Capítulo 36

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El fuerte tacto que agarraba mi mano me hizo estremecerme. Sentía como si toda mi sangre se hubiera coagulado.

Seguía observando la cara del hombre, cuyo gesto cambió acompañado de una malvada carcajada.

-Y aquí está tú novio. Pobre chico, qué inocente. – Comentó.

Me giré cuidadosamente sin tener idea de quién podría tratarse. Mi pelo se desplazaba lentamente y mi cuello giraba poco a poco.

Los ojos alumbrados por las luces de colores que había en la sala fueron los que me hicieron percatarme de que, de nuevo, era él.

Mi pulso debió de aumentar cuando vi que de su tupé salía un mechón que había sido despeinado y caía elegantemente por su cara.

Sentí como el hombre resoplaba tras de mí y abandonaba por fin la situación.

De nuevo mi mente solo se centraba en Harry y en su mano, quien agarraba fuertemente a la mía aún.

-Vámonos de aquí…

El chico agarró la maleta por el asa y la alzó, sujetándola con su mano y trasladándola a quién sabe dónde. Su otra mano tiraba de la mía.

Ambos llegamos a una puerta de madera, donde nos situamos enfrente. Harry la empujó y los dos pasamos.

Observé la sala y era una especie de oficina. Seguramente donde los dueños del local hiciesen todas las cuentas.

Harry dejó la maleta en el suelo mientras soltaba por fin mi mano. Mi piel se erizó cuando uno de sus dedos perfiló inconscientemente mi pulgar.

Se apoyó con sus brazos en el escritorio que había en medio de la sala mirándome, mientras que yo crucé mis brazos y le miraba indefensa. Estábamos uno en frente del otro.

-¿Qué haces aquí? – Logró preguntarme.

-Podría preguntar lo mismo.

-Pero pregunté yo primero.

-Sólo espero a una amiga.

El chico apretó sus dientes y asintió con la cabeza.

-Ben me dijo que ibais de viaje. – Añadió Harry.

-Sí, bueno. Íbamos.

Un silencio incómodo mientras que Harry rodaba los ojos sobre sí.

-¿Y tú qué hacías aquí? – Pregunté.

-Es el bar de mi mejor amigo, Ben y Dina irán a celebrar hoy el éxito del libro y yo no tenía nada mejor que hacer.

-Entiendo.

-Y bueno, por lo que veo que tú te sigues metiendo en líos, sigues siendo violenta. – Me dijo con una sonrisa pícara.

-¡Idiota! – Le contesté, casi refunfuñando.

-Era una broma, tonta.

Esa sonrisa… Esa sonrisa era única. Por un momento se me había olvidado por completo que Josh me había dejado abandonada en medio de la carretera. Por un momento se me olvidó todo lo malo. Su sonrisa era como una luz para ver todo de diferente forma.

-Ven, siéntate aquí conmigo. – Dijo dando toquecitos al lado izquierdo de donde estaba él, en la mesa.

Ande con mis tacones hacia donde me indicaba y posé mi cuerpo en el filo del escritorio.

Después, desabroché de nuevo mis zapatos y dejé libres mis pies.

-Hueles a tabaco. – Comentó.

El pasado nunca se rinde.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora