Sesenta y dos

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Bien, cerebro, no pienses en nada, le ordené. Estaba tan nervioso que impulsivamente decidí dejar de tener contacto visual con Ben y bajé la mirada. Pero no, mis ojos se quedaron atorados mirando sus labios. Estaban demasiado cerca de mí. ¡Rápido, cerebro, actúa! le ordené, pero no me moví.

— Lou— dijo él, miré cómo sus labios se movieron, lentamente regresé mi mirada para que se encontrara en sus ojos.

Mi corazón latía tan fuerte que podía escucharlo. Sentía que no podía respirar bien.
Pensé en alejarme pero en un movimiento muy lento pero acertado, Ben se acercó más a mí. Nuestras caras estaban a escasos centímetros.

— Ben— dije en un suspiro—... no...

Golpearon la puerta. Nos separamos de inmediato. Ben fue a abrir. Era su madre. Nos observó consternada.

— ¿Está todo bien?— preguntó.
— Sí— dijo Ben—, ¿Te ayudamos a cocinar?
— No, ustedes son mis invitados hoy— dijo ella, feliz.

Ben salió de ahí siguiendo a su madre. Yo también me uní a ellos después aunque me sentía muy abrumado. No sabía qué había pasado ahí, era como si me hubiera perdido mentalmente por unos minutos.

El tiempo transcurrió y me dediqué a observar a la perfecta familia de Ben. Su madre era una mujer muy amorosa. Su hermanita era adorable. Vivían en una zona muy tranquila. Una de gente buena. Imaginé cómo sería mi vida ahí. Quizá me sentiría mejor o quizá no. Tal vez no tendría más problemas. Realmente no lo sabía pero pensaba que daba igual el lugar siempre y cuando Ben estuviera ahí.

La mamá de Ben cocinaba como los dioses. Efectivamente, Neptuno se la llevaría al olimpo en lugar de Bob Esponja.

Después de comer, Ben se ofreció a lavar los platos. Decidí ayudarlo. Mientras tanto, su madre salió a jugar con su hermana al patio. Desde la ventana podíamos verlas.

— No sé cómo no extrañas esto— le dije.
— Siempre lo hago— dijo.
— Entonces deberías venir más seguido— dije.
— No porque si estoy aquí entonces te extrañaría a ti— dijo él entre risas.
— No más de lo que extrañas a tu familia, ¿No?
— Mucho más— dijo.
— No te creo.
— Mmm... ¿Qué podría hacer para que me creyeras?

Me observo. Repentinamente me puse nervioso. Bajé la mirada y seguí lavando platos.

— Puedo acostumbrarme a esto— dijo.
— ¿Eh? ¿A qué?— pregunté.
— A vivir así.
— ¿Así?
— Sí— sonrió—. Parece que somos una pareja que vive juntos.

Casi suelto un plato. Logré sujetarlo bien de milagro. Eso me había tomado por sorpresa.

— Creo que debo ir al baño— dije, dejé el plato y sequé mis manos con una toalla.

Luego me dirigí a la puerta.

— Lou, el baño no está por ahí— me dijo.
— ¿Te dije que iba al baño? No, en realidad iba a...— abrí la puerta, daba a la calle—... a dar un paseo.
— Entonces espérame, voy contigo— dijo.
— No, tómate tu tiempo— dije, un poco nervioso.
— Pero...
— Ya me fui— dije, salí y cerré la puerta.

Una vez afuera, me apresuré a caminar por la calle. Me detuve cuando me cansé. Revisé la hora en mi teléfono. Eran las 3:00 pm. ¿Tan temprano? Se sentía como toda una eternidad.
Seguí andando. El aire me gustaba. El sol hacía que lo verde luciera mejor, que el cielo se viera más azul. Todo era perfecto.

Pensé en Ben. Ya no me preocupaba él. O eso se suponía. Pero cuando mencionó lo de parecer una pareja entré en pánico. Siempre había pensado que yo era el que estaba dispuesto a todo pero no era así. No me sentía tan listo como para vivir con él. Lo pensé. Sabía bien porqué. Temía que al vivir conmigo Ben descubiera que soy un desastre y dejara de quererme.

Aunque, ya me había visto hecho un desastre. Sabía que podía ser perfeccionista y estresante muchas veces. De hecho... yo no me ocultaba con Ben. Con él podía ser yo mismo.

Me detuve. Como si acabara de descubrir algo nuevo. Pero no, eso ya lo sabía. Sonreí.
Regresé. Entré. Ben estaba con su hermanita.

— Hola— dije.
— ¡Al fin vuelves!— dijo Ben—, ¿Qué tal tu paseo?
— Bastante revelador— dije.
— ¿Por qué?
— Es complicado— dije—. Pero creo que honestamente que todo estará bien ahora.
— Yo también— dijo él—. Ya quiero volver a clase. Estudiaré tanto que estarás orgulloso de mí.
— ¿En verdad harás eso?
— No— dijo él—, seguramente terminaré distrayéndome con algo. Soy muy distrayoso.
— Esa palabra no existe— dije.
— ¡Distrayoso!— dijo Bella.
— Ahora ya existe— dijo Ben.
— No creo que así funcione el mundo.
— Debería— dijo Ben—. La gente debería ir por ahí inventando cosas que hagan felices a todos. El mundo sería mejor así.
— Sería un caos— dije.
— Pero sería un caos feliz.
— Como tú— dije—. Eres un caos feliz.
— Por eso somos la mejor pareja del mundo— dijo él—. A ti te gusta arreglar y corregir cosas. Soy tu hombre.
— No deberías enorgullecerte de eso.
— No lo hago— dijo—. Lo que trato de decir es que... te necesito. Probablemente más que nadie.

Lo observé. Sonreí.

— Yo también te necesito— dije.
— Entonces quédate conmigo y no me dejes por más que te desespere mi estupidez. Sé que soy difícil. Logan lo decía mucho. Pero... contigo me siento menos complicado.
— Creo que te estás confundiendo— dije—. Yo soy muy complicado, por no decir insoportable.
— No me lo pareces— dijo—. De hecho, nunca me lo has parecido.
— Lo sé— dije—. De otra forma ya habrías salido corriendo. Pero es una lástima. Ya no tienes escapatoria. Estás oficialmente atrapado conmigo y no puedes devolverme.
— Me gusta estar atrapado— dijo.
— ¿En verdad? No lo creo. Probablemente te vas a arrepentir.
— ¿Y si eso no pasa?— preguntó él—, ¿Qué hago?
— Entonces supongo que puedes quedarte todo el tiempo que quieras.
— ¿Para siempre?
— Si quieres— dije un poco nervioso.
— Hasta que tengamos 1000 años.
— ¿Crees que viviremos tanto tiempo?— pregunté.
— Probablemente— dijo él, muy seguro—. Confío plenamente en eso.
— ¿Por qué?
— Porque voy a ser feliz para siempre— dijo—. No sé cuánto dura un “para siempre”, pero imagino que unos 1000 años. Tú estarás conmigo. Será un “para siempre” muy divertido.
— Supongo que sabes que si haces cosas que no me gustan voy a regañarte, ¿Cierto?
— ¿Eh? ¿Por qué?— dijo sorprendido—, ¿Acaso no tengo inmunidad a tus regaños apartir de ahora?
— Nadie jamás va a tener inmunidad a mí. Incluso regaño a mis padres.
— Entonces tienes un grave problema de regañadez.
— Esa palabra no existe.
— Si tú haces algo que no me gusta— dijo él pensativo—, ¿Puedo regañarte?
— Parece justo— dije.

Me observó. Duró unos segundos mirándome atentamente.

— ¿Qué está pasando?— pregunté.
— Intento encontrar algo que no me guste. Pero es muy difícil.
— No tienes que hacer eso ahora.
— Claro que sí— dijo.

Su hermanita salió corriendo. Me quedé esperando a que Ben pensara en algo.

— ¡No es justo!— dijo—, ¿Por qué tienes que ser tan perfecto?
— No lo soy para nada— dije—. Y te tardaste mucho. Tu hermana se fue.
— ¿Sabes qué significa eso?
— No— dije.
— Significa que estamos solos.
— ¿Y?
— No hay nadie más.
— Bella podría volver— dije.
— Entonces hay que besarnos antes de que llegue.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora