Capítulo 32 | Parte 2.

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Capítulo 32

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Capítulo 32.

(Jesse)

Estaba llegando al límite con el rompimiento de Nere hacia mí. ¿Quién se cree para haberme dejado como si fuera un perro? Nadie me deja, y mucho menos ella, a quién había escogido para que fuera la mujer oficial de mi vida. 

No pensé que perderla me jodería tanto. No pensé que ella se convertiría en alguien tan importante para mi vida. Ni siquiera la mejor puta de todas mis acostadas me hacía sentir ésta inquietud tan ridícula por haber perdido algo.

Lo peor de toda ésta basura, es que yo sabía que algo no estaba bien. Tengo un mal presentimiento sobre ella, y no puedo apartar los jodidos pensamientos negativos que llegan a mi mente.

Qué me haya dejado lo he podido manejar, pero que se esté acostando con otro no lo toleraría más. Mataría con mis propias manos al tipo que la esté tocando una y otra vez, gracias a mis estúpidas indiscreciones.

Pero ya eso sería otro tema. Ya me encargaría de remediar y mejorar mis movimientos con las mujeres que me tiro.

Nere tenía que ser la reina de mi vida, la imagen de mí, y la mujer real. Me importaba un comino lo que mis acostadas pensaran. No me permitiría perder a la mujer de mi vida. Es mía por encima de quién sea, y así sería siempre. Ella tendría que aceptarlo en algún momento. Tendría que aceptar que su hombre soy yo y siempre seré yo.

Ya me encargaría de hablar con ella para intentar remediar las cosas.

— Estás muy callado ésta noche... — Amanda acaricia mi cuerpo bajo las sábanas. 

— No me fastidies, ¿sí? Estoy intentando buscar una solución para arreglar las cosas con Nere.

— ¿Otra vez con ella? — Sus chillidos me sacan de quicio, y ganas no me faltan para bofetear su cara por quéjica.

— Claro que otra vez pienso en ella. — Rio con fastidio y con toda la intención. — Espero que no hayas asumido que era por ti. Sabes que sólo tengo ojos para una sola mujer, y esa es tu amiga.

Amanda se remueve con fastidio bajo las sábanas y se atreve a enfrentarme.

— Comienzo a odiarla, ¿sabes?

— Pues no deberías.

— No eres quién para obligarme a seguir teniéndole empatía, porque ya no la tengo por ella.

— A ver, Amanda... Llevas desde ayer con tus mierdas, quejándote de ella sin parar. Nere no te ha hecho nada para que tomes esa actitud, y no me gusta que hables así de ella. No eres nadie ni nada para hablar así de mi mujer.

— ¿Tu mujer? — Se ríe como una estúpida cría y tengo que contenerme para no golpearla en el rostro. — Te recuerdo que te dejó sin tan siquiera una explicación...

— Me pilló engañándola.

— Según ella, Jesse. ¿Qué tal si sólo utilizó esa excusa para alejarse de ti, para dejarte como lo hizo para irse con su nueva acostada?

— Cierra la puta boca. Ella no es así. Estoy seguro de que, si está viéndose con otro hombre, es porque descubrió mis salidas y jugadas.

— Al final, está resultando más lista que tú, Jesse.

— Te dije que cerraras la puta boca, Amanda...

— ¿Por qué quieres que me calle? ¿Por decirte la verdad en la cara? Es una estúpida, una mosquita muerta que se aprovecha de su carita de niña buena para engatusar a todo el que se presente en su camino. Es una cualquiera, igual que todas las demás.

No lo soporto más. Estrello mi mano sobre su cara, bofeteando su mejilla con fuerza.

— ¡Te dije que cerraras la puta boca, Amanda! ¡Aquí la cualquiera eres tú! ¡Eres tú la que se metió en mi vida y en mi cama! ¡Así que si venimos hablar de mujeres cualquieras, tú estás en esa lista! ¡Te prohíbo interminablemente que la ofendas en mis narices! ¿¡Me oyes!? ¡Porque te daré una golpiza que no podrás levantarte de la cama en semanas!

Su mirada de frustración y poca sorpresa no me sorprende para nada. La ignoro en lo absoluto y me levanto desnudo de la cama. Necesito un puto cigarrillo.

Cuando rebusco entre los cajones, decido refugiarme en las caladas de mi nuevo cigarrillo, con Amanda fuera de mi vista. Últimamente se comportaba de una manera incordia y fastidiosa.

Me asomo a la ventana de mi habitación y la abro de inmediato. Comienzo por inhalar y exhalar el humo que brotaba de mi boca, pensando mi próxima jugada para recuperar a Nere.

Las manos de Amanda se pasean por mi pecho y mi abdomen, incitándome a volver a la cama para otro polvo que ya estábamos necesitando.

— Sabes que no estoy de ganas, y aún sigues aquí. ¿Por qué no corres a los brazos de mi mejor amigo? Es lo que siempre has hecho cada vez que no me sale de los cojones atenderte bien.

Amanda se pone nerviosa y lo puedo sentir. Mi mandíbula se tensa al tener extraños presentimientos. Pensamientos que no quiero materializar. No me gusta lo que estoy sospechando, y menos me gustará descubrirlo.

MCP | El Internado ©️ (¡Disponible en físico!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora