Capítulo 2

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Un vuelo acogedor, claro acogedor. Todo el vuelo me pase peleando con mi padre sobre mi estancia en Nueva York, yo quería regresar mañana pero él se negaba a dejarme viajar sola. Tres días en Nueva York, tres días sin ir a clases. No es que sea amante de las clases o el colegio, pero preferiría mil veces estar ahí en lugar de un hotel mientras espero que Kate y mi padre aparezca.

—¿Entonces te quedarás aquí, Nirvana?. —preguntó en la puerta mi padre, asentí con la cabeza. No me apetecía salir.

Ví como se marcharon mis familiares, y deje caerme cansada en el cómodo colchón de la habitación. Mi estómago rugió por comida y sonríe al pensar que podía salir a dar una vuelta, y de un momento a otro comer algo por allí, como siempre lo hacía en Seattle.

Tomé mi teléfono, cartera y un chamarra térmica, <<que frío hace>> y salí de la habitación.

—Buenas tardes señorita Valentine, ¿Saldrá?. —preguntó el recepcionista.

—Sí, ¿Mi padre ha dejado algo dicho?. —pregunté.

Sospechaba que había dejado a algún mastodonte a mi cargo, o fue Kate. Seguramente ninguno creyó que sería capaz de estar encerrada en la habitación hasta que ellos llegarán, tenían razón.

—Me comunicare con Franco, el chofer encargado de usted. —y sin más preámbulos se dio media vuelta y se fue.

Me quedé sola en recepción a espera de mi “guardaespaldas” claro está que no era por la millonada de dinero, si no por precaución. Estaba aquí por un motivo, bueno en realidad eran ellos. Pero al venir yo con ellos, estaba involucrandome  en terreno peligroso.

El recepcionista regreso informando que Franco me esperaba a fuera con el coche listo para arrancar, le di las gracias y camine hasta la salida y justamente ahí, choque con alguien.

—Lo siento tanto, iba distraída. —me disculpe cordialmente y enseguida, el chico enfrente mío rió divertido.

—No te preocupes, preciosa. —dijo con desinterés —¿A dónde te diriges tan distraída?. —preguntó con una mirada pícara.

—A comer algo por allí, he llegado hoy y no se antoja nada del hotel. —contesté y lo miré fijamente.

No estaba mal el muchacho, tenía los ojos entré cafés claros o mieles. Tenía el cabello rubio, sedoso, y le llegaba un poco arriba de los hombros. Tenía labios gruesos y rosados, todo un hombre perfecto para Kate, no para mí.

—Soy Jayson, pero puedes decirme Jay. —habló y extendió su mano la cual rápidamente tomé

—Nirvana, pero puedes decirme Anna. —me presente y noté su entrecejo fruncido.

Sonreí ante la incomodidad que se presentaría a continuación, todo mundo cuando le decía mi nombre se reía, o bromeaban. No me molestaba. Ahora sí, desde que mamá se fue me molestaba que se rieran del nombre que ella me dío a mi, por lo cual terminaba a gritos o incluso una vez a golpes con las mujeres.

—Me encanta tu nombre. —sonrió nervioso —Es…... único. —término riendo y yo junto a él, nunca nadie que no fuera mi familia lo había dicho.

—Bueno Jay ¿Vamos a comer?. —pregunté esperanzada.

El chico me había caído bien, no se había burlado de mi nombre y no se molestó cuando choque con él. Pocas personas así. Alzó una ceja ante la sorpresa de mi propuesta, pero ó hablaba con él o me moría de hambre aquí mismo.

—Me encanta la idea, sólo si yo pagó. —reí ante su comentario.

Asentí segura de que se le olvidaría y al final terminaría pagando yo, sino mi buen as bajo la manga nunca me falla. Caminamos hasta el auto que papá había rentado y subimos en él, después de un pequeño combate por ir en su auto. Al final tuvo que aceptar las normas que puse y terminamos yendo en mi coche. Durante el camino él fue el instructor del recorrido, me contó algunas cosas, las más esenciales. Tenía veintiséis años y estaba aquí por trabajo junto a su mejor amigo, pero no era la primera vez que venía aquí por lo cual escogió él, el lugar para comer. Me comentó que con su trabajo le tocaba viajar mucho, pues en ocasiones las personas que no cumplían con su parte del trato que terminaba huyendo, claro está, presumió su gran agilidad con las computadoras y me dijo que así daba con ellos, viajaban a donde se encontraban y los hacían pagar.

—Aquí es, ceñudo. —habló Jay, haciendo referencia a Franco.

Reí cuando oí el bufido molesto de Franco, desde que nos subimos Jay lo llamo ceñudo. Pues tenía la mala maña de llamar así a los choferes que tiene. Lo reñí por eso, pero le valió una baraja y siguió llamándolo así.

—¿Qué es esto?. —pregunté al entrar al local.

Cherrie’s un local de comida rápida,fácil y para nada costosa. Era como un restaurante mexicano, en el menú se podía leer claramente, gringas-burritas-quesadillas-enchiladas y entre otras muchas. Mi boca se hizo agua rápidamente cuando note que tenían lonches de pierna, amaba los lonches de pierna.

Cuando hicimos nuestros pedidos nos fuimos a sentar en una mesa cerca de alguna ventana, había mucha gente y no quería pasar una vergüenza. Empezamos la típica charla cuando las personas se conocen, claro, en esta ocasión nomás hablé yo, sé sorprendió al decirle que tenía tan solo diecinueve años de edad, dijo que sería como su hermana pequeña, si después de todo esto seguíamos en contacto. Claramente encantada le dije que si, siempre había querido un hermano mayor hombre. Ahora creo que lo encontré. Le pase mi número y para comprobar que no le metía, me marcó en ese mismo instante. Estábamos comiendo cuando de pronto una llamada de papá entró a mi móvil.

—¿Papá?. —pregunté al contestar

—¡Por dios, Nirvana! ¿Dónde estás? ¿Con quién estás? ¿Estas bien?. —tantas preguntas en tan sólo un segundo que mi primer pensamiento, fue. Algo anda mal.

—Estoy bien, papá. —miré a Jay quien me veía burlesco —¿Pasa algo?

—Mira escúchame bien ¿Entendido?. —asentí y luego cuando caí en cuenta de que no me estaba viendo empecé a hablar, pero el me corto —Me han llamado hace un rato diciendo que tenía a Kate con ellos. Kate está conmigo por lo que rápidamente supusimos que eras tú, ¿Dónde estás, mi vida?. —y aquí estaba papá pollito.

Cuando algo le preocupaba a papá en relación a nosotras, sacaba su lado más cursi. Amaba ese lado de él, hacia olvidarme que era un hombre malo en el trabajo. Junto a Jay volvimos al hotel después de que papá me rogara, prácticamente, para asegurarse por el mismo que yo estaba bien. Se le oía preocupado y no quería que se preocupado más de la cuenta, al llegar al hotel me despedí de Jay en el ascensor y entré a la habitación con número nueve, y enseguida un par de brazos me rodearon.

—¿Quién es ella?. —pregunté una vez que miré a la señora enfrente mío, papá se tenso y Kate me trató para tranquilizarme      —¿Debo repetirlo?. —volví a preguntar y papá soltando un bufido cansado arruinó mi noche con las siguientes palabras saliendo de su boca:

—Antonella, mi pareja.

Ven ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora