Treinta y cuatro

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Al día siguiente, ya en el lugar del concurso, sentía que mi estómago me dolía. Estaba demasiado nervioso. Y no era el único. Victoria había vomitado por los nervios. Connor estaba con ella. Ya casi era su turno. Fui a buscarlos.

— Profesor Callahan— me dijo Connor—, no creo que Victoria...
— Estaré bien— interrumpió ella, que estaba sentada en una banca—. Tengo que hacer esto. Mi familia vino aquí para verme.
— Pero te ves mal— dijo Connor.
— Tengo que hacerlo— dijo ella.

Connor me observó. Le indiqué que se acercara a mí. Le susurré que me dejara solo con ella. Él accedió y se fue. Me senté a su lado.
Miré el entorno. Afuera, había un jardín hermoso. El día estaba soleado. Hacía viento, mucho.

— Es un buen día— dije.
— Si perdemos por mi culpa no— dijo ella.
— Si perdemos no será por tu culpa— dije.
— Si arruino todo por mis nervios sí lo será.
— Pero eso no pasará. Porque no estarás nerviosa.
— Estoy nerviosa.

Me observó. Se veía pálida.

— Por supuesto que estás nerviosa— dije—, ¿Cómo no estarlo? El trabajo de meses de muchas personas depende de ti en este momento. La reputación y prestigio de la escuela está en tus manos. Me atrevería incluso a decir que mi futuro depende de el éxito de este proyecto.
— ¿Está tratando de animarme o de asustarme más?— me preguntó.
— Ninguna de las dos cosas— dije—. Probablemente todos te han dicho que te relajes y que todo va a salir bien. Pero yo no te diré eso. Quiero que sepas que lo que vas a hacer es importante. Es difícil y nadie ha dicho que será bonito, o que vas a disfrutar hacerlo. Pero dependemos de ti. No confiamos en ti a la ligera. Has trabajado duro por esto, igual que todos. El proyecto está en buenas manos. Ve ahí y da lo mejor de ti. Es todo lo que puedes hacer por nosotros y por ti ahora.
— ¿Si no funciona? ¿Si en realidad resulta que no trabajé tanto como debí?
— El proyecto es un trabajo de equipo— dije—. Si no ganamos es porque nuestro trabajo no fue suficiente. Pero será culpa de todos. Sin embargo, no creo que vayamos a perder. Me siento confiado. Sí, sé el nivel de competencia que tenemos y lo que significa para todos esto. Pero estoy muy confiado. No sólo yo. Todos.
— Pero yo...
— Confiamos en ti— dije—. Tenemos altas espectativas. Es porque creemos que tú puedes con ellas. ¿Tú también lo crees?

Me observó. Bajó la mirada. Hacía mucho viento, sus cabellos volaban.

— No quiero perder— dijo.
— Entonces has lo mejor que puedas— dije—. No dejes que nadie más sea mejor que tú. Puedes hacerlo. Lo sabes. Estás preparada. Los nervios son sólo una muestra de que sabes lo importante que es esto. Concéntrate y da lo mejor.
— Eso haré— dijo, se levantó. Se veía nerviosa pero al menos ya tenía voluntad.
— Te estaré apoyando— dije.
— Naturalmente— dijo ella—, es mi profesor.
— No, esta vez no— dije—. Te apoyaré como amigo.

Sonrió. Apareció Connor.

— Ya van a empezar— nos dijo.
— Estamos listos— dije.

Ella caminó hacia el lugar.

— Espero que me observes, Connor— le dijo ella—, porque cuando ganemos te quedarás sin palabras.

Sonrió altaneramente y entró. Connor me observó confundido.

— Entremos— dije.

Las presentaciones del proyecto empezaron siendo muy intensas y tomaban mucho tiempo. El jurado calificador parecía implacable. Estaba formado por grandes personalidades del mundo científico. Del otro lado del lugar, pude ver a mi padre, con su equipo. Se distinguían porque su universidad usaba uniforme. Recordé como odié usar ese uniforme.
Parecían distantes. Estaban todos estáticos, como estatuas. Probablemente les habían dicho que estuvieran quietos. En esa escuela eran muy disciplinados.
Nada que ver con mis alumnos, que conversaban entre ellos. Todos estaban tratando de darle consejos y apoyo moral a Victoria. Ella conversaba con ellos feliz. Parecía menos nerviosa. Me tranquilizaba verla así.

El tiempo pasaba. Mi estrés aumentaba. Veía proyectos increíbles. Pero confiaba en el nuestro. Miré de reojo un par de veces más a mi padre. Sus facciones duras me hacían pensar que no estaba a gusto. O quizá sí, tal vez no tenía alguna otra expresión facial además de esa, en la que siempre parecía enojado.

Le tocó el turno a Victoria. Respiré profundo. Pero me mantuve imperturbable. La observé. Ella me observó un par de veces. No parecía nerviosa. Parecía en verdad confiada. Tanto que todos en verdad se convencían de lo que decía. Me sentía nervioso pero emocionado. Esa presentación era demasiado satisfactoria... tanto que tuve ganas de girarme y decirle a alguien que teníamos muchas posibilidades de ganar... pero no había nadie a quién decirle. Inmediatamente pensé en Ben.

Imaginé que si todo hubiera seguido su curso, él estaría ahí conmigo, igual de nervioso y emocionado. Aún saldría conmigo.
No pude evitar entristecerme al pensar en eso. Tenía que solucionar eso. Seguía sin saber cómo... pero debía hacerlo.

Después de un rato, la presentación terminó. Mis alumnos festejaban como si ya hubieran ganado. Sonreí. Se sentía como si hubiéramos ganado. Victoria fue hacia nosotros.

— ¡Me siento poderosa!— dijo.

Todos la felicitaron.

— Bien hecho— dije.
— Gracias— dijo—. ¿Y Connor? Tengo que ir a humillarlo.
— Se fue hace un rato— dije—, creo que iba con... ¿Humillarlo?
— Tengo que aprovechar que me siento poderosa— dijo ella—. Le mostraré que soy muy superior a él. Creo que ya sé con quién fue. Si me disculpa, iré a buscarlo.

La observé irse. Jamás entendí la relación odio-amistad que tenía con Connor. Parecía que competía con él pero al mismo tiempo eran buenos amigos. Sonaba como algo verdaderamente problemático.

Después de un rato, le tocó el turno al equipo de mi padre. Era un proyecto genial. Bien planeado. Miré a papá muchas veces mientras él observaba su presentación. Su cara daba miedo. Tanto que creo que en lugar de inspirar confianza a su presentador, lo ponía más nervioso. El chico se tropezó un par de veces, se equivocó de palabras y en dos veces pareció que se quedó en blanco.

Terminaron las presentaciones. El jurado analizaría los proyectos por separado y se encargarían de deliberar. Sólo nos quedaba esperar.

Mientras mis alumnos festejaban a mi alrededor, yo observaba a papá. Ya no me daba miedo. Es más, ni le guardaba rencor. Era como si de repente ya no sintiera nada.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora