Capítulo 46 | Parte 2.

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Capítulo 46

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Capítulo 46. 

Aunque me resultaba increíble, no podía creérmelo. Sonrío con cierta ironía y sarcasmo. A pesar de todo, no dejaba de dolerme su traición. Sé que debo intentar seguir adelante y dejarla atrás, pero si ella continuaba presentándose cada vez que quisiera, sería más difícil para mí de asumir.

— ¿Quién es esa? — Pregunta Kenneth al dejar la boca levemente abierta e inclinar un poco la cabeza. Él nunca la había conocido, pero estaba claro que hoy sí la conocería, y no de buena manera.

— Es la... ex-amiga de la que te estaba hablando. — Murmuro por lo bajo y sujeto mi mochila con fuerza, aferrándome a la misma con intranquilidad.

— Mi reina, tú me dirás si la añado a la lista de zorras interesadas y simplemente lo hago. — Kenneth susurra cerca de mi oreja sin quitarle la mirada de encima a Amanda, quién salía del vehículo con una actitud imponente.

— Sólo te advierto que intentes contenerte de tus maravillosos e indiscretos comentarios. — Le advierto entre dientes.

Estaba lista para encararla si era necesario. Rápidamente, entendí por qué estaba justo aquí, en el hospital dónde realizo mis prácticas.

Amanda vestía con su uniforme de enfermera que utiliza para el centro de urgencias dónde trabaja. Su cabello lacio y corto quedaba fijo sobre sus hombros. A pesar de que es una traicionera y egoísta, negar su belleza era absurdo. De repente, unos celos vuelven a nacer en lo más profundo de mi ser.

Ella se detiene delante de mí al acomodar con un gesto de cabeza su cabello sobre sus hombros de forma creída. Se cruza de brazos a pesar de que tenía su teléfono en una de sus manos.

— Déjame deducir por qué estás aquí, frente a mis narices. — Comento con un sarcasmo doloroso que no puedo evitar. — Buscas al "hombre que amas." — Hago ojitos al mirar hacia arriba, actuando un teatro parecido al  de mi amigo Kenneth, quién achica los ojos ante mis primeras expresiones hacia ella. Intenta comprender del todo la situación.

— Lo que yo venga a buscar a éste lugar no es de tu incumbencia, amiga. — Sonríe con cierto aire de grandeza ante su sarcasmo. — Pero ya que veo tu obvio interés hacia el hombre que amo, te lo diré. — Levanta la mirada con arrogancia y soy capaz de enarcar las cejas con una pizca de gracia.

"La verdad es que hace unos largos minutos atrás yo me había comido al hombre que ama. ¿Debería sentirme mal por ello? No." Mi subconsciente me estaba provocando.

— Estoy buscando a Adrián. — Me dice lo que ya asumía como evidente.

— ¿Y todavía tienes el descaro de presentarte aquí, al lugar dónde yo trabajo? ¿Dejándome ver que de verdad me has tirado a un lado por un hombre?

— No es cualquier hombre.

— Dímelo a mí. — Rio con cierto fastidio. — Eso lo sé perfectamente. ¿Pero sabes? Las mujeres con dignidad y cerebro, saben que las verdaderas amistades son importantes e irremplazables. Y mucho más cuando nunca te han dado motivos para hacerles daño.

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