Capítulo 49 | Parte 2.

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Capítulo 49

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Capítulo 49.

Luego de los leves y tiernos besos que Adrián y yo nos dimos, mantuvimos el silencio en el camino restante hacia la mansión. Al ubicarnos en la avenida de El Condado, Adrián giró el volante de manera eficiente hacia la calle Ashford Avenue.

Aprecié con cierta tranquilidad el exterior. Todo se veía impecable e inmaculado. A veces tenía que inclinar un poco la cabeza para poder divisar los altos edificios que se hacían majestuosos en una ubicación tan lujosa como ésta. Hoteles, boutiques, tiendas de las mejores marcas, y lujosos apartamento con excelentes vistas hacia el mar, no podían faltar en éste lugar. Sin duda, yo no tenía el dinero ni los lujos para vivir en un sitio como éste, aunque lo admirase de lejos como hacen muchas personas que optan por pasear en ésta conocida avenida.

— ¿Hace mucho que vives aquí en la capital? — Le pregunto a Adrián mientras continúo apreciando las vistas del exterior.

— Hace ocho años. — Me informa tranquilamente.

Parpadeo repetidas veces y luego achico los ojos, asimilando cada detalle.

— Llevas bastante tiempo viviendo entre lujos. Casi los mismos años que llevas en tu carrera médica...

Me mira levemente al fruncir el ceño. Nos detenemos en un semáforo que cambia al color rojo. Estábamos muy cerca de la mansión.

— ¿Cómo sabes eso? — Su curiosidad es evidente, pero yo me ruborizo.

«Quizá Adrián tenía razón, sobre que yo tenía una lengua muy viperina».

— Bu... Bueno, yo... — Trago saliva e intento disimular como que no me ha pillado pasmada. — Escuché por ahí que te graduaste de medicina general a los veinticuatro años, y que al instante obstuviste una residencia que, por lo que veo, te aprobaron sin ningún problema en la escuela médica de Harvard. — Continué inspirándome y él enarcó sus cejas con cierta pizca de impresión. — Sin embargo, ya a los veintisiete comenzaste a trabajar allá en Boston como cirujano en tu residencia. Eso es todo un puto logro.

— Esa lengua, jovencita.

— Lo siento. — Me disculpo atropelladamente y prosigo. — Debo admitir que cuando lo supe, estaba totalmente impresionada, como ahora, pero un poco más escandalizada. Muchos no paraban de hablar de tus vídeos en cirugía.

— ¿Indagaste sobre mi carrera médica? — Su voz se escuchaba impresionada. — ¿Cómo has conseguido tener acceso a esos vídeos? Son para fines educativos.

— Oye, oye... — Lo calmo al instante. — Exacto. Son para fines educativos, así que... — Muerdo mi labio inferior un poco ruborizada. — Puede que me haya metido al cuarto de audiovisuales clínicos y haya visto uno que otro. — Lo miro de soslayo y veo que sonríe al negar levemente. — Fuera del ámbito hospitalario tienes muchos problemas temperamentales, pero dentro del mismo eres un genio en la medicina.

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