Veinticinco

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Dos días después, mientras estaba en la escuela luego de uno de mis clásicos encuentros con el profesor Gomez, me encontré con Victoria en el pasillo.

— Profesor— me dijo—, seguí su consejo y pedí ayuda.
— ¿Te estás adaptando a las clases?— pregunté.
— Sí— dijo feliz—. Estoy aprendiendo. Aunque mi tutor es... no sé cómo explicarlo...
— Muy malo con las palabras, ¿No?— dije.
— ¡Exacto! ¡Es terrible!
— Lo sé— dije, me sentía feliz sólo de recordar a Ben tratando de explicar algo.
— Pero con números y procesos matemáticos es increíble— dijo ella—, en verdad agradezco haber recurrido a él.
— Me alegra saber que te está yendo bien— dije.
— Por cierto... ¿Puedo hacerle una pregunta?— susurró.

La observé consternado. Asentí con la cabeza. Me indicó que me acercara a ella un poco. Lo hice.

— Perdone mi indiscreción— susurró—, pero... ¿Usted y Ben son cercanos?

Me alejé un poco inmediatamente. La observé mientras mis pensamientos se mezclaban en mi cabeza. Me había quedado sin palabras.

— ¿Por qué piensas eso?— pregunté, mi corazón estaba muy agitado.
— Porque parece que usted lo conoce un poco y él también sabe cosas suyas— dijo ella—. Y como usted no se mete con nadie aparentemente, pero sabe que las palabras no se le dan, deduje que debieron tratarse al menos un tiempo.
— Buena deducción— dije sorprendido.
— Pero es extraño— dijo ella—, cuando trabajábamos en el proyecto no los vi hablarse como si fueran cercanos. Pero parece que sí. ¿Son amigos? ¿O tal vez son familiares?

Responder eso era difícil porque... no éramos nada.

— Él es un buen alumno— dije—. Un genio, básicamente. Así que me acerqué a él por eso, es muy listo.
— Y eventualmente— dijo Victoria—, se volvieron amigos.
— No exactamente— dije, nervioso.
— No se preocupe— dijo mientras sonreía—, puedo guardar su secreto. Entiendo que ser amigo de un alumno es difícil. Pero no le diré a nadie.
— ¿Por qué estás tan segura de que somos amigos?— pregunté.
— Porque cuando él habla de usted, lo hace de una forma en la que... parece que lo estima mucho.

No dije nada, sentí un vuelco en el corazón. Me alegró saber que él no me odiaba pero... al mismo tiempo deseaba que sí. No quería su estima, pero... tampoco su odio. Era demasiado confuso.

— ¿Habla de mí?— pregunté.
— Mucho— dijo ella—. Como que se limita cuando se da cuenta de eso. Pregunta por usted.
— ¿Por mí?
— Sí. ¿Ocurrió algo?

Me observó.

— No...— dije—... no lo sé.
— ¿Cómo que no lo sabe? ¿Tuvieron alguna pelea o algún malentendido?
— Eso parece pero...
— Pues hablen y denle solución— dijo.
— No es tan sencillo— dije—. Estamos bien así.
— Pues... no me pareció que estuviera bien.

La observé.

— Realmente no lo sé y puede que parezca impertinente pero... creo que nunca es tarde para solucionar los problemas.
— No creo que esto tenga una solución totalmente buena— dije.
— ¿Ya lo intentó?
— ¿Qué cosa?— pregunté.
— Solucionarlo. Hablarlo.
— Algo así.
— Quizá debería intentarlo más.

Iba a decirle que no había forma posible en la que yo pudiera salir bien parado de ahí, pero llegó una chica. Ella se despidió de mí y dijo que tenía que hacer unas cosas. Se fue. La observé irse.

Lo pensé. Quizá podría ir a buscar a Ben. Proponerle que empezáramos de nuevo. Era una idea buena. Seríamos amigos otra vez, haríamos como si nunca nada hubiera pasado. Volverían las tardes de café. Aquellos días en que íbamos a los bares...

Caminé un poco.
Mis clases ya habían terminado ese día. Ya era tarde. Podía irme a casa.
Pensé que quizá... sólo quizá... Ben estaría por ahí aún. Quizá podría acercarme... verlo ahí... hablarle... fingir que nada había pasado y él tal vez me seguiría la corriente por estar en público...

Aunque no quisiera. Aunque me odiara.
¿Podría hacerle eso?
¿Quería que así fueran las cosas?

¿Quería empezar de nuevo? ¿Quería ser su amigo? Sabía que lo quería cerca, pero, ¿Para qué? ¿Qué se suponía que deseaba?
Si Ben se volvía mi amigo de nuevo... me encargaría de jamás volver a perder su amistad. Estaría cerca de él. Quizá para siempre. Apoyándolo.
Los años pasarían. Sería un matemático reconocido a nivel mundial. Encontraría a alguien. Viviría la vida de sus sueños. Yo estaría ahí, viéndolo. Quizá se casaría. Compraría una casa. Tendría un perro. Se haría viejo siendo feliz.

¿Y yo? ¿Qué sería de mí?

Seguí caminado mientras trataba de encontrarle respuesta a esas preguntas. Cuando me di cuenta, ya estaba en medio de la escuela, mientras mis ojos se perdían entre las personas, buscando. Pero no respuestas. Buscaban a Ben. Cuando me di cuenta de eso, casi me pongo a llorar.

Jamás encontraría a nadie. Porque nunca habría nadie más para mí. Vería la vida pasar viendo a Ben, pero no estaría con él.

No, no quería empezar de nuevo. Quería lo que ya tenía. Amaba lo que ya tenía. Me daba igual lo que otros pensaran. De repente, mirando al futuro, cualquier cosa que podría pasarme, por más mala que fuera, era mejor que vivir sin él.

Me detuve. Lo pensé.

Quería a Ben. Tanto que dolía. Tanto que pensé que hacía bien si me alejaba. Y si él me quería al menos la mitad de como yo lo quería, debía estar sufriendo.
¿Qué cosa buena puede crear tanto dolor? Porque se suponía que separarnos era lo mejor para nosotros pero... no me sentía mejor.

Corrí entre las personas. Reconocí a algunas y les pregunté por Ben. Me indicaban lugares en donde lo habían visto. Fui a todos pero no lo encontraba. Hasta que me encontré con Elissa. Dijo que él se había ido a casa. No lo pensé más. Fui al estacionamiento. Subí a mi auto. Conduje tan rápido como podía. Llegué a su edificio.

Salí y subí las escaleras. Mi corazón latía tanto que dolía. Golpeaba mi pecho como si me estuviera castigando. Me sentía cansado. Estaba sudando. No podía respirar bien. Todo daba vueltas en mi cabeza.

Llegué a su piso. Corrí por el pasillo. Vi su puerta. Tenía la luz encendida. Respiré profundo un par de veces para tranquilizar a mi corazón al mismo tiempo que me convencía a mí mismo de que todo estaría bien. Sólo debía ver a Ben. Sólo debía decir lo que sentía, ni más ni menos. Que él eligiera qué debía hacer conmigo.

Si me quería ahí, estaría para siempre.

Y si no me quería, también estaría ahí, pero mirándolo desde lejos.

Ambas opciones me harían llorar. De felicidad y tristeza.

Sería como vivir y morir. Y ya no dependía de mí. Mi vida estaría en sus manos y él no lo sabía.

Ya nada importaba. Todo era pequeño.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora