Capítulo 50 | Parte 1.

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Capítulo 50

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Capítulo 50.

Mientras seguía a Adrián cuando caminábamos por uno de los pasillos del piso de cirugía, él tenía las miradas de enfermeras y de algunas doctoras que lo saludaban con un gesto de cabeza. Aunque parecían saludos de respeto, algunas miradas no dictaban lo mismo cuando él saludaba con una sonrisa despreocupada.

Caminamos hasta su oficina de guardia y nos detuvimos frente a la puerta. Médicos, enfermeras y otros empleados, pasaban por los pasillos, ajenos a nuestras acciones.

—Puedes pasar —me dijo al colocar sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Iré a la sala de espera para localizar a los padres de la pequeña y notificarles de su estado.

Asentí en silencio y bajé la mirada cuando sentí sus ojos fijos en los míos.

—Claro.

Él carraspea con suavidad, cómo si estuviera disculpándose conmigo por tener que irse. Pero claro, estábamos en el trabajo. Me cuidaba y yo a él. Me di cuenta que estaba esperando que yo entrara a su oficina de guardia para él proseguir. Sonreí al acercarme a la puerta y cuando me giro levemente, noto que me estaba mirando de arriba hacia abajo, otra vez. Entré al sentir mis mejillas calientes. Estar aquí siempre me ponía en tensión.

Comencé a observar los libros de la estantería. Al parecer, no sólo se conformaba con sus conocimientos actuales, sino que también buscaba otras referencias y diagnósticos. Rozo mis dedos por las pequeñas divisiones de las páginas que él había dividido en algún momento. Sonrío y me muerdo el labio inferior, porque sentía que estaba haciendo algo que no debía, lo cuál era estúpido porque no estaba haciendo nada malo. Aún no podía creer que estaba husmeando en las cosas de Andy, en las cosas de mi futuro director.

Cuando seguí pasando mis dedos por sus libros, tomé uno de cirugías oncoplásticas y me dirigí al cuarto de descanso para darle alguna mirada al libro. Al sentarme en el sofá, abro el libro y al ojear las páginas me doy cuenta que hay muchísimas marcadas y escritas con su letra cursiva no entendible. Comencé a leer algunas de sus notas escritas y, prácticamente, tenía las páginas cubiertas de pequeños papelitos amarillos con escritos y más escritos. Cómo una tonta, abracé el libro con sus notas y me recosté para leer con interés.

🔹

Minutos largos habían transcurrido y la puerta del cuarto de descanso se abrió repentinamente. Me levanté del sillón con cierto nerviosismo y con una sonrisa sincera, pero al ver de quien se trataba, mi sonrisa se empañó por completo. Lo peor de todo era que no podía disimular mi expresión de disgusto y desagrado.

— No me sorprende para nada encontrarte nuevamente aquí. — Espetó la enfermera Bosch y se cruzó de brazos al echar su corto cabello rubio hacia un lado. — ¿Dónde está Adrián? — Me preguntó de mala gana, mirándome con arrogancia.

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