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El auto de papá siempre había sido el mismo. Un auto antiguo, de esos que solo puedes subir si el de adelante se levanta y recorre su asiento. Al principio odiaba ese auto, pero uno se acostumbra a agacharse y a no golpearse la cabeza cada vez que entra.

Era de noche, volvíamos de una reunión en el trabajo de mi padre. Él trabajaba en una oficina como contador. No me encantaba acompañar a mi padre a sus reuniones, pero no me hacía problema. Había wi-fi así que podía divertirme un poco.

Íbamos escuchando música y paramos en un semáforo en rojo. Cuando cambió a verde empezamos a avanzar y escuchamos un sonido atronador mientras nos sacudíamos. De pronto estábamos dando vueltas y yo no podía entender nada. En una de las vueltas oí que el parabrisas se rompía y cerré los ojos con fuerza mientras trataba de cubrir mi cara. Sentí algunos pedazos de vidrio clavarse en mi piel y en un golpe fuerte me choqué la cabeza hacia adelante. Me dolía a montones, pero solo grité de dolor mientras me seguía cubriendo la cara. Perdí el conocimiento el mismo momento que paramos y escuche a mi padre preocupado con la voz entrecortada.

-¿Estás bien, Ty?-


No me mires así  (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora