-¿Selena?
La voz de mi amiga hizo que mi cabeza se agitase en dirección a la llamada.
La miré como tenía el rostro cansado y enfadado, con el ceño muy fruncido, al lado de Adam que se miraba los nudillos pasando suavemente las yemas de los dedos de la otra mano por ellos.
-Voy. – Pronuncié mientras bajaba sutilmente la bandolera.
Devolví la mirada que mantenía fija al lugar donde estaba Harry Styles. Ya no había rastro de él.
¿Cómo? No le vi ni siquiera desaparecer.
Llegué al lado de Adam y Grace que se mantenían fríos y enfadados entre sí. Nos quedaban apenas diez metros para llegar al lugar donde minutos antes encontré a Harry.
-Ten. – Ofrecí la bandolera a Grace.
-Gracias. – Pronunció ella.
-Voy a entrar un segundo al bar, necesito lavarme las manos. – Informó Adam soltando bruscamente la mochila contra el suelo. Ésta se abrió y cayeron todos los libros y apuntes seguramente al azar, al suelo.
Grace le miró con desprecio, pero el chico la ignoró y continuó su camino hacia el bar, el que curiosamente estaba en el muro donde las botas militares de Styles habían estado apoyadas.
Mi amiga se agachó a recoger todo el desorden que habían creado los libros tendidos sobre la acera.
-No puedo entenderle. – Se quejaba Grace mientras recogía los libros.
-Espera, te ayudo. – Me ofrecí.
Me agaché a ayudar a mi amiga a meter de nuevo todo en la mochila de Adam.
-Por más que hablo con él no le hago entrar en razón. Siempre me prometo que será la última vez que le detenga, pero nunca es la definitiva.
Escuchaba la alejada voz de Grace en mi cabeza quejándose de todo lo que hacía por su hermano. Sin embargo, mi mirada y mi atención se centraban en otra cosa.
Debajo de todos esos papeles yacía un cigarro consumido totalmente y pisado con una gran marca de zapato en él. Al lado, un colgante con una curiosa forma. Una T. Parecía ser de plata, ya que la luz del sol le hacía ser resplandeciente.
Paré un segundo de recoger todos los papeles tendidos por el suelo para encajar la suave cadena en mis manos.
Se deslizaba por mis dedos.
-Vamos. – Exigió Adam cuando salió del bar, pasándose su brazo por la boca, limpiándosela de agua.
Grace se sobresaltó y se puso de pie cerrando la mochila y dándosela al chico de mala manera.
Yo continuaba agachada agarrando ese curioso colgante.
-Selena. – Mi amiga pronunció mi nombre agachándose a mi altura. Posó sus ojos en los míos. – Ya hemos recogido todo, vamos.
Ladeé mi cabeza entrelazando fuerte el colgante entre mis dedos para guardarlo sin que me lo viese Grace. Pero fue un intento fallido.
-¿Qué tienes ahí? – Preguntó curiosa.
-Nada.
-Eh, vamos. – Metió prisa Adam, acercándose a nosotras.
Me puse de pie y erguida mientras colocaba de nuevo la mochila sobre mis hombros.
Fue ese momento el que aprovechó Grace para quitarme el colgante de las manos.
-¡Ajá! – Exclamó. – Lo tengo.