Cincuenta y nueve

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— No puedo obligarte a nada— dije angustiado.
— Pero aquí estás— dijo, me observó—. Dime algo. Algo que me ayude a decidir.

Sólo lo observé.

— Qué raro— dijo—. Imaginé que inmediatamente tratarías de persuadirme para que guardara silencio.
— No sé cómo hacer eso— dije—. No tengo nada qué ofrecer.

Caminó un poco. El viento hacía que la bolsa de plástico que sostenía sonara.

— ¿Qué harías por Ben?— preguntó—, ¿Qué estás dispuesto a perder por él?

No dije nada.

— Además de lo evidente— dijo—. Porque supongo que estás aquí porque pensabas que posiblemente yo le diría sobre ustedes a la madre de Ben.

Lo observé sorprendido. Él había deducido eso. Sin duda era muy listo.

— Pero no lo hiciste— dije—, ¿Por qué?
— Corrección— dijo—. Aún no lo hago.

No sabía qué decir. Parecía muy decidido. Se suponía que debía decir algo que sirviera para que dejara todas esas cosas que no hacían más que envenenarle el alma pero no se me ocurría nada.

— ¿Te gusta este lugar?— me preguntó.

Esa pregunta me sorprendió. Asentí levemente.

— Entonces quédate aquí— dijo, me miró fijamente—. Conmigo. Así Ben podrá regresar a la escuela y nadie sabrá nada. No tendrá que hablar con su madre. Su vida será como siempre fue planeada. Tú no sufrirás. Conmigo serás feliz.

Sabía perfectamente que era una locura pero no parecía apropiado negarme rotundamente.

— ¿Lo harías, Lou?— preguntó—, ¿Dejarías todo por Ben?

No contesté.

— ¿Acaso no lo has hecho ya?— dijo.

Bajé la mirada.

— Lou— dijo, se acercó a mí, lo observé—. Ven conmigo. Huyamos juntos. Sólo tú y yo. Nada más.
— Tengo una vida— dije—. No voy a abandonarla.
— ¿Y si la destruyo?
— Trataré de repararla— dije—. Siempre se puede empezar de nuevo.
— ¿Harías eso por Ben? ¿Aún cuando pierdes más que él?
— Él lo haría si estuviera en mi lugar— dije.
— Por supuesto, porque es muy tonto. Pero tú no. Tú eres diferente. Eres listo y más sencible de lo que pareces. Nunca me creí que fueras el profesor malo que tanto te esforzabas por representar, aún cuando no eras mi maestro. Siento que te conozco bien.

Sólo me quedé mirándolo, escuchando sus palabras como ecos distantes.

— Si Ben no existiera— dijo—, ¿Huirías conmigo?

Lo pensé.

— Lo haría— dije.

Sonrió.

— Sabía que dirías eso— dijo.
— Parece que siempre sabes qué voy a decir— dije.
— No. Pero siempre hay algo que deseo que digas. Nunca lo haces. Y sé que todas esas hermosas palabras que deseo escuchar de ti saldrán un día de tu boca pero no serán para mí. Se las dirás a otra persona. ¿Así debe ser no? Después de todo yo fui quien perdió.
— ¿Perder?— pregunté.
— Sí— dijo—. Perdí. ¿Sabes porqué?
— No.
— Porque no pude elegir— dijo con cierta ironía en su voz—. Para ganar debí elegir entre Ben y tú. Viéndote ahora, en este momento, pienso que te elegiría a ti sin duda, pero no es así. Simplemente no pude deshacerme de Ben, aún cuando te deseaba demasiado. Ha sido así toda mi vida. Siempre tuve oportunidades de sabotear a Ben pero nunca lo hacía, aún cuando estaba seguro de que me ganaría.
— Él es tu amigo— dije.
— Pero tú la persona que amo— dijo—, ¿No se suponía que debía estar dispuesto a todo para que te quedaras?
— No— dije—. No eres malo.

Me observó. Se río un rato.

— Es suficiente— dijo—. Es hora de que todo termine.
— ¿Qué significa eso?
— Que no vine aquí porque planeaba decirle sobre ustedes a la madre de Ben. Si hubiera querido hacer eso ya lo habría hecho. Tampoco iba a decir nada en la universidad. Al principio sí, pero decidí que no cuando supe que tú te habías quedado callado. Estaba muy enojado pero... simplemente ya no servía nada. Además, sabía que te lastimaría. Más de lo que ya he hecho. ¿Qué harías tú, Lou? ¿Qué harías si amaras tanto a alguien que estás perdiendo?
— Irme— dije—. Lo hice, de hecho.
— ¿Fuiste feliz?
— No.
— La gente piensa que amar significa ser feliz— se río un poco—, pero no es así.

Suspiró.

— Supongo que debería hacer lo mismo, ¿No?— dijo—. Debería desaparecer de tu vida un rato.
— No es necesario— dije.
— Lou, no me digas que me quede porque voy a pensar que me necesitas. Si pienso eso, no podré irme nunca. Quiero tratar de pensar que vivirás mejor sin mejor, que hay cosas que jamás podré darte. Deja que siga pensando eso, ¿De acuerdo?

Lo observé boquiabierto. Sentía que no lo conocía. Como si este Logan y el otro fueran personas distintas.

— No parece justo— dije.
— La vida no es justa. Tú tampoco. Deberías odiarme pero aquí estás.
— Soy tu profesor— dije.

Él se acercó a mí. Lo observé.
Se inclinó levemente. Pensé que iba a besarme. Iba a dejar que lo hiciera. No porque sintiera algo por él, si no porque estaba muy confundido. Papá siempre decía que las personas podían ser blancas o negras. Pero no, nada en la vida era así. Todo se encontraba en una escala de tonos grises. Logan era gris, después de todo. Al igual que yo. Esa debía ser la primera vez que sentía que lo entendía un poco después de lo que pasó.

Además, de todas las personas del mundo, él había escogido amarme a mí. Cosa que ni en veces yo mismo hacía.

Así que cerré los ojos. Pero después de unos segundos no sentí nada. Cuando los abrí, él besó mi frente. Me quedé perplejo por ese gesto. Fue un beso rápido. Se apartó de mí. Lo observé.

— Nos veremos algún día de nuevo, Lou— me dijo.

Se giró y siguió caminando por la calle.

— No, espera— le dije—, vuelve a la escuela.
— Tengo mucho en qué pensar— dijo—. Me tomará tiempo.

Siguió caminado. Lo vi irse hasta llegar a su casa y desparecer en la puerta. Me llevé la mano a la frente. ¿Qué había significado eso? ¿Por qué me sentía muy mal al respecto?

Parecía injusto. Repentinamente todo parecía muy injusto. Me sentía un poco melancólico. Había pasado momentos buenos con él, quizá todo había sido una mentira pero para mí era real. Tan real que no podía evitar sentir un vacío por dentro. Como si hubiera perdido algo importante.

Se sentía como el adios definitivo. Probablemente lo era.

Cerré los ojos y respiré profundamente. Quizá así debía ser, pensé. Quizá el mundo se encargaría de poner las cosas en su lugar, como siempre lo había hecho.

Me giré y caminé a la casa de Ben. Me sentía muy confundido y no dejaba de pensar en lo que había pasado. Entré. Bella corrió hacia mí. Me llevó el cuaderno en donde planeaba enseñarle a leer. Lo observé. Me acerqué a la ventana. Miré hacia la casa de Logan.

Un día, pensé, podré pensar en él y verlo como una parte importante de mi vida.

Un día, quién sabe cuándo, pero un día.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora