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•Josh•

Terminaron las clases. Antes de volver al infierno que es mi hogar, como siempre, voy a la cafetería que está en la plaza más cercana a mi trabajo. Me siento en la barra y pido un americano con un pastelillo para acompañarlo. Mientras estoy ahí trato de disfrutar el momento de tranquilidad, saco mi tablet y veo las noticias, checo mis redes sociales y reviso los temas que veré mañana en clases.

Yo imparto tres experiencias educativas en la facultad: Programación, Sistemas Operativos y la optativa de básquetbol. Eso sólo a los primeros años, a parte las que tengo con grupos superiores. Todos los años me saturan de materias, no me quejo, pues sé que así no estaré tanto tiempo en mi casa.

Es hora de ir a casa. Mientras conduzco de regreso no puedo sacarme de la cabeza a mi nuevo alumno, el castaño que confesó ser homosexual... ¿Por qué lo habrá hecho? Es algo que podría ocasionarle​ problemas más adelante con sus compañeros o con algún profesor homofóbico. No lo digo por mi, a su edad también experimenté con chicos, sería doble moral si lo trato mal por sus preferencias. Pero no logro entender el porqué lo hizo.

Es un chico atractivo, tiene unas pestañas grandes, una nariz que cualquiera envidiaría y unos hoyuelos que se forman cuando sonríe que encantaría a cualquiera. No sé por qué sonrío, tal vez por recordar lo valiente que fue al confesar su orientación sexual.

A decir verdad, aunque el chico no hizo nada malo, me sentí un poco incómodo durante toda la clase. El castaño no dejaba de mirarme y lo que me dijo al final me dejó mudo. No quiero ser el típico idiota que cree que por el hecho de que alguien es gay automáticamente va a querer algo con él, pero no sería la primera vez que se me insinúan y no quiero que eso pase con ese jovencito. Tengo una reputación que cuidar y una familia que mantener, no puedo dejar que chicas calenturientas o él me causen problemas. Lo tendré vigilado.

Estaciono el auto en la cochera y entro a la casa. Chris está llorando en su andadera de bebé, apuesto que Debby no lo ha alimentado. Dios, esa mujer no debería ser madre. Ella está mirándose en el espejo acomodándose un pendiente.

—¡Vaya, al fin llegas!— dice en tono de reproche.— Van a dar las cinco de la tarde, Josh. Mi jefe me reprochó que llego tarde... La siguiente semana entraré al trabajo de tres a once y sabés que hay semanas en las que hago viajes de negocios.

—Lo se Debs, perdón.— Alzo al niño.— Pero no te toma mucho tiempo alimentar a Chris, también es tu hijo, ¿Sabes? Puede enfermarse si no come a sus horas.

—Pues estoy muy ocupada.— contesta rodando los ojos.— Ya no podré cuidarlo hasta que llegues la siguiente semana, y cuando me vaya de viaje menos.

—¿Y qué se supone que haga yo?

—Pues ahorita, dale de comer para que cierre el pico de uno buena vez... Y en esta semana buscar a alguien que se haga responsable del niño, porque yo no lo voy a hacer. Dile a tu madre o contrata a alguien, yo qué sé.— Salió azotando la puerta.

—Lo que faltaba...

Me dirijo a la cocina para preparar el biberón de mi pequeño hijo. Él no tiene la culpa de nada, me molesta que su madre la agarre contra él cuando yo no estoy presente. Cada día que pasa soporto menos a esa mujer. Le doy de comer a Chris mientras lo arrullo con una canción de cuna. Mi pequeño me sonríe acariciándome la mejilla, estos pequeños momentos son lo mejor de ser padre.

Poco a poco mi hijo va cerrando los ojos hasta quedar completamente dormido. Lo llevo a su recámara y lo acuesto en su cuna, prendo el aparato que me avisará si despierta y pago la luz dejando la puerta entreabierta.

Me dirijo a mi habitación para buscar ropa cómoda. Me quito la camisa, los zapatos, pantalones y boxer. Me dirijo al baño y prendo la regadera para tomar una ducha. Me quedo un rato ahí, bajo el agua, analizando mi vida. Amo mucho a mi pequeño hijo, pero la vida en esta casa me hace infeliz. El poco amor que le tengo a Debby cada día se desvanece más, ya no la soporto, no puedo estar hablando con ella más de unos minutos sin empezar a discutir. De cierta manera agradezco que casi no esté en la casa, el problema es cuando está, porque solo hay problemas. Mis colegas y alumnos jamás se imaginarían la vida que llevo. En mi trabajo soy una persona muy cordial y feliz, pero lo cierto es que, cuando entro a esta casa, esas cualidades en mí desaparecen.

Bajo a la cocina y me preparo un café, me siento en la barra con la computadora, me pongo los anteojos y comienzo a preparar la clase de mañana.

SEDUCTION [Joshler]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora