Tres

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Nos pasamos la noche armando el ensayo. Como ya era tarde, él dijo que podría quedarme a dormir. Me ofreció su cama pero me negué. Y me quedé en el sofá, cosa que fue una muy mala idea. Desperté con dolores de espalda severos. Para colmar mi paciencia, Benny no tenía absolutamente nada de café en su cocina. Casi enloquezco.

Té. Tenía de todos los sabores que podrían existir en el universo.

— ¿Por qué hay tanto té?— dije— ¿Eres británico o qué?
— Me gusta el té. Tengo todos los sabores conocidos por las personas y otros que sólo conocen los Chinos. Y algunas abuelitas.

Fui a clases luego de ir a mi casa a cambiarme. Y a tomar café.
Luego de unos días de agobiante estrés porque eran épocas de evaluación, Benny me llamó en plena clase para decirme que su ensayo lo había salvado de suspender una materia. Quería celebrar. Le dije que no estaba de humor como para una de sus clásicas fiestas de universitario.

No fui a la celebración de su ensayo y me estuvo reclamando toda una semana. Acepté compensarlo de alguna forma. Así que me invitó a su casa por el trago que quería tomar la noche que hicimos el ensayo.

— Oye, Lou— me dijo, mientras le cambiaba de canal a la televisión sin parar—, gracias.
— De nada. Sólo espero que te tomes más en serio tus responsabilidades.
— Ya empezaste a ponerte aburrido.
— ¿Aburrido?
— Sí. Mejor habla de cosas bonitas. Como de gatitos, de flores y de bebés.
— Me sorprende tu tendencia a no querer ver la realidad.
— La realidad es aburrida. Y horrible. Nada mágica. Es monocromática.
— Monótona— lo corregí.
— Lo que sea. En todo caso, aburrida. Y tú siempre te tomas todo en serio. Deberías relajarte, no pensar en nada.
— No puedo hacer eso. Siempre estoy pensando en mi siguiente acción.
— Aburrido.
— Lamento que mi vida te parezca tediosa— dije, molesto.
— No dije eso. Dije que me parece aburrida.
— ¡Es lo mismo! ¡Son sinónimos!
— ¿Aburrido y tedioso? ¡No es cierto!— parecía sorprendido.

La conversación se fue haciendo más incoherente mientras más cervezas iban desapareciendo de la hielera. Definitivamente Ben era el peor bebedor del mundo.
Esa tarde lo dejé dormido en el sofá luego de esperar a que dejara de cantar canciones infantiles.

Al día siguiente no fue a clases porque la cruda realidad no lo dejaba ni ver televisión. Decidí ir a visitarlo después de clases. Al menos quería llevarle los apuntes de la clase de ese día.
Entré porque la puerta estaba abierta. Aparentemente siempre estaba así.

— Hola Lou— me dijo, estaba frente al refrigerador sacando cosas.
— ¿Qué haces?
— Busco comida. Planeo comer y luego invernar. Como un oso.
— ¿Por qué?— dije.
— Los osos lo hacen. Hoy vi un documental y esa parece una increíble forma de vida.
— Tú no eres un oso. No puedes invernar.
— ¿Eh? ¿Por qué no?— preguntó.
— En primer lugar, es verano. En segundo lugar, tienes que ir a clases. Y en tercer lugar, es obvio que no eres un oso.
— Sé dar abrazos del oso— dijo feliz.
— Eso no te vuelve oso.
— Claro que sí.

Se acercó y me levantó. Ben, a comparación conmigo, era alto y de complexión atlética, cosa rara ya que era la persona más perezosa del mundo. Me cargó como si yo fuera cualquier objeto.

— ¡Wow!— dijo— ¡En verdad eres ligero! Si fueras más grande seguro que tus alumnos te tendrían mucho miedo. Por eso nadie te respeta. Necesitas más músculos.
— Creéme, eso es imposible. ¿Podrías bajarme? Me lastimas.
— Lo siento. En veces no mido mi fuerza. Ahora que lo pienso, los abrazos de oso parecen más una forma de estrangulamiento que de mostrar afecto. Como una serpiente asesinando a su presa.
— Eso suena escalofriante— dije.
— ¿Y entonces? ¿Te quedas a la continuación de la ronda de tragos de ayer?
— No. Te traigo la clase que te perdiste hoy.
— ¡Aburrido! ¿Qué más traes?
— ¡Cómo que aburrido! ¡Necesitas estudiar!— le dije.
— No quiero. Me niego. No lo voy a hacer.
— ¡Lo harás y te gustará!
— ¿Y si lo hago? ¿Qué gano?
— Un futuro brillante, independiente y autosuficiente— afirmé.
— No quiero eso, quiero algo bueno.
— ¡Eso es bueno!
— ¡Ya sé! Si estudio, tú prometerás no volver a regañarme jamás en tu vida.
— No, eso es imposible. Te regaño porque tomas todo a la ligera— dije.
— Tú, deberías ser más como yo, en todo caso, tú eres el ligero.
— Si yo fuera como tú estaría perdido.
— ¿De verdad? ¿Tan malo es ser como yo?— preguntó.
— A ti te funciona. A mí definitivamente no. No lograría sobrevivir sin tomarme en serio las cosas.
— Aburrido. ¿Qué es lo siguiente?
— Ya, ponte a estudiar.

Tomó un libro. Lo miró cinco segundos.

— ¡Listo!— dijo.
— ¿Tan rápido?
— Sí.
— Genial. Ahora, las otras materias— dije tratando de sonreír para convencerlo.
— ¡Ya no! ¿Por qué te preocupa lo que hago?
— Por que ya que a ti no te preocupa tu futuro, decidí que yo me preocuparía por eso.
— ¿Seguro? Parece mucha respetabilidad.
— ¿Respetabilidad? ¿Esa palabra existe?— pregunté.
— No, espera, esa no es. ¡Ya sé! Es responsabilidad. Mi futuro es mucha responsabilidad.
— Bueno, tomaré el riesgo.
— ¿Por qué?
— Mmm...— lo pensé un poco—... no lo sé...
— Yo tampoco— me dijo, lo observé—. Últimamente he pensado muchas cosas. Todas tienen que ver contigo. Algunas son muy raras. Me asustan. Hay mucho que no sé que tiene que ver contigo. Pero hay algo de lo que sí estoy absolutamente seguro.
— ¿Y qué es?— pregunté.
— Quiero que siempre estés en mi vida. Cuando tú estás cerca, siento que soy una mejor persona. No sólo porque corriges mis palabras o porque me obligas a estudiar. Si no porque yo mismo quiero ser mejor persona. Me gusta querer ser mejor.

Lo observé y no supe qué decir.

— Y en realidad— siguió, ésta vez miró el suelo—, por más que busco algo que no me guste de ti, no lo encuentro. Creo que eres perfecto así como eres.
— Eh... ¿Gracias? ¿Debería agradecer tus palabras?
— ¡Definitivamente! Es un cumplido— dijo.
— De acuerdo. Entonces, gracias.
— De nada. Oye Lou— me miró—, ¿Hay algo que no te guste de mí?
— Déjame pensarlo— dije.

Lo pensé un rato. Él tenía muchos defectos, pero sinceramente no me lo imaginaba sin ellos. Era como si de alguna forma, no me molestaran en él.

— ¿Y bien?— me presionó.
— Hay algunas cosas... pero si no las tuvieras ya no serías tú. Así que estás bien así.
— ¿De verdad?— dijo feliz.
— Claro. Aunque no te vendría mal hacer alguna otra cosa aparte de holgazanear todo el día.

Me sonrió.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora