-No, gracias. – Me negué.
El chico arqueó las cejas cuando me negué definitivamente a probar el cigarro.
Después, se acercó la colilla a sus labios y de nuevo aspiró hacia adentro.
-¿Nunca lo has probado? – Preguntó reteniendo el humo en su garganta.
Ladeé la cabeza y miré el suelo inocente.
El chico sonrió. Después soltó el humo.
-Yo lo hago demasiado. – Añadió.
Arqueé las cejas en forma de evidencia y, de nuevo, miré al suelo entrelazando mis manos, poniéndolas delante de mi cuerpo.
El chico parecía estar mirándome, de nuevo apoyándose en el muro.
Levanté la mirada y le vi sonriente. Me estremecí cuando sus ojos chocaron directamente con los míos.
-Yo… me voy a casa. – Dije.
-¿Ya? ¿No te quedas un rato?
-No. Me tengo que ir.
-Entonces, te acompañaré. Este lugar es algo peligroso.
-No hace falta.
-Insisto.
Cogí aire. La insistencia de ese chico hizo plantearme si de verdad podría decirle que no. Pero pareció intimidarme lo suficiente como para impedir que mi boca crease un monosílabo de negación.
El chico sonrió gracias a mi paralización. Sus rizos moviendose en su cabeza cuando esta se agitó.
-Vamos, te llevaré en la moto.
-¡¿Qué?! – Exclamé. –No, no. Mejor me voy sola, Harry.
-Me llamaste Harry. – Pronunció sonriendo.
Fruncí el ceño y le miré asintiendo.
-Queda bonito mi nombre en tu boca. - Añadió.
Me ruboricé al escuchar eso. Parecía que ese chico sabía perfectamente qué hacer para esquivar un tema.
-Me iré en taxi. – Insistí.
-No lo harás. Te llevaré.
Comenzó a andar. Miré sus botas enormes y negras pisar el asfalto tan desgastado, con marcas de ruedas de motos.
Me desplacé rápidamente cuando escuché aparecer dos motos en frente de mí. El rugido de los motores me avisó y pude desplazarme a tiempo.
Mi boca entreabierta miró al final de la siniestra y oscura calle, siguiendo el camino de las motos. Esos chicos no llevaban casco e iban a máxima velocidad.
Sin embargo, el sonido de un eco al final de esa calle, me hizo intimidarme y apresurar el paso hasta donde Harry estaba.
Sonrió cuando me situé a su lado.
-Creo que odias esto. – Musitó riendo.
-No lo hago. – Contesté.
El chico comenzó a andar hacia el círculo donde siempre había una gran cantidad de gente.
Mi mirada se desplazaba detrás de ese torso vestido con una chaqueta de cuero y decorado con una camiseta ancha blanca, mostrando su tatuaje en la parte de la clavícula.
-Te intimidan. – Comentó.
Le miré con los ojos abiertos y encogí mis hombros.
-No estoy acostumbrada a sitios como este. - Contesté.