Aún seguía en shock. En mi casa solo se escuchaba el coordinado sonido del reloj. Mi mente estaba aturdida. Mi padre se había marchado a un lugar desconocido, dejándonos a mi madre y a mí solas, sin siquiera despedirse de ninguna. ¡Una maldita carta!
Y mi madre… mi madre prefería irse, huir de todo. Abandonarme, porque eso hacía.
Mi respiración no podía calmarse, mi estado de nervios parecía estar agitándose. Necesitaba algo que me calmase. Necesitaba algo.
“-¿Estás segura de que no quieres? Te tranquilizará” “-Una calada solo.”
Esas frases aparecieron como flashes en mi mente. Harry me había dicho que los cigarros tranquilizaban, y yo necesitaba tranquilizarme.
Aparté a Bruce de mis piernas y comencé a apresurar mi paso hacia la planta de arriba. Entré en la habitación de mis padres y me dirigí inmediatamente en los cajones.
Tiré de ellos esperanzada de encontrar un paquete de tabaco. Todos estaban completamente vacíos.
Un clavo pareció clavarse en mi estómago cuando se percató de que mis padres habían desaparecido y, ¿Quién me aseguraba que no para siempre?
Mis lágrimas ahora se escapaban desbordadas mientras miraba en los cajones del armario. No había rastro de ningún paquete de tabaco.
Bajé corriendo a la cocina y observé por toda ella. Giré mi cabeza a ambos sentidos y abrí los cajones de los cubiertos, sin éxito. Hice lo mismo con los demás cajones.
No había rastro de esa droga que mi cabeza estaba necesitando.
Mis manos tiraron ahora de la puerta del mueble que había encima del fuego.
Mi pecho pareció calmarse cuando encontró una caja con al menos cinco paquetes de tabaco. Sonreí abriendo uno rápidamente y poniéndomelo en la boca.
No tenía tiempo para buscar un mechero, así que cogí una caja de cerillas y lo prendí.
La tos de nuevo invadiendo mi garganta. No sabía fumar, estaba claro. Pero era el único método de tranquilizarme.
Mis pulmones invadiéndose de humo, de droga. Mi sangre contaminándose y mi cabeza tranquilizándose.
¿Qué más daba si me drogaba? ¿Ahora a quién le iba a importar? ¿A unos padres que sólo servían para abandonarme? Inútiles.
El timbre de mi casa sonó. Subí la mirada de la encimera de la cocina cuando lo escuché. Bruce ya había acudido a ladrar a la puerta.
Me dirigí dando caladas intensas a ese cigarro. Parecía que ya estaba mejorando.
-Bruce, apártate. – Mandé.
Cogí el pomo de la puerta y tiré de él, soltando el humo hacia el exterior, sin percatarme que había ido a parar a ella.
-Grace… - Pronuncié.
La chica se quedó paralizada cuando me vio con el cigarro en la boca.
Se dio media vuelta y comenzó a bajar los escalones de mi casa.
-Espera, Grace. Grace. – Exclamé mientras arrojaba la colilla al suelo, pisándola.
Mis piernas comenzaron a correr detrás de ella, situándose en frente, impidiendo su continuo paso.
-No te vayas, por favor.
La chica comenzó a cambiar su gesto por uno de enfado y ladeaba su cabeza.
-No puedo creerme esto, Sel.
-No lo entiendes. Tengo razones para hacerlo.
-Mi madre me ha llamado contándome lo que ha pasado. En cuanto me he enterado he salido disparada del trabajo, jugándome un despido. ¿Para qué? ¿Para ver a mí amiga drogándose?