Capítulo 24

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Estaba en la puerta de Josh, esperando a que ese chico se dignase a abrirme.

Algo dentro de mí se sentía raro consigo mismo. ¿Por qué nos besaríamos ayer? La duda perturbaba mi mente.

Ni siquiera sabía yo misma hasta donde quería llegar besándole, quizás en forma de agradecimiento, o quizás porque su confesión lo llamó. Sin embargo, no podía negar que me había gustado besarle. Me había gustado besar a Josh.

-Buenos días. – Musitó él abriendo la puerta, con una amplia sonrisa.

-Hola. – Contesté yo también sonriente.

El chico se hizo a un lado y ensanchó la mano para ofrecerme pasar. Le miré con la constante sonrisa y pasé de nuevo.

-Vine a por mi ropa. – Le informé.

-Sí, algo de eso me dijiste ayer.

Miré al suelo cuando pronunció esa frase. Ayer. Anoche. El beso.

-¿Qué tal has dormido? – Preguntó.

-Bien. Echaba de menos mi cama.

El chico sonrió al escuchar esa positiva respuesta.

-Sube arriba. Ahí está tu ropa. – Propuso.

Acepté su sugerencia y comencé a subir las escaleras para llegar a la habitación que Josh me había adquirido por unos días.

Abrí la puerta y cogí mi maleta.

-La ropa nueva está en el armario. – Contestó. – La lavé y la planché.

Miré detrás de mí y ahí estaba Josh, informándome de lo que había hecho con la ropa.

-Gracias. – Agradecí.

Abrí el armario y saqué toda la ropa posándola encima de la cama. Después, subí la maleta con ayuda de Josh y la abrí para colocar todo.

-¿Qué tal está tu madre? – Preguntó mientras me ayudaba a meter la ropa.

-Bien. – Contesté. – Feliz.

-No lo dudo. Debe de estarlo.

Sonreí mientras no quitaba el ojo de la maleta, al igual que él. Parecía querer empezar la conversación tan tabú que parecía ser.

-Esto… - Pronunció Josh.

Por un momento miré sus ojos azules que miraban hacia abajo.

-¿Sí? – Repliqué.

-Creo que me debes algo…

Me incorporé y le miré preocupada. Segundos después el me imitó y se puso enfrente de mí.

-¿El qué?

-Una cena con ese fantástico vestido blanco tan entallado.

Sonreí al ver que el chico estaba bromeando. Asentí con la cabeza aceptando esa cita tan disimulada que sabía pedir Josh. Era lo menos que podía hacer.

Regresé a la maleta y coloqué por último todo. La cerré y la bajé, de nuevo con la ayuda del chico, al suelo.

Le sonreí mientras ambos nos ayudamos a bajarla por las escaleras y a atravesar la casa para llegar a la salida.

-¿Quieres que te lleve a casa? – Preguntó.

-No, no hace falta, pagaré un taxi.

El chico rió sarcásticamente y se metió un segundo para adentro, entornando la puerta sin soltarla. Segundos después apareció con un par de llaves en las manos. Cerró la puerta detrás de él y comenzó a andar hacia el coche, pulsando el botón del mando para que las luces se prendiesen.

El pasado nunca se rinde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora