiene fama de ser implacable. Mis alumnos creerían cualquier cosa que yo les dijera. Así que cuando les dije que dejaran de creer en ese rumor y que me ayudaran a detenerlo, aceptaron ayudarme. Qué puedo decir, me aman.

No sabía si golpear al profesor Gomez por su arrogancia o abrazarlo.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora