La mirada rabiosa de Harry se levantó hacia mi cuando una gota de sangre procedente de mi mano aterrizó en el suelo.
Después, miró sus puños llenos de sangre. Su mirada estaba perdida. Se levantó ante mi mirada expectante, limpiándose la boca con su brazo.
Dio pasos lentos hacia mí, pero yo lo único que pude hacer fue retirarme de él, presionando en mi herida.
-Sel...- Musitó.
-Aléjate de mí, Harry.
-No, por favor. Déjame mirar tu herida.
-Me das miedo, Harry. Aléjate.
El chico parecía ansioso por ver mi herida, pero la frase que le acababa de decir, le había dejado totalmente helado.
-¡Dios mío! ¿Qué ha pasado aquí?
Una mujer exclamaba eso mientras acudía apresurada hacia Liam, quien estaba intentando levantarse.
Su cara estaba bañada en sangre y el chico solo se pasaba su mano por la nariz, mirando la espalda de Harry.
-Perdóname, Selena. – Suplicaba.
Le miré con odio e ignoré su perdón. Con mi mano aún en la herida, pasé por su lado y me agaché a ver a Liam.
-¿Qué ha pasado? – Preguntaba la mujer ayudando a Liam a limpiarse esa sangre. – Quizás debamos llamar a la ambulancia.
-No, señora. Estoy bien. – Dijo entrecortadamente él.
Le miré a los ojos y él me intentó mostrar tranquilidad. Una tranquilidad que estaba muy alejada de lo que yo sabía que había pasado.
-¿Y a ti que te ha pasado? – Preguntó de nuevo la mujer, sobresaltada por la sangre que salía de mi herida.
-Nada, un simple rasguño. – Contesté.
La mujer tiró de mi mano y observó la herida.
-No te lo toques, puede que te lo infectes. – Informó rebuscando un pañuelo en su bolso.
Tras rebuscar durante segundos, sacó un clínex y me lo tendió, abriéndolo encima de mi mano y tapando la herida haciendo un pequeño lazo con él.
Un golpe a un metal se escuchó a lo lejos. Harry estaba alejándose, iba en dirección a su moto. Sus manos reposaban en su nuca y parecía estar desesperado.
Miró una vez más hacia aquí y yo retiré corriendo mi mirada, escuchando como encendía el motor y se alejaba por esas oscuras y frías calles subido a esa moto.
-Se puede marchar, señora. – Susurró Liam. – Y tú también puedes, Selena.
-¿Estás loco? – Pronuncié mirándole. - No pienso dejarte aquí solo así.
-¿Quieres ir al hospital? – Insistía la mujer. – Tengo el coche aquí al lado, puedo llevaros.
-No, no. – Negó Liam. – Muchas gracias, señora. Esto con agua oxigenada se cura.
-Yo le cuidaré. – Interrumpí a Liam. – Puede marcharse tranquila.
-Está bien. Me marcho porque sé que te dejo en buenas manos. – Comentó la señora pasando su mano por mi pelo. – Espero que no sea nada. ¡Hay gente tan desarmada mentalmente!
-Y qué lo diga… - Apoyó Liam.
-Buenas noches, chicos. – Dijo levantándose. -¡Ah! Por cierto. Tomad.
Rebuscó de nuevo en su bolso y sacó un paquete de toallitas.
-Como llegues así a tu casa tu madre se asustará. – Dijo la mujer tendiéndonos el paquete.-Recupérate pronto, cielo. – Musitó alejándose un poco de nosotros, agitando la mano.