-¿Dina? – Pregunto.
-¿Sí? – Replica ella.
-Soy Selena. – Digo.
-Hola, cielo. ¿Quieres algo? ¿Alguna duda o…?
-No. No es nada de eso. Quiero pedirte un favor.
-Mmm, sí. Claro. Dime.
-Lleva a Harry a la puerta de su antiguo portal, con los ojos tapados. Por favor. Hazlo.
-¿Puedo preguntar para qué?
-No. No hay tiempo de explicaciones. Invéntate lo que sea, lo primero que se te venga a la cabeza. En media hora tiene que estar aquí, por favor.
-Está bien, está bien. No entiendo por qué tanta histeria.
-Ya lo entenderás.
Cuelgo el teléfono y oigo el timbre de la puerta.
Atravieso corriendo el pasillo intentando no caerme, apoyándome en las paredes de gotelé.
Mis pies se frenan al llegar al pomo de la puerta. Abro.
-Buenas tardes, señorita. – Dice un hombre elegante y vestido de negro.
-Buenas tardes. – Digo mientras sonrío.
Me aparto y le abro paso. El hombre me sonríe y pasa mientras que yo sigo su aroma. Huele muy bien.
-Al final. – Le digo.
El hombre se echa a reír y yo frunzo el ceño.
-Conozco mejor esta casa que la mía propia. – Dice, mientras anda hasta el salón.
Giro el labio y me culpo por no haberme dado cuenta de que él vendía esta casa.
-Tome asiento, por favor. – Le digo.
El hombre retira la silla y se sienta en la mesa para seis personas. Yo hago lo mismo con la silla de enfrente.
Grace salta del sofá y se sienta a mi lado. La sonrío cómplice y sin saber muy bien qué diablos estoy haciendo.
El hombre abre el maletín encima de la mesa y saca unos papeles.
-Traje lo que pidió. – Dice.
-Sí, muchas gracias, señor.
Saca un taco de folios y los cuadra antes de dejarlos encima de la mesa. Después, abre el bolsillo exterior del maletín y saca un boli, pulsando la parte trasera para que salga la punta.
-Puede leerlo. – Dice. – Ahí abajo pone el precio final.
-Sí. – Digo. – Perfecto.
Abro el baúl que hay en el centro de la mesa y saco un taco de billetes. Los pongo enfrente y los voy revisando, pensando en la hipoteca que tendría toda mi vida. Pero da igual. Prefiero tener encima una hipoteca a arriesgarme a perder al amor de mi vida.
El hombre coge el dinero que yo le tiendo, con miedo, y sonríe mientras que lo cuenta.
Miro como su cara es algo triste y su gesto cansado. Frunzo el ceño pensando en que los años acaban con todo, incluso con la felicidad. ¿Tendrá mujer, hijos? Encojo mis hombros mientras que pienso que ese hombre, quizás, es así de infeliz porque no quiso arriesgar a declararse cuando de verdad podría haberlo hecho. ¿Y si por miedo no le dijo a la chica que de verdad quería que estaría en todo momento con ella? Sigo mirándole a los ojos, concentrada en mi mente.
-Señorita. – Reclama.
-Selena. – Me dice Amy, acompañada de un codazo.
-Sí, sí. Perdonad.