Capítulo 14

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—Bueno chicos esto ha sido todo por hoy, pueden retirarse a su descanso. —nos informa el profesor que imparte la materia más importante de mi carrera, quien también puede hacer que una empresa nos pueda asignar trabajos a todos de la carrera de Administración de empresas —Johnson, Torres y Valentine por favor ¿Pueden quedarse unos segundos?. —con una mirada confusa volteo a mirar a mi mejor amiga y tras un levantamiento de hombros como respuesta caminamos las dos al escritorio del profesor Harrison.

Esperamos a que Eduard Torres llegue a nuestros lados para que el profesor empiece a decirnos eso que hará que perdamos un gran valioso tiempo de nuestro amado, y necesitado, descanso. Con el mismo andar Eduard, quién aparte de ser español y nacionalidad estadounidense, se dirige hasta nosotros, cabello castaño oscuro llegando casi al negro, ojos cafés claros, sus labios son perfectos pero el inferior posee más volumen que el inferior, nos sonríe carismaticamente.

—Bien ahora que están todos. —empieza Harrison, saca tres carpetas del mismo tamaño y grosor de su maletín y nos da uno a cada uno —Publicity Magno, ha solicitado a mis tres mejores alumnos de mi clase, el presidente Bratt Martingaste me mando ésas carpetas que ya poseen para que ustedes le den un repaso, al parecer está tratando de contratar a los mejores nuevos aspirantes de la carrera y dado a que ustedes tres son los mejores de mi carrera he pensado que tal vez les convendría. —todos asentimos felices de la nueva propuesta.

Tras una serie de preguntas por parte de nosotros el profesor se retira del aula y los tres nos quedamos shockeados por la información y la gran oportunidad que nos está brindando el profesor Harrison. Amanda gritó después de unos segundos de la salida del maestro, Eduard nos felicitó y tras regresarle el gesto nos encaminamos al comedor, varios de nuestros compañeros nos mira algo raro a los tres y bueno es que no es normal que Eduard hablé con alguna chica que no sea su hermana Sophie.

—¿Saben?. —pregunta de repente Eduard, Amanda al no saber de qué habla le da un pequeño codazo, el joven pone ambos brazos en nuestros hombros —Me haré mejor amigo de ambas, así si nos contratan podemos seguir nuestra amistad. —ambas reímos ante las palabras de Eduard pero terminamos asintiendo aceptablemente.

Durante la hora del almuerzo, tuvimos una plática muy larga los tres. Los pros y los contra de aceptar el contrato, por lo que habíamos leído se supone que en tres semana nos darán permiso de ir y venir para ver las instalación de la empresa y hablar directamente con el dueño. Junto a los chicos nos dirigimos a la siguiente clases que es Educación Física, y que compartimos junto a otras dos con Eduard. Short corto color azul marino, camisa blanca, calcetines hasta la pantorrilla del mismo color de la camisa, zapatillas blancas y el cabello completamente agarrado en una coleta es nada más y nada menos que el uniforme con el que hacíamos deportes. No está mal, de hecho se me hace bien, claro si el pequeño short no me llegara por solamente un centímetro debajo de mi trasero.

—Bien chicos, haremos lo siguiente. —empieza a hablar el profesor —Darán cinco vueltas corriendo a la cancha, quien no lo haga se podrá a hacer una serie que consta de lagartijas y sentadillas ¡Andando!. —grita.

Junto a Amanda empiezo a correr mientras platicamos de temas cualquiera y minutos después se nos une Eduard, nuevamente