Capítulo 54.

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-Te quiero. – Susurraba.

Aún no podía creerme lo que mis ojos estaban viendo. El chico de los ojos verdes estaba delante de mí, confesándose, de nuevo y más sincero que nunca.

-¿Y qué pasa con todo lo que me dijiste en el hospital? – Pregunté, alarmada.

-Olvídalo, ¿vale? Yo te quiero.

Fruncí el ceño y le miré, pero en ese momento, lo que menos me preocupaba era el por qué de su repentino cambio de humor.

Estábamos en su casa de Inglaterra, era algo rústica.

Yo sentada en la isla de la cocina, en un taburete, y él agarrando mis manos desde el otro lado. Me miraba directamente a los ojos mientras yo pestañeaba para darme cuenta de que él existía de verdad.

Su dedo pulgar acariciaba los nudillos de mis manos, y yo me estremecía.

La única luz que nos alumbraba era la de la campana de la cocina, una luz algo amarillenta.

Su sonrisa era lo único completamente blanco que encontraba en esa cocina, incluso los platos eran de tonos similares al beige y crema.

-Nunca dejes que te pierda. – Me exigió. – No quiero perderte.

-No lo harás.

Una música que venía del casete del salón se escuchaba. Una música tranquila y ambiental.

La llama de la vela que estaba encima de la encimera bailaba gracias al aire que entraba por la ventana, que a su vez, agitaba las cortinas.

Un chirriante sonido se metió de lleno en mis oídos. Fruncí el ceño porque era algo incómodo.

-El horno. – Dijo.

Soltó mis manos y se alejó dándose la vuelta y colocándose unos guantes de cocina en las manos. El olor a comida se podía apreciar, y era delicioso.

Su sonrisa junto a su tupé y a su jersey de lana iluminaba su rostro. Estaba precioso.

Vi como se acercaba al horno y, con sus manos, lo abría. Pero el sonido chirriante seguía en mi mente.

De repente sentí como mi cuerpo daba botes en el taburete, y él me miraba preocupado.

Se acercó rápidamente a mí y, por poco, pude escuchar como en un grito ahogado, me decía que me quería.

-Cielo. Cielo. 

Alguien agitaba mi cuerpo desde los hombros. Preocupada, abrí los ojos y miré a todo mí alrededor.

En mi frente, se encontraba mi madre.

¿Y la cocina? ¿Y Inglaterra? ¿Y la cena?

-¿Y Harry? – La pregunté, con inercia.

Mi madre se levantó de la cama y se dirigió hacia la ventana, corriendo un poco las cortinas y subiendo la persiana.

-Sigue en el hospital. – Contestó, fríamente.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿Todo lo que había pasado no existía?

-Bob me llamó anoche, después de que te acostarás. – Me informó, acercándose a mí.

Me incorporé en la cama y me apoyé en el cabecero, viendo como la mujer de nuevo venía hacia mí y se sentaba en el filo.

-Harry no podrá jugar en un tiempo.

El pasado nunca se rinde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora