Sentados viendo algún que otro programa en la televisión. No sabíamos de qué trataba, pues ambos teníamos la mente puesta en otro lugar.
-¿Te pasa algo? – Preguntó Harry esquivando el silencio. – Estás… pensativa.
-No, no. – Negué con la cabeza. – No me pasa nada.
El chico sonrió a mi respuesta y extendió su mano para que yo la entrelazase con la suya.
Me miraba con sus ojos intimidantes. Mi sonrisa aún permanecía en mi rostro.
-Sigues teniendo ese gesto tan inocente… - Musitó.
-¿Enserio?
-Sí. Aun que pienses que has aprendido mucho, no es así. Aún te queda mucho por aprender. – Dijo. –
Además, sin la chaqueta de cuero pareces de nuevo buena.
Un alivio corrió por mis venas cuando escuchó a Harry decir eso. ¿Enserio todavía seguiría manteniendo esa apariencia de niña inocente?
Mi mirada se desvió hacia el suelo donde estaba la moqueta color azul, adornando el parqué tan antiguo.
-¿Crees que algún día podré volver a ser como era? - Pregunté tras un largo silencio.
-¿Cómo eras?
-Ya sabes. Tan inocente, centrada…
Harry frunció el ceño sin dirigirme la mirada.
-¿Acaso estás mal siendo como eres ahora? – Preguntó.
-No, no es eso. Solo que a veces echo de menos el llevar una vida tranquila. Sin drogas ni alcohol. Incluso hay días que echo de menos a mi madre…
-¿Por qué dices eso ahora? Tu madre no te echará de menos, sino hubiera intentado contactar contigo.
-Y lo ha hecho. He sido yo la que nunca ha querido contestarle a ninguno de los mensajes ni llamadas. Ella no sabe donde estoy, o eso creo.
Un silencio incómodo de nuevo. Mi mano notó como la de Harry dejó escapar fuerza, sin soltarse de la mía.
-A veces creo que no es lo suficientemente valiente para venir a buscarme y pedirme perdón. Y creo que me necesita... – Añadí.
-¿Crees de verdad que te necesita? Yo lo dudo.
Miré frunciendo el ceño a Harry. Una madre siempre necesita el cariño de su hija, y una hija siempre necesita el cariño de su madre. No sé qué mosca le habría picado.
-¿Y tu madre, Harry? ¿Acaso la conoces? – Le pregunté saliendo del tema.
-No.
Su gesto se volvió frío cuando le pregunté eso. Su mano soltó definitivamente la mía y se introdujo en su bolsillo, buscando el paquete de tabaco.
-Murió meses después de que yo naciera. – Informó prendiéndose el cigarro. – Me crié con mi abuelo, porque mi padre desapareció después de la muerte de mi madre.
Mi gesto era atento a la confesión de Harry.
-Lo único que sé es que tengo dos hermanas más, y que él ahora es un gran empresario.
El chico resopló mirando hacia otro lado mientras recordaba las aparentes duras escenas de su infancia.
-Ese hijo de puta me dejó solo con mi abuelo, el que murió cuando yo tenía dieciséis años. A partir de ahí fue cuando empecé a dejar de ver el sentido a la vida. La persona que más quería había desaparecido, me dejó solo. Mis días eran siempre iguales: Negros. Oscuros. Pasaban siempre con la misma rutina. Dejé mis estudios, mis amistades, mis aficiones… Dejé todo. No le veía sentido a nada.