Capítulo 61

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Esa voz no  puede ser de otra persona que no sea él…

Levanto poco a poco la cara y le miro. Él está peldaños más arriba que yo, cogiéndome de las manos y mirándome, con una sonrisa picarona.

Le suelto de las manos inmediatamente y bajo unos cuantos peldaños para darme tiempo a asumirlo.

Mi garganta me duele, pues las cuerdas vocales deben estar entrelazadas para que mis palabras no salgan. Quizás mi valentía se había arrojado escaleras abajo, como yo estoy haciendo poco a poco.

¡Oh, Dios mío! Joder. Joder. Está aquí. Joder. Está cogiéndome las manos.

Las lágrimas no pueden controlarse y salen disparadas de mis ojos, junto a un par de pucheros y un auto reflejo de abalanzarme sobre sus hombros.

El chico me recibe con sus brazos abiertos y apoya una de sus manos, abiertas, en mi espalda mojada.

-Dios mío, eres tú. – Exclamo. – Eres tú.

El chico suelta una sonrisa y me aprieta más fuerte.

-¡Joder, Harry! – Le regaño.

Me alejo de él y le miro. Esa sonrisa, esos ojos.

-¿Qué? – Pregunta, sonriente.

-¿Por qué me has hecho tanto de sufrir? – Pregunté.

Frunzo el ceño y le suelto. Le miro de mala gana y subo los cuatro peldaños que me quedan hasta llegar a la puerta.

El chico hace lo mismo, y cuando se pone de pie y viene tras de mí hasta el rellano, me doy cuenta de que va vestido con una chaqueta de cuero negra. Le miro sorprendida y él entiende mi reacción.

-¿Por qué te he hecho sufrir? – Pregunta ignorando lo demás.

-¿Acaso te parece poco? Acabo de venir del puto aeropuerto, Harry.

El chico se sorprende y alza las cejas en forma de asombro. Yo le miro con los ojos cristalizados y contengo mis ganas de gritar que por fin le tengo a centímetros.

Oh, Dios. Esto es demasiado. Creo que aún no me estoy dando cuenta de que le tengo ahí de nuevo. Incluso ahora que le miro con su media sonrisa y con sus ojos más azulados y llenos de esperanza que nunca, me doy cuenta de que sus rizos caen elegantemente por la frente, como en el pasado.

-¿Del aeropuerto? – Reclama, sorprendido.

-Sí, del aeropuerto.

Mi tono suena seco y cortante. No, no quiero demostrar ese aspecto de mí. No quiero, pero me es inevitable.

Ese chico es por la persona que peor lo he pasado en la vida. Me ha hecho hacer locuras hasta cansarme y ahora viene aquí como si nada hubiese pasado. ¡Le he comprado una casa! ¡Una maldita casa para hacerme sufrir tanto!

Maldito cabrón, he pasado noches en vela, con el corazón en un puño, con mi estómago cerrado y sin ganas apenas de hacer cosas tan sencillas como respirar o pestañear.

Sigue mirándome a través de la tenue luz del rellano y yo me giro hacia la puerta para introducir la llave en la cerradura.

-¿Me vas a contestar? – Pregunta, produciendo eco.

Le miro y veo que su sonrisa ha desaparecido, pero aún así, su gesto serio y decepcionado sigue creando una gran impresión en mí.

-¡Es que te quiero matar! ¿Sabes todo lo que he sufrido y hecho para que horas antes de perderte para siempre, estés aquí delante de mí?

El pasado nunca se rinde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora