Tomé el pomo con miedo y sentí como toda la sangre se concentraba en la palma de la mano.
Bruce seguía dando vueltas sobre sí y sobre mis piernas. Le miré frunciendo el ceño y me agaché a cogerlo.
Ahora, giré el pomo y tiré de la puerta para abrirla.
-Hola. – Susurró.
Su mirada iba hacia el felpudo y mi sorpresa había crecido dentro de mí. Ahora las preguntas se multiplicaban. Vestía de colores oscuros y, entre sus brazos, apoyada en su cadera, una caja de cartón.
Bruce comenzó a ladrar e intenté tranquilizarle. No pude.
Aún no tenía las palabras que pudieran describir mi sorpresa y angustia.
Dejé al perro en el suelo del interior de la casa y, rápidamente, salí al exterior, entornando la puerta y mirando al chico.
-¿Qué haces aquí? – Pregunté, seca y cortante.
-Supongo que no querrás perdonar mi error.
Fruncí los ojos y le miré con desprecio. No quería alborotarme, pues mis pocas fuerzas incluso me lo impedían.
-Ante todo quiero que sepas que soy un caballero, y aun que quizás mis actos no lo hayan demostrado, en mi interior yo sé que lo soy.
Crucé mis brazos prestando atención a lo que Josh decía. Pero me era indiferente. Los sentimientos que tenía hacia él era una mezcla ente asco y pena.
-Y bueno, simplemente quise hacerte el favor de traer tus cosas, porque supongo que… bueno. – Tragó saliva. – Todo esto acaba aquí.
Apreté los labios mojándolos con mi saliva y, le seguía prestando atención, con rabia recorriendo cada vena y arteria de mi cuerpo y con Bruce ladrando aún a la puerta entornada, casi cerrada.
-Y ten, esto es como recompensa.
Josh se abrió la chaqueta negra y sacó del interior del bolsillo un cheque. Lo tendió y yo no hice ningún gesto, solo miré con desprecio el papel que me tendía.
-¿Qué es eso? - Pregunté.
-Quiero compensarte.
-No quiero tu asqueroso dinero, Josh.
-Es la única manera que tengo para pedirte perdón.
-No, no quiero tus disculpas.
Separé mis brazos y rodeé la caja con mis pertenencias. El chico se retiró.
-Déjame llevarla a mí. - Pidió.
-No. - Me negué automáticamente. - Dame.
El chico arrugó el entrecejo y soltó la caja, que cayó en mis brazos, demostrando que pesaba más de lo que yo pensaba.
-¿Está todo? - Pregunté.
-Eso creo.
-Bien.
El chico se retiró y dejó ver una gran maleta detrás de él.
-Aquí está tu ropa. - Informó. - Compré la maleta más grande que había para que cogiese todo.
-Genial.
Mi gesto seguía siendo serio, y mi manera de ser seca y cortante parecía no pillar de sorpresa a Josh, que se mostraba arrepentido.
-¿Algo más? - Le dije, con cierto tono de rencor.
-Lo siento.
-No vas a solucionar nada con eso, Josh.