Selena.
El humo de mi cigarro se desprende hacia arriba. Doy calada tras calada. Necesito desahogarme.
La noche está adentrada. La pequeña brisa que entra por la entreabierta ventana, agita las cortinas y retumba en las persianas. La poca luz que alumbra la habitación es tan solo una pequeña lámpara de noche que tengo a mi lado.
Sombras en las paredes y la forma del humo desprendiéndose hacia arriba.
Mi vicio había sido culpa de él. Como casi todo.
Todo esto que ha pasado es algo confuso y no estoy segura por dónde empezar.
Suelto el cigarro en el cenicero y, tras soltar el humo de aquel cigarro una vez más, me auto convenzo para coger el bolígrafo y comenzar a escribir.
Agito mi cabeza y recojo de nuevo los mechones que se me han escapado de mi alta coleta.
No puedo comenzar aún.
No tengo el valor suficiente siquiera para saber el qué puedo explicar.
Me miro mis muñecas que están cubiertas por pulseras y, ahora, paso mis manos por los ojos.
Estaban tardando mucho en empañarse. Aspiro fuerte por mi nariz y me limpio el rostro de las lágrimas que lo han bañado.
“Está bien” Me digo. “Tú puedes”
Encajo bien los folios y coloco la tulipa hacia ellos. Dos bolígrafos completamente llenos para no perder tiempo y poder expresarme.
Me armo de valor suficiente por fin y destapo el primero de los dos. Coloco la tapadera en la parte trasera del bolígrafo y lo acerco al papel.
Aquí empezaba todo. Aquí comenzaba a recordar.
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Era una noche cálida de algún mes de verano. No recuerdo bien. El motor del coche sonaba insistente.
Parecía viejo y en poco tiempo, iría al desguace. El hombre miraba por el retrovisor de vez en cuando, pero ninguna de las dos quisimos darle importancia.
-¿Estás bien? – La voz de mi amiga salía y entraba por mis dos oídos.
-No, no lo estoy. – Contesté.
-No va a pasar nada. – Me tranquilizó.
Su suave mano rozó mi pierna.
-Te dije que no hacía falta que me acompañases. – Musitó.
-Grace, estoy aquí.
El rostro casi pálido de mi amiga sonrió. Sus hoyuelos se marcaron en su cara y las comisuras de sus ojos se arrugaron.
-Gracias. – Musitó en tono tranquilizante.
Mi respiración aún no cesaba. En ningún momento pensé que esto me fuese a poner tan nerviosa.
Y todo por culpa de Adam, el hermano mellizo de Grace. Su mundo era paralelo al nuestro. Completamente opuesto. Se movía con la gente de la zona más conflictiva de la ciudad y su vida solo se basaba en drogas, alcohol, peleas, carreras…
-Será la última vez. – Añadió culpable Grace. – No pienso salvarle el culo ni una sola vez más.
La miré. La rabia se apoderaba de sus ojos perfectamente claros. Mi labio girado intentaba articular palabra que pudiese consolarla.