Odiaba madrugar, y más si era un domingo. Pero no me quedó otra opción ya que debía estar con mi madre.
Josh me acompañó y me dejó en la puerta del hospital, donde me había recogido el día anterior.
Simplemente me dijo que tenía un par de asuntos pendientes de arreglar y que tenía que irse.
No quise darle mayor importancia y, tras atravesar el camino que ya había hecho unas cuantas veces, llegué a la habitación.
Di dos leves toquecitos en la puerta y entré. Bob estaba ayudando a mi madre a ponerse la camiseta. Junto a ella, estaba aparcada una bolsa con ropa, se la habría traído él.
-Buenos días. – Musité.
Los dos se giraron ante mi entrada y sonrieron.
-Buenos días, cielo. – Dijo mi madre.
-¿Qué tal? ¿Cómo estás?
-Bien. – Dijo. – Solo fue el susto.
La sonreí amablemente y vi como Bob la agarraba del brazo para ponerla de pie. Ella se agarro de la cintura del hombre y yo me acerqué hacia la bolsa para colgarla de mi hombro.
-¿Te han dado ya el alta? – Pregunté.
-Sí.
-Entonces, ¿Nos podemos ir ya?
-Claro. – Contestó mi madre. – Ya estamos tardando. Esto es un infierno.
Bob y yo nos miramos sonriendo. Qué buen hombre, y qué convincente podía llegar a ser.
-¿Y tú qué tal, señorita? – Preguntó.
-Bien, Bob. Gracias. – Contesté sonriendo. - ¿Tú has dormido bien?
-Creo que ese sofá es más cómodo que mi propia cama.
Los tres reímos a unísono mientras salíamos de la habitación. Dejamos la puerta abierta y comenzamos a atravesar el pasillo.
-¿Y Josh? – Preguntó mi madre cuando estábamos esperando el ascensor.
-Se tuvo que ir a trabajar. – Contesté.
-¿Un domingo?
Encogí mis hombros y mi madre frunció el ceño. Su gesto de “Algo no me cuadra” fue lo único que percibí.
Entramos despacio en el ascensor junto a una pareja joven.
¿Por qué puso esa cara mi madre? ¿Acaso había algo raro en el comportamiento de Josh a lo que yo no estaba prestando atención? No, nada raro. Por ahora.
No era el primer domingo que trabajaba, o que tenía una reunión.
Salimos del hospital y emprendimos camino hacia el parking, conducidas por Bob. Nos iríamos en su coche.
Ambos estaban cogidos por sus manos mientras que yo iba a la derecha de mi madre, caminando a su ritmo.
Mi móvil comenzó a sonar dentro de mi bolso. Lo miré desconcertada y lo saqué del bolsillo con cuidado.
-¿Sí? – Contesté.
-Hola, Selena. Soy Dina.
-¡Dina! Qué alegría… ¿Pasa algo?
Harry… ¿Qué diablos habría pasado con Harry? ¿Para qué sino me querría la persona que me confesó que fui la que, en parte, salvé el destino de su hermano?
-No, nada. Simplemente te llamaba para terminar la conversación del otro día. No pude llamarte antes, estaba… Ya sabes, Harry.
Abrí los ojos sorprendida y asentí con la cabeza. Dina, era obvio, que no me veía.