Sesenta y cuatro

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Ben debía tener el corazón roto. Quería decirle que quizá un día su madre vería que él era el mismo y que no había hecho nada malo. Pero quizá no sería así. Tal vez en verdad la había perdido para siempre.

Era extraño. Se suponía que el amor reunía a las familias. Pero también las separaba. No debería ser así. El amor no aleja a las personas. Hace que se encuentren.

No había nada más cruel en el mundo que ser rechazado sólo porque amas demasiado.

Llegamos. Ambos nos sentíamos mal. Mucho. Era tarde. El sol pronto empezaría a ocultarse. Hacía mucho viento. Miré a Ben. Se veía igual de mal. Deprimido. Él no era así. Él no solía estar triste. Sin embargo así estaban las cosas. Esa era nuestra situación en ese momento.

No, nada nos había lastimado. No teníamos ni una herida. Físicamente estábamos bien. Pero nuestros corazones sangraban. Acabábamos de descubrir qué tan mala podría ser una situación. Qué tan peligroso era amar. Dolía, dios, cómo dolía. Mi fortaleza se acababa. Se suponía que era mayor que Ben. Se suponía que sabría qué hacer. O qué decir. Pero me estaba costando sostener mis lágrimas.

Si estaba de pie en ese momento era porque temía que Ben se desplomara si me veía llorar.

Avanzamos un poco. Entonces, cuando caminamos a buscar un taxi, alguien llamó a Ben.
Nos giramos. Era un hombre alto de aspecto elegante, de traje y de barba cana. Se acercó a nosotros. Miré a Ben instintivamente. Él parecía sorprendido. De hecho, se había quedado paralizado al verlo. Yo no entendía nada. Él se detuvo frente a nosotros. Observó a Ben y luego a mí.

— Ben— dijo él, su voz era muy profunda—, tu madre me llamó hace un rato.

Ben no dijo nada. Yo lo entendí al instante. Él era el padre de Ben. Imaginé lo peor. ¿Sería capaz de armar un alboroto en plena calle? Pero sobre todo ¿Ben podría soportar eso?

Oh no, sentía que el mundo se nos venía encima. Repentinamente pensé que era terriblemente injusto. Ben parecía estar solo contra el mundo. Pero no era así.  Me tenía a mí.
Me apresuré y sostuve la mano de Ben. Él, que había estado atrapado por sus pensamientos seguramente, reaccionó y me observó. Yo lo miré. Luego miré a su padre. Traté de parecer firme. Así, aún cuando nos diera con todo, sus palabras parecerían no tener efecto. No dejaría que lastimaran a Ben.

— Ya veo que es cierto— dijo él, yo estaba muy nervioso.
— ¿Qué te dijo mamá?— preguntó Ben, repentinamente parecía muy sereno.
— Muchas cosas— dijo él—. Honestamente pensé que estaba exagerando.

Ben no dijo nada. Yo tampoco. Mentalmente me preparé para lo peor.

— Antes que nada— dijo él—, creo que necesitas un abrazo. Supongo que aún quieres abrazar a tu padre además de a él, ¿No?— me señaló.

Me quedé confundido y sorprendido.

— ¿Qué?— preguntó Ben, completamente sorprendido.
— Ven aquí— le dijo su padre—. Como en los viejos tiempos.

Miré a Ben. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Lentamente, soltó mi mano y avanzó hacia su padre. Él extendió sus brazos y lo abrazó. Me llevé las manos a los ojos rápidamente, no quería perderme nada sólo por llorar. Los observé.
Ben no solía contarme nada sobre su padre. Él era un hombre muy ocupado. No lo conocía. Pero a Ben sí.

Y si alguien no amaba a Ben tendría que ser un verdadero tonto.

Se separaron. Ben se llevó las manos a la cara. Su padre me observó.

— ¿Quién es este jovencito?— preguntó mientras me señalaba.

Ben se acercó a mí.

— Es Lou— dijo Ben, luego se dirigió a mí—. Lou, él es mi papá.
— Un placer conocerlo— dije.
— El placer es mío— dijo él.
— Papá, va a agradarte mucho Lou— dijo Ben, más animado—, le gustan todas esas cosas aburridas sobre orden y disciplina que a ti te gustan.
— No son aburridas— dijo su padre mientras sonreía—. Son necesarias.
— Son aburridas— dijo Ben.
— ¿Tienen hambre?— preguntó él—, vámonos de aquí.

