Capítulo 77 | Parte 2.

33.8K 2.9K 223
                                    

Capítulo 77

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 77. 

— ¿Ahora te ofende lo que tus acciones me hacen creer? — Contraataco. — Porque es lo que me estás haciendo entender con tus berrinches. A mí me ofende más el hecho de que no confíes en mí, de que tengas tanto temor en abrirte conmigo cuando tú y yo nos conocemos desde hace mucho, desde que éramos unos chicos. — Zanjo. — Analiza qué persona debería sentirse realmente ofendida con ésta situación.

— Tú no entenderías nada de lo que ocurre dentro de mí. No entenderías nunca mis malditas razones.

— Claro que no entiendo tus malditas razones, porque no me explicas nada.  Y en vez de tomar esa simple acción, que, al parecer, te cuesta, lo único que sabes hacer es alterarte y revolucionar tu humor.

— Hace un rato dijiste que me crees malo. — Sin esperarlo, percibo cómo su voz se ahoga.

— Yo no he dicho eso. El Doctor Bachelées lo asume, puesto que cree que te tengo miedo. Nada más. — Bufo con cierta pizca de indignación. — Realmente, eres muy serio, demandante, y protocolario. No es raro que asuma que te tengo miedo en el aspecto laboral. Sin embargo, en el aspecto personal, es diferente.

Me mira con una pizca de temor. Sus ojos se profundizan y veo tormento en ellos.

— Deberías tenerlo.

— Pero que creído y...

— No lo digo con esa perspectiva. — Me interrumpe. Sus expresiones muestran sinceridad y cierto aire de desánimo.

— Y entonces, ¿de qué estás hablando? Llevas toda la mañana diciendo ese tipo de cosas que intento comprender. — Niego al sonreír con cierta desesperación.

Al ver que sólo fija su seria mirada en mis ojos, entendí que para él estaba resultando difícil.

— ¿Se trata de tu niñez? ¿De tu... origen? ¿De verdad piensas que hay peores cosas en tu persona? — Mi pecho arde. Trago saliva al ver que baja la cabeza.

Maldita sea. Algo lo está atormentando fuertemente, pero no quiere dar el brazo a torcer.

— ¿Sabes por qué continúo furioso? — Vocifera, sin mirarme a los ojos. Aún con la cabeza baja, es capaz de juntar sus manos. — Porque aunque sé que tienes la maldita razón en todo, sólo pienso en el grave error que he cometido, de juzgarte sin precedentes. ¿Entiendes? — Suspira profundamente.

— Mis inestables emociones y mi mal temperamento, que a veces es tedioso controlar, te hace daño en ocasiones. Y más en éste momento. — Continúa hablando con la voz ahogada mientras vuelve a mirarme a los ojos. — Estoy enojado conmigo mismo porque ésta situación por la cuál exploté sólo me hace comprobar que no te merezco, que sólo soy capaz de causarle dolor a las personas que... amo.

No puedo ocultar la sorpresa en mis expresiones por lo que él me estaba diciendo. Se supone que sus palabras me hagan sentir mejor conmigo misma, pero sólo me hacen experimentar una ansiedad que me atemoriza.

— ¿Por qué presiento que te estás rindiendo? — Logro decir, pero un nudo se forma en mi garganta. — ¿Es eso lo que quieres decir?

Sus ojos claros parecen humedecerse. Sin embargo, es capaz de esquivar mi mirada al fruncir el ceño, disfrazando su dolor. Baja la cabeza y suspira profundamente.

— ¿Recuerdas que te había dicho hace un rato que al terminar tus rondas quería que volvieras aquí? — Susurra con la voz apagada.

— Sí.

— Quiero que lo hagas. — Solicita. — No importa si lo quieres tomar como si yo fuera el director de cirugía general o como tu amigo Andy. Sólo espero que vuelvas aquí, cuando esté desocupado y sólo.

— ¿Por qué? — Achico mis ojos, pero un mal presentimiento comienza a invadir mis emociones.

— Te daré algunas respuestas de el porqué estoy tan quebrantado...

Trago saliva profundamente y siento mi corazón latir con rudeza. Es cómo si mi cerebro le estuviera avisando al mismo que Adrián Wayne se estaba yendo de mis manos.

— Discúlpen la tardanza. — El dueño del hospital vuelve a entrar de manera triunfal y animada mientras seguía hablando por teléfono. — Mi esposa quiere hablarte, hijo. — Se acerca hacia Adrián con emoción. — Quiere compartir contigo los avances de su mejora después de que lograras operarla.

El Doctor Jaime Bachelées me guiña el ojo al entregarle el teléfono. Sus gestos hacia Adrián parecían de puro agradecimiento.

— Mi muchacho salvó la vida de mi mujer. — El dueño del hospital me susurra con orgullo una vez que se acerca hacia mi dirección. — Sé que se llevarán muy bien. Ya le digo que es uno de los mejores. — Añade con picardía, pero bajo la cabeza con bastante asimilación al ver que Adrián me dedicó una mirada llena de dolor mientras intentaba mostrar atención a la llamada. — Es el mejor en cirugías oncoplásticas. Después, si desea, puedo darle un permiso preescrito para que pueda ver alguna a su lado. Ya que está tan interesada en optar por cirugía general, sería una buena demostración.

— Claro... — Trago saliva y le sonrío vagamente. — Oiga, Doctor Bachelées... Ya debo volver a mis deberes, pero ha sido un gusto haberlo conocido en persona. Estoy muy encantada. — Le estrecho la mano y el elegante canoso la recibe.

— Es un placer, señorita Doménech. Espero volver a verla muy pronto. — Achica los ojos levemente. — De hecho, dentro de unas semanas hay una actividad muy importante en dónde se reunirán los mejores cirujanos del país para ofrecerle una convención a los residentes que piensan ir. Sé que usted aún es una interna y debe estar ocupada con el proceso final del internado, pero me gustaría verla por allí. Claro, si tiene tiempo...

— ¿De verdad? — A pesar de mi dolor, siento una pizca de impresión por el simple hecho de caerle bien a la primera figura de éste prestigioso hospital.

— Sí. ¿Cómo no, señorita Doménech? Me place invitar a estudiantes persistentes y humildes como usted a actividades que puedan traer buenos beneficios a su carrera médica.

— Una vez más, gracias. — Asiento educadamente, con sumo respeto. — Lo tendré en cuenta.

Me observa con curiosidad por leves instantes y luego a su pupilo, quién intentaba mantenerse calmado.

— Venga... — Posa su mano en mi hombro y me guía hacia la puerta. — Espero que no sólo lo tenga en cuenta. Quiero que... — Asiente con diversión. — Quiero que vaya. Se lo pide el dueño de éste hospital.

Parpadeo repetidas veces una vez que me giro un poco hacia él.

— Espero no presionarla, pero... ¿Hacerme el jefe estricto está funcionando para que me diga que asistirá?

Sonrío con pesadez, aunque con sinceridad. Asiento levemente y bajo la cabeza.

— Iré.

— No se arrepentirá.

— Claro que no, Doctor.

Me sonríe humildemente y vuelve a estrecharme la mano con calidez. Cuando caminé hasta el ascensor, percibí que volvió a desaparecer tras las enormes alas de la puerta.

MCP | El Internado ©️ (¡Disponible en físico!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora