Capítulo 61 | Parte 1.

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Capítulo 61

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Capítulo 61.

Tenía que admitirlo, estaba nerviosa. A pesar de que confiaba en él, no podía evitar caer en cuenta que iba a decirme más de lo que esperaba. Quizá sea buena señal. Además, así estaría segura de él, y de evitarme que Bárbara Bosch me restregara en la cara que soy incapaz de entenderlo, porque estaba segura que sea lo que sea, yo puedo entender a éste hombre.

Adrián presionó el botón del ascensor y este se abrió inmediatamente. Cuando entramos, sentí que el ambiente entre los dos se estaba tornando muy pesado y angustioso. Me abracé a mí misma por el leve escalofrío que recorrió mi cuerpo y por el ambiente tan frío e inmaculado del elevador.

Adrián parecía muy dispuesto al estar ubicado junto a los botones de los pocos pisos del edificio. Me extrañaba totalmente que no fuéramos directamente hacia su oficina de consulta, ya que ni siquiera conocía bien el lugar y solo había explorado a medias el primer piso cuando había venido por primera vez para enfrentarlo.

— ¿Eres el dueño absoluto de todo el edificio? — Mi pregunta era estúpida, pero necesitaba decir cualquier cosa en este silencio ensordecedor que me pone los pelos de punta.

Él asintió sin más y sin mediar ni siquiera un "sí".

—¿Hacia dónde nos dirigimos entonces? —le pregunté en un tono muy bajo y se dio cuenta de que estaba un poco tensa.

— Vamos hacia el último piso. Ya lo verás. No te preocupes, no hay nada malo en él.

—No tengo miedo —espeté.

Me miró con gracia y sonrió levemente al negar con la cabeza.

—Y si así fuera, no tienes que molestarte en pensar tenerlo —sus palabras me reconfortaron un poco.

Cuando el ascensor se detuvo y se abrió en el último piso, no pude disimular la expresión que se reflejaba en mi rostro. Estaba impresionada con lo que veía.

Entramos a un tipo de despacho muy acogedor y ambientado a lo antigüo. Podía observar desde la entrada un escritorio muy lujoso, hecho en madera. Detrás del mismo había una pared cubierta totalmente por libros; era una enorme y ancha estantería, y en ella, podía perder mis ojos al buscar en cada estación. Al seguir observando todo a mi alrededor, me di cuenta que, prácticamente, había poca claridad, puesto que la única ventana en este lugar estaba cubierta por una lujosa cortina de colores como dorado y vino. Abrí la boca con suma impresión al darme cuenta que todas las paredes eran literalmente  estanterías, llenas de interminables libros. El suelo estaba totalmente alfombrado, con los mismos colores de la cortina que cubría la única ventana. Lo que reflejaba el lugar era una pequeña lámpara que había junto al inmaculado escritorio, también unas luces tenues que se apoyaban en cada esquina de las cuatro paredes que nos encerraba a ambos.

Caminé lentamente, admirando lo que parecía ser un acogedor y lujoso despacho con una biblioteca incluida. El estilo del lugar era rústico y clásico, pero todo se encontraba totalmente inmaculado y los libros estaban en perfecto orden. No podía negar que siempre había sido organizado y realizaba las cosas de manera calculada.

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