Me sentía un poco perdido pero los seguí de buena gana. No quería ser inapropiado así que me limité a escuchar lo que decían.

— Mamá— dijo Ben—, ¿Está muy enojada?
— Sí— dijo él—. Me llamó, me contó todo de manera exagerada, luego se transformó en Godzilla y atacó la ciudad.
— No es cierto— dijo Ben, parecía de buen humor.
— Sí— dijo su padre—. Ya hay militares en la zona buscando cómo detenerla.
— Qué bueno que no nos quedamos— dijo Ben.
— No te preocupes— dijo su padre—. Ella estará bien pronto.

Cerca había un pequeño restaurante de comida rápida. Era el único de la zona. Entramos. Muy pronto me sentí cómodo con ellos.

— Tú pareces alguien sensato— me dijo su padre—. No has dicho nada extraño así que estoy empezando a preguntarme qué haces con mi hijo.
— ¡Papá!— lo regañó Ben.
— Es cierto— se defendió él—. Eres un desastre.
— Lou es bueno con los desastres— dijo Ben.
— Sobre todo con los que tú haces— le dije.
— Entonces no tengo que preocuparme por ustedes— dijo él.
— Lou es muy confiable— dijo Ben—. Mucha gente confía en él.
— Yo no diría que tanta— dije.
— Tengo la impresión de haberte visto antes— me dijo él—, pero no sé en dónde.

Recordé toda esa mala publicidad de la prensa amarillista.

— No lo creo— dije.
— ¿Seguro?— preguntó.
— Quizá viste a Lou en...— dijo Ben pero no lo dejé terminar. Le di un golpe a su pierna debajo de la mesa.
— Estoy seguro de no me conoce— dije, con una falsa sonrisa.

El tiempo pasó. Ben y su padre no hablaron más del asunto. Entendía que era lo que menos necesitábamos todos.

Entonces, Ben fue al baño, dejándome con su padre. Lo observé. El también me miró. Sonrió tenuemente.

— Pareces preocupado— dijo.
— No, yo...
— Entiendo que lo estés. Pero ella estará bien. Dale tiempo.
— ¿A usted no le preocupa que Ben no... sea como otros hijos?
— Nunca lo ha sido— dijo con una sonrisa—. Mi hijo podrá no ser como los otros pero sí es el más original.
— ¿Qué pasará ahora?— pregunté.
— No lo sé— dijo—. Dime tú. Fuiste hasta la casa de Ben para enfrentar con él a su religiosa y tradicional madre. Espero que sepas qué acabas de hacer. Porque después de esto no creo que Ben quiera dejarte ir.
— No quiero irme— dije.
— Qué bien. Iba a amenazarte para que no abandonaras a mi hijo pero es bueno que quieras quedarte.

Me reí.

— Ella— dije—, ¿Aceptará a Ben algún día?
— Las personas cambian— dijo—. Es muy interesante cómo funcionan algunas cosas. Hay personas que se mueven por instinto, por lo que les dicta el corazón. Pero otras son más racionales. Saben que sienten algo pero su razón le gana a eso, aún cuando podrían ser muy felices.

No pude evitar pensar en mí. Yo sabía que Ben era todo para mí pero aún así le había hecho caso a todas esas consecuencias que me asustaban.

— Hay personas que entienden eso y cambian. Pero otras no— prosiguió él—. Hay gente que nunca cambia de parecer. La madre de Ben podría ser así. Ella podría pensar que Ben no está equivocado y seguir amándolo, pero si su mente le dice que es inaceptable lo que ha hecho, nunca aceptará nada.
— Pensé que el cariño podría ganarle a cualquier otra cosa.
— No siempre— dijo—. Las personas no cambian tan fácilmente. Pero siempre es bueno intentarlo, ¿No?
— Eso creo.
— No la odies— dijo—. Puede que ahora parezca que se ha equivocado, pero los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Hacemos cosas que parecen fáciles de juzgar pero es más complejo que eso. Queremos proteger a nuestros hijos. Muchas veces de formas equivocadas, pero créeme, siempre hay buenas intenciones detrás de decisiones que parecen malas.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora