Capítulo 68 | Parte 2.

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Capítulo 68

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Capítulo 68. 

Despierto relajada. Realmente, muy descansada para haber dormido en un mueble con un hombre de buena complexión y proporción.

Mi sonrisa se extiende al percibir su olor que se había impregnado junto al mío en la mantita de lana. Miro a mi alrededor y me doy cuenta que la puerta del cuarto de baño está un poco entreabierta.

Achico los ojos al oír vagamente la ducha. Me muerdo el labio con una rebosante emoción que me carcome. Adrián se estaba duchando, pero no se molestó en despertarme para acompañarlo.

"¿Debería hacerlo?" Pienso, con una tonta sonrisita de chica enamorada.

— Claro que sí... — Murmuro para mí misma como una niña traviesa. 

Camino de puntillas al cubrir mi desnudo cuerpo con la mantita. Cuando abro la puerta en silencio, mis instintos no fallan en cuánto a las maravillosas vistas que percibía a través de la puerta corrediza de cristal que se encontraba empañada por la humedad.

Adrián mostraba un perfil lateral muy exquisito. Lavaba su lacio y castaño cabello con ímpetu y rudeza, como si le fastidiara hacerlo. Su delgado y fibroso cuerpo estaba tenso. Parecía ansioso y abrumado. Ni siquiera se había dado cuenta que entré al cuarto de baño.

Suspiro con cierto nerviosismo, porque no sé en qué estado de humor se encuentre. Aunque pienso averigüarlo...

A pesar de que anoche nos decíamos muchas cosas profundas y llenas de sentimientos, no podía olvidar que éste hombre era una total complejidad cuando se trata de su temperamento.

Me acerco al cristal de la puerta corrediza, con la intención de que él percibiera mi presencia, lo cuál noto que hace al ver como detiene las acciones de su mano sobre su cabello que ahora se encontraba más largo por el agua, ya que algunos flequillos cubrían parte de su frente y sus cejas.

Aunque él sabía que yo estaba ahí, no hizo ningún gesto de moverse hacia la puerta de cristal. Sin embargo, tampoco me impidió el paso

Cuando presiono la puerta corrediza de cristal hacia un lado, me fulmina con una mirada muy llamativa y brillante. Sin embargo, no era la misma mirada de siempre a la qué yo acostumbraba. Podría decir que en ella describía hiperactividad y confusión.

Dejo caer la mantita y entro al instante junto a él. Le sonrío con un dulce entusiasmo, pero sólo me mira directamente a los ojos con extrema seriedad.

— Hoy tu humor no está fácil, ¿verdad? — Me acerco un poco más hacia él.

El agua caliente que cae sobre su espalda comienza a salpicarme. Por alguna extraña razón, Adrián estudia mis facciones y gestos. Pero aún no emite ni una sola palabra.

Rio mientras apoyo mis manos sobre su nunca y mis antebrazos sobre sus anchos hombros.

— ¿Qué sucede contigo, Ojitos Bonitos? — Siento como el agua comienza a caer también sobre mí, bajo su altura. — ¿Todo bien con él caso clínico? — Frunzo el ceño, pero continúa estático, en su extraño trance. — ¿Lograste resolverlo? Era un caso en la zona hepática, ¿no? — Vuelvo a sonreír al acercar mis labios sobre los suyos. — No sé ni para que pregunto. Esos casos son los más increíbles que realizas. — Lo analizo brevemente y sonrío sobre su boca. — En realidad, todo lo que haces es increíble. — Comienzo a besarlo con dulzura, pero no causa ningún efecto en él y me despego al instante.

— Oye, Adrián, en serio... ¿Qué pasa? — Achico los ojos y me pongo en alerta.

Frunce más el ceño y vuelve a acercarse a mí con brusquedad, arrinconándome contra las baldosas.

— ¿Por qué me mientes? — Fija sus verdes ojos en los míos. Aunque el color era muy llamativo, estaban oscurecidos.

— ¿De qué hablas? — Niego con una sonrisa.

Mi respuesta le fastidia en lo absoluto, pero no estaba segura de eso. Ni siquiera podía entender la razón por la cuál me estaba cuestionando.

— Deja de decir que te miento, ¿sí? Bájale las revoluciones a tu temperamento. — Intento volver a colocar mis manos sobre su nuca, pero él me lo impide al sujetarlas con rudeza y pegarlas contra las baldosas.

— Te lo volveré a preguntar una vez más... — Me advierte en un susurro extremadamente serio. Parecía fuera de quicio.

Mi corazón comenzó a latir con más desenfreno. Mis emociones eran una mezcla de: miedo, confusión, y el amor que siento por él. Volví a achicar los ojos al ver que adhiere su nariz sobre la mía. Trago saliva al instante.

— ¿Por... qué... me... mientes?

— ¿Sobre qué? — Intento entenderlo.

— Deja de hacerte la desentendida.

— No lo hago. — Espeto. — No sé de qué carajo estás hablando.

— Claro que sabes de qué carajo estoy hablando. ¿Qué coño te crees? ¿Qué puedes hacer lo que te da la gana conmigo?

— ¿¡Qué!?

— ¿Pensabas que podrías deshacer y hacer, Aly?

— ¿¡Estás... enojado!? — Pregunto confusa, tratando de entender qué está pasando.

— Respondeme, mierda. — Contraataca. — ¿Por qué demonios me mientes?

— No te miento. Deja de hacerte ideas en la cabeza que no son.

Ríe socarron, fastidiado, molesto con mis respuestas.

— Te pido de favor que dejes de actuar así, Adrián. Me faltas el respeto al preguntar sandeces.

— ¿¡Yo te falto el respeto!? ¡Eres tú la que me miente y la que no deja de hacer lo que le da la puta gana por una vez! — Sube el tono de voz.

— ¡No me hables así! ¡Yo jamás te he faltado el respeto! ¡Por lo tanto, tampoco estoy haciendo lo que me da la puta gana por ahí! ¡Lo que pasa es que tú eres un mandón que acostumbra a que todos actúen a tu convenciencia!

— ¡Pues deberías hacerlo! — Espeta. — ¡Deberías hacer las cosas a mi manera y dejar de disgustarme con mierdas que se pueden evitar!

— ¡Ni siquiera pareces disgustado! ¡Pareces enojado!

— ¡Estoy encabronado, Alysha Nerea! ¡Y no te imaginas cuánto!

— ¡Pues no deberías! ¡No tengo razones para disgustarte, encabronarte, o subir tu jodido temperamento para enfrentar tus mierdas de ésta mañana diciendo que te miento!

— ¡Baja la voz! — Me regaña.

— ¡No! ¡Comienza tú por hacerlo primero! ¡Baja la voz y no me hables así! ¡Mierda!

Sujeta mi mandíbula con ímpetu.

— Cierra... la... boca. — Presiona los dientes.

— ¿¡Pero quién diablos te crees que soy!? ¿¡Bárbara!? ¿¡Amanda!? — Me zafo de su agarre y lo asesino con la mirada. — ¡No me vengas con esas mierdas, cuando yo lo único que hago es dar todo por ti! — Decido alejarme de él al intentar salir de la ducha.

Sin embargo, cuando le doy la espalda, sujeta mi brazo con rudeza y vuelve a presionarme contra las baldosas.

— ¡Adrián, ya basta! — Grito con enojo, sintiendo impotencia por su extraña y alterada actitud. — ¡No quiero seguir discutiendo contigo! ¡Y está claro que es tu propósito! ¡Estás incitado a hacerlo!

— ¡No me da la gana de que te vayas así! — Parecía confundido, frustrado, desesperado de mi nueva acción de querer marcharme. — ¡A mi no me das la espalda, jovencita!

MCP | El Internado ©️ (¡Disponible en físico!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora