Capítulo 73 | Parte 2.

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Capítulo 73

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Capítulo 73.  

— ¿Y ahora qué diablos quieres? — Ignoro que me haya ofrecido asiento.

— Míralo por ti misma. — Sobre la mesa, arrastra y presiona su teléfono hacia mi dirección.

Fruzo el ceño con curiosidad y sujeto el teléfono con actitud. Adrián esquiva mi mirada, molesto, confundido, y lleno de dudas.

Cuando fijo mis ojos en la pantalla, lo primero que veo es una imagen dónde aparece la madre biológica de Adrián muy cerca de mí, como si me estuviera murmurando algún secreto. Sin embargo, yo sabía que realmente no había sucedido eso. Ni siquiera realizamos una conversación larga.

Continuo rozando mi dedo índice en la pantalla, pasando las fotos con más rapidez al ver que habían muchas más muy parecidas, en dónde ella estaba más distanciada o más cerca de mí.

— Mier... da... — Murmuro entre dientes, sentándome de manera automática en el asiento que Adrián me había ofrecido con anterioridad.

— En realidad, espero que me digas algo muy distinto a lo que tu lengua viperina acostumbra. — Espeta con el humor alterado, aunque intentaba mantenerse comedido. — ¿Y sabes por qué razón lo espero? Porque yo sé perfectamente lo mierda que ha sido mi pasado. Sin embargo, Alysha Nerea, ese pasado la incluye a ella. — Me fulmina con una verdosa y furiosa mirada muy llamativa.

Si no estuviera tan enojada en éste momento, podría jurar que su actitud tan demandante me hubiera hecho sentir vulnerable, tal vez intimidada. Pero ese no era el caso en ésta situación...

— Detesto a esa mujer. ¿Es que no lo entiendes? — Continua. — ¿Qué malditamente tengo que hacer para que lo entiendas de una puta vez? No quiero a esa mujer cerca de ti o viceversa.

— Lo primero es lo primero, Wayne. — Coloco el teléfono de mala gana sobre su escritorio. — Yo no fui la que se acercó, y mucho menos la busqué. ¿Qué carajo te crees? ¿Qué no tengo consideración con el dolor ajeno?

— ¡No he dicho esa mierda! — Gruñe.

— ¡Pero es lo que parece que crees! — Subo el tono de voz, pero él bufa muy socarrón y fastidiado. — ¡Me hubieras preguntado primero! ¡Lo había olvidado!

— ¡Claro! ¿¡Cómo no ibas a olvidar ese detalle!? — Me mira con enojo desde su prodigioso asiento. — ¡Tus malditos despistes nunca cambian! ¡Así que no me culpes del todo!

— ¡No te culpo del todo, pero tú tampoco pones de tu parte con ese jodido carácter tan hijo de puta que te gastas!

— ¡No me grites! — Suelta un leve y firme puñetazo sobre el escritorio, sin dejar de mirarme a los ojos.

— ¡Empieza tú por no hacerlo! ¡Mierda! — Me levanto del asiento hecha una furia. — ¡Me ofende saber que de verdad pensaste por un momento que te he mentido sobre un tema tan delicado como ese, cuando siempre he sido sincera desde el punto cero! — Agito mi mano con molestia.

Sin embargo, él, al verme abrumada, alterada, y tan provocadora de problemas, enarca las cejas y estudia cada uno de mis gestos. Por un momento, se queda embelesado en mi mal humor, escuchando mis reclamos y mi indignación.

— ¡Te estoy hablando, Wayne! — Vuelvo a traerlo a la realidad, causando que sacuda levemente su cabeza y recomponga su actitud con mas presión. Quiero que hable.

— ¡Tengo muchos problemas temperamentales, pero no estoy sordo!

— Pues... ¡Escucha bien lo que te voy a decir! — Lo señalo muy encabronada. — ¡No sé porque coño te indignaste al haber creído que te oculté algo como eso! Además, ¿¡por qué intentas joderme con tus actitudes!? ¡Fuiste el primero que me omitió el tema de la perra de Amanda! ¡Y yo tenía el derecho de saberlo! ¡No me vengas con que te sientes ofendido sólo porque cometí un pequeño error al olvidarme de ese detalle, cuando lo tuyo fue omisión!

— ¡Pero no con la intención de hacerte daño! — Insiste.

— Pues... ¡Tengo una noticia para ti, Wayne! ¡Yo tampoco lo hice con esa intención! ¿¡Crees que tu mentencita tan compleja pueda entenderlo!?

Sus ojos verdes se engrandecen al instante. Traga saliva levemente y se ruboriza.

— ¡Si siempre deseas tener el control de la situación, como dices, aprende a controlar tu mal humor conmigo!

— Yo... — Tartamudea, perdido, sin saber cómo tratarme en éste momento.

— ¿¡Sabes que mi persona y mi actitud no cabe en tu boca!? — Continúo regañandolo.

Él frunce los labios, sintiéndose impotente. Se remueve sobre su asiento y me mira de arriba hacia abajo de reojo, aunque cree que no me doy cuenta.

Aún levantada, me remuevo un poco al sentir esa leve mirada llena de debilidad hacia mí. Miro brevemente hacia otra dirección, sujetando mi mochila sobre mi hombre. O más bien, aprentándola...

Adrián se da cuenta de que lo he pillado. Abre la boca levemente y repetidas veces, tragando saliva. Carraspea y mira hacia otra dirección diferente a la mía, intentando evitar que yo viera su rubor. Como acción desesperada por su parte, se levanta del asiento y me da la espalda, rascando su nuca con brevedad.

— Puede comenzar su turno, señorita Doménech. — Susurra.

Sin embargo, no puedo evitar abrir la boca por la impresión.

"¿Y ya? ¿Eso es todo?" Me digo mentalmente al ver que pensaba ceder.

— Doctor Wayne... — La enfermera Garret vuelve a entrar en la lujosa oficina. — Su padre está al teléfono. ¿Quiere que le pase la extensión de la llamada ahora mismo? — Achica los ojos al ver que su jefe se gira y la mira con cierto sonrojo. — ¿Se encuentra bien? — Pregunta burlona. — Parece jodido.

— Pásame esa maldita llamada, ¿sí? — Murmura. — Acompañe a la señorita Doménech hacia el ascensor. — Intenta recomponerse. — No quiero que falte ni se ausente ni un sólo momento en sus rondas.

— Claro... — La enfermera Garret alza la mirada mientras me espera con los brazos cruzados. Su mirada denotaba diversión por las expresiones y acciones de su jefe que no entendía del todo, pero que sí sabía que no eran comunes.

— ¿Eso era todo? — Le insisto al ojiverde, con la esperanza interna de que me dijera algo alentador.

— Vuelva cuando termine sus rondas. — Su tono hacia mí cambió drásticamente al profesionalismo.

— ¡Demonios, Wayne! — Gruño.

— Es una orden. Haga lo que tenga que hacer, y vuelva aquí cuando termine sus lecciones de hoy.

— ¿Estás...

— Qué muevas tu lindo culo al octavo piso, he dicho.

Ah, claro que sí. — Me dirijo hacia la puerta, pero él no se gira tan siquiera. — Pero no sin antes informarle que mi jefe es un hijo de...

— Un hijo de puta. — Me interrumpe fríamente. — Lo sé.  Probablemente, no te equivocas.

Abro la boca con extrema indignación e impotencia. Soy la primera en marcharme, dejando a la enfermera Garret asomada en la puerta.

MCP | El Internado ©️ (¡Disponible en físico!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora