Cincuenta y cuatro

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— ¿Por qué Ben no salió contigo?— pregunté.
— ¿Lo asesinó?— preguntó Madie.
— ¿Por qué haría algo así?— le preguntó mi mamá.
— Porque Ben va quitarle a su único hijo, probablemente se casarán, se irán lejos y usted sólo los verá en navidad, dejándola sola y abandonada porque definitivamente Lou se olvidará de que existe hasta que sea lo suficientemente vieja y deba irse a vivir a un asilo de ancianos en donde no podrá ver a sus nietos porque no la dejarán salir como usted quisiera— dijo Madie.

Todos la observamos.

— Cielos— dijo mi mamá—, debí matarlo.
— ¿Qué?— dijo Ben, que iba saliendo.
— Ben— dije—, estás bien.
— ¿Por qué no debería estarlo?— preguntó él.
— Yo puedo responder eso— dijo Madie.
— No, así está bien— dije.

Miré a mi madre. Se veía tranquila, ¿Qué pasó ahí adentro?

— Tengo trabajo— dijo mamá—. Debo irme.
— Yo también— dijo el doctor Hermes—, te acompaño.

Se despidieron y los vimos irse.

— Tu mamá se ve bien— me dijo Madie.
— Lo sé— dije—, es aterrador.
— ¿Por qué?— dijo Ben—, ella es genial.

Lo observamos.

— ¿Qué te dijo?— pregunté.
— No te diré— dijo Ben.
— ¿Por qué?— dijo Madie—, ¿Te está amenazando de muerte?
— No, simplemente le dije que no le diría a nadie— dijo Ben.
— ¿En verdad?— dijo Madie enojada—, ¿Aún si te lo suplico?
— Acabo de ganarme a mi futura suegra— dijo Ben—, no lo voy a arruinar todo.
— Qué maduro— dije.
— Soy muy maduro— dijo Ben—. Pero ya es tarde. Debería ir a mi casa. Mi caricatura favorita empieza a las 8:00 pm.
— Entonces hay que irnos— dije.
— Yo quiero ir también— dijo Madie, pero tengo cosas qué hacer. Este lugar necesita más gente que trabaje.
— No voy a trabajar para ti, no insistas— le dije—. Tampoco Ben.
— Pues ustedes se lo pierden— dijo ella antes de irse por un pasillo.

Salimos del edificio. Llegamos a mi auto. Empecé a conducir mientras Ben me contaba la trama de su caricatura favorita. No podía dejar de pensar en lo que pudieron hablar mamá y Ben. Debió ser una plática intensa y muy inteligente como para que mamá se convenciera de que Ben era de confianza. Pero respeté que no quisiera decirme.

Conduje hasta su edificio. Subimos las escaleras hasta llegar a su departamento. Entramos. Ben encendió la televisión. El lugar estaba igual de desordenado que la última vez que estuve ahí. Se sentían como años pero habían sido apenas unas horas.

No podía evitar asustarme por todo lo que pasaría con mi vida. Ben apagó el televisor repentinamente.

— ¿Y tu caricatura?— le pregunté.

Él se sentó en el sofá y me indicó que lo hiciera también. Eso hice. Lo observé.

— No importa qué pase— me dijo, muy serio—, será bueno porque lo enfrentaremos juntos.
— ¿A qué te refieres?— pregunté.
— Te ves preocupado. Lo estás. Yo también lo estoy. Pero sé que lo que ganaremos valdrá más que todas las cosas pérdidas. Sólo imagina qué cosas buenas quieres que pasen y todo se verá mejor.
— ¿Por ejemplo?
— Yo pienso que quizá en el futuro podríamos vivir juntos— dijo él—. Entonces imagino qué quiero que exista en nuestra casa.
— ¿Cómo te imaginas eso?
— Imagino que tendremos una casa— dijo él pensativo—. Una enorme televisión para ver series, una casa del árbol y un estante con comida. No, ¿Sabes qué sería mejor? Que nuestros muebles tuviera compartimientos secretos en donde guardemos comida. Así si tenemos hambre y estamos en el baño, podremos comer.
— ¿Quién come en el baño?— pregunté entre risas.
— ¿Nunca te ha pasado que te estás bañando mientras escuchas música y de repente una canción te recuerda una comida?
— No, para nada— dije—, además, ¿Escuchas música mientras te bañas?
— ¿Tú no?
— No— dije.
— Entonces ya sé que más necesita nuestra casa: una bocina inalámbrica a prueba de agua para el baño.
— Me encantaría eso— dije—. También la casa del árbol.
— ¡Lo sé, siempre quise una!— dijo feliz.
— Sería lindo aunque no sé para qué utilizaríamos la casa del árbol.
— Para ver series— dijo Ben—. Tendrá su propia televisión. Y un estante con comida.
— Parece que sólo piensas en comer— le dije.
— No, también pienso en lo maragrandioso que sería que nuestro auto pudiera transformarse en un robot gigante. El tráfico ya no sería un problema.
— ¿Maragrandioso?— pregunté.
— Sí. Es algo mejor que maravilloso y grandioso. Como un auto robot. ¿Crees que tu auto pueda hacer eso?
— No lo creo— dije.
— ¿Ya le preguntaste?— me dijo.
— No, eso no— dije—. Sólo le hago preguntas de rutina normales. Ya sabes, cosas como “¿Qué tal tu día?” y “¿Cómo está tu familia?” No nos tenemos tanta confianza como para rebelarnos secretos.
— Qué mal— dijo él—. Pensé que tú y tu auto eran más unidos. ¿Qué tan cercano eres con la lavadora?
— Mucho— dije—, casi como tú y tu laptop.
— No digas eso, me voy a poner celoso— dijo.
— ¿Tienes celos de mi lavadora?— pregunté.
— Sí. Es muy bonita y sabe lavar ropa— dijo Ben.
— En cinco diferentes niveles de lavado— dije.
— No puedo competir con eso— dijo Ben—. ¿Crees que te podrías enamorar de ella?
— Me atrevería a decir que no— dije—. Ella sabe que estoy en medio de algo ahora así que creo que planea invitar a salir al secador.
— Dile que si eso no funciona yo puedo presentarle a mi lavadora— dijo Ben—, sólo funciona en tres diferentes niveles de lavado pero también seca la ropa.
— Tu lavadora es un buen partido— dije.
— Sí, no sé porqué no me ha invitado a salir. Quizá no somos compatibles.
— Me agrada escuchar eso— dije.
— Sí, tienes suerte.

Nos observamos. Definitivamente pensar que podría estar con Ben hacía que las cosas parecieran mejor.

— Quizá deberíamos besarnos— me dijo—, pero en silencio porque mi refrigerador podría escucharnos y es muy chismoso, le contaría a los otros electrodomésticos y se armaría un escándalo.
— Sí— dije—, no podría vivir sabiendo que el microondas sabe de nosotros.

Nos reímos. Me empezaba a ilusionar el futuro.

Ben estaba por decir algo cuando su teléfono empezó a sonar. Lo tomó. Se levantó y caminó por la habitación mientras contestaba. Al parecer era su mamá. Parecía decirle algo importante. La llamada terminó.

— ¿Quién era?— pregunté.
— Mi mamá— dijo.
— ¿Quería saludarte?
— No— dijo Ben, parecía serio—, quería preguntarme si no estaba por ahí ya que al parecer se había encontrado con Logan.
— ¿Con Logan?— pregunté—, ¿Qué hace ahí? Mañana tenemos clase.
— No lo sé. Mi mamá lo vio hace poco. La saludó pero se fue. Supongo que debió irse a su casa después de lo de esta tarde.
— Pero ¿Para qué?— pregunté.

Nos observamos. La respuesta era muy obvia.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora