El taxi aparcaba como de costumbre en frente de ese horrible lugar.
No podía negarme bajo ningún concepto que me intimidaba y me llegaba a causar pánico.
Comencé a andar por esas calles que ya me resultaban demasiado familiares.
El intimidante sonido de las motos ya estaba entrando de lleno en mis oídos. Los vagabundos de los callejones previos a ese rincón de la ciudad continuaban con sus litronas y su poco aguante a estas alturas de la noche.
-Chst, chst.
El chistido de alguien llegó a mí, pero preferí no darle importancia.
-Chst. –Insistía.
Agarré el extremo de mi jersey blanco y conteniendo la respiración, continué andando.
Mi bolso estaba colocado delante de mi cuerpo, sujetado por mi otra mano.
-Selena– Exclamó.
Mis labios cogieron una gran cantidad de aire cuando escuchó a esa voz exclamar mi nombre.
Los pasos apresurados hacia mí me hacían entrar más aún en estado de pánico, y la idea de echar a correr se me pasó como un instantáneo flash por mi mente.
Pero la mano de esa persona consiguió alcanzar mi brazo arqueado sujetando mi bolso antes de que yo echase a correr.
Mis labios mordidos sintiendo el tacto de esa mano encima de mi jersey.
-¡Tía! Te llevo llamando desde el principio de los callejones. Estás sorda.
La voz de Grace me tranquilizó. Mi respiración pareció tranquilizarse y mis labios dejaron de ser mordidos.
-Grace. – Musité dándome la vuelta y dándole un gran abrazo. -¿Qué haces aquí?
-No podía dejarte sola… - Contestó. – Aunque no apoyo tu remota decisión de venir aquí.
Sonreí y abracé de nuevo a mi amiga. Sabía que no me dejaría sola.
Las dos comenzamos a andar hasta el círculo.
Había más gente de lo normal, todos con sus puños arriba exclamando la misma frase. Me intimidaba el grito profundo de tanta gente junta. Era un mundo totalmente paralelo al mío.
-¿Estás bien? – Preguntó Grace.
-Sí. – Contesté.
-Hey.
La voz de un chico hizo que nos girásemos las dos a la vez.
-¿Qué hacéis aquí? – Replicó. Era Adam.
-¿Y tú? – Preguntó mi amiga.
-Este es mi sitio, Grace.
Ali resopló y giró los ojos.
-¿Tú sitio? Eres un crío, Adam.
-¿Viniste a por mí otra vez?
-No. Haz lo que te dé la gana con tu vida. Yo he venido a acompañar a mi amiga.
El rugido de una moto cerca de nosotros apareció interponiéndose entre los tres.
Una moto negra y grande se situó rápidamente en frente de mi cuerpo.
Grace peinaba su pelo mientras iba al lado de Adam, a continuar con su conversación, dejándonos solos a él y a mí.
Revisé el corpulento chico que se encontraba apoyado en la moto, con sus botas de siempre y su chaqueta de cuero. Sus rizos sobre su frente. Sus ojos intimidantes mirándome.