Veintitres

258 49 0
                                    

Los días pasaron de mejor forma. No había olvidado nada pero al menos ya no quería llorar cada vez que recordaba lo que había pasado. Ben no regresaba a clases. Ni a las reuniones finales del proyecto.
Simplemente no lo había vuelto a ver.

Después del trabajo volvía a casa. Si tenía suerte veía a Madie, que en verdad se había ido a vivir conmigo. Sabía que era así porque mi café desaparecía misteriosamente, porque encontraba cajas de pizza por todas partes y porque una vez desperté con mi cara llena de dibujos hechos con marcador permanente.

No sabía porqué el hecho de saber que alguien rondaba por mi alrededor me hacía sentir bien. Quizá era porque por un momento me sentía menos solo.

No me sentía bien. Pero tampoco me sentía mal. Sólo estaba un poco melancólico.

— Profesor— dijo Victoria, me había interceptado en el pasillo—, necesito decirle algo.
— ¿Le pasó algo al proyecto?— dije asustado.
— Para nada.
— ¿Tiene que ver con el proyecto?
— No. Es sobre mí. Creo que me irá mal en su clase.
— Pero el proyecto está bien, ¿No?— pregunté.
— Sí, claro.
— Menos mal— dije aliviado—. Pensé que era algo malo.
— Pero es malo— dijo ella—. No puede irme mal. Deshonrraré a mis padres. Y a mi hermano. Y a mi abuelita. Y lo que sería peor: Connor sería mejor que yo en algo. No puedo permitirlo.
— Creo que si estudias mucho podrás pasar mi clase sin problemas— dije.
— Intento estudiar— dijo—. Pero es demasiado difícil.
— Pídele ayuda a alguien que sí entienda mis clases.
— No puedo hacer eso— dijo ella—. La única persona que entiende sus clases es Connor. Pedirle ayuda es básicamente admitir que es mejor que yo.
— Pero técnicamente lo es, ¿No?

Ella me observó, parecía seria.

— Lo es— dijo—. De hecho es la persona más perfecta que conozco.
— No lo sé— dije—, siempre parece demasiado feliz, no encaja en mi descripción de perfección.
— Es que en verdad es feliz— dijo ella—. Muy feliz. Entonces, ¿Va a ayudarme?
— Me gustaría— dije—, aunque estoy muy ocupado.
— Pero podría recomendarme a alguien— dijo ella esperanzada—, usted debe conocer a alguien que pueda enseñarme.

Lo pensé. Sí había alguien.

— Ben podría ayudarte— dije.
— ¿Ben? ¿El chico alto de ojos bonitos que también está en el proyecto?— preguntó.
— Sí, él.
— Parece demasiado distante— dijo ella, pensativa—. No sé cómo debería acercarme a él.
— Es la persona más agradable del mundo— dije—. Es muy bueno haciendo amigos. Te agradará.
— Entonces le pediré ayuda— dijo—. Quizá podríamos volvernos amigos.
— Sí, probablemente se van a entender bien— dije—. Son parecidos, ambos son muy amigables.
— En realidad no soy tan amigable como parezco— dijo ella—. Hace unos meses era la persona más antisocial del mundo.
— ¿En verdad? Pues no lo creo. De hecho te elegí para presentar el proyecto porque me pareció que sabías desenvolverte perfectamente con las personas.
— Quizá ahora puedo hacerlo— dijo ella—. Pero antes no podía.
— ¿Por qué?— pregunté.

Ella lo pensó un momento.

— ¿Alguna vez ha querido decir algo con todas sus ganas pero no ha podido?— me preguntó.
— No lo sé— dije.
— Viví casi toda mi vida callando cómo me sentía. Sin darme cuenta arrastré todas esas cosas, en su mayoría negativas, por muchos años. No lo sabía pero de alguna forma todo eso me impidió ser feliz. Me atrapó hasta que terminé hiriendo a las personas que quería. Y a mí misma.
— ¿Qué hiciste para solucionar eso?— pregunté curioso.
— Hablé— sonrió—. Con la verdad. Justo con la persona correcta. Eso me liberó. Descubrí que había estado arruinando mi vida pero también supe que podía empezar de nuevo. Así que eso hice.
— Empezar de nuevo— dije pensativo—, parece difícil.
— Lo es. Pero lo necesitaba.
— Entiendo eso— dije.

Lo pensé. Sería bueno empezar de nuevo con Benny pero por un momento... se sentía imposible.

— Las personas a menudo ignoran lo poderosas que pueden ser las mentiras— dijo ella mientras miraba el suelo—. Cualquier mentira puede cambiar el rumbo de una vida. Cualquier cosa que se debió decir en su momento pero que no se dijo puede cambiar todas las cosas. ¿Entiende eso?

La observé. No dejaba de pensar en lo que había dicho. Mentiras. Lo que le había dicho a Ben era una mentira. Todo.

— Lo sé— dije—. Lo sé bien.
— No sé porqué sigo hablando de cosas deprimentes— dijo ella—. Debería estar entusiasmada por estudiar. Aún no me sale del todo bien ser feliz.
— Entonces debes seguir practicando— dije.
— Lo haré— sonrió.

Después de eso se despidió y se fue corriendo.
La observé.
Papá decía que lo mejor de ser profesor era poder iluminar a los alumnos con conocimientos. Yo creía que lo mejor de ser profesor era tener la oportunidad de aprender cosas de los alumnos. Porque parecía por un momento que lo sabía todo pero luego aparecían personas que me enseñaban cosas que no sabía. Gente como Victoria.
O como Ben.

No sabía qué pensar. Al mismo tiempo habían ideas rondando mi mente que simplemente no se conectaban.
Pero me sentía mejor. Mucho mejor.

Fui a casa. Me encontré con Madie en el sofá, durmiendo. Fui por una manta y la cubrí con ella. Debía haber tenido un día difícil.
Por la tarde, despertó. Le preparé café. Me contó su día. Al parecer, ser médico era horrible. Pero a ella le gustaba eso.
Nos quedamos viendo televisión hasta tarde.

Me arrepentí de eso al día siguiente. Me dolía la espalda por dormir sentado. Cuando desperté ella ya no estaba. Sin embargo, mi cara tenía dibujitos de animales con tinta de marcador permanente.

Tardé en arreglarme para ir a la escuela. Salí rápidamente en mi auto. Llegué justo a tiempo. Me encontré con el profesor Gomez. Intentó intimidarme y yo le respondí con lo mismo.

Me sentía bien. Mi vida iba bien. Tenía mucho en qué pensar pero sabía que lo resolvería cuando estuviera listo.

Me apresuré a caminar por el pasillo para ir a mi primera clase. Entonces, justo cuando iba a entrar al salón, lo vi. Frente a mí, observándome atentamente. Sorprendido, igual que yo.

Fueron diez segundos. Nuestros ojos se encontraron. No pude descifrar su cara porque estaba ocupado convenciéndome de que eso no era un sueño.

Porque parecía uno.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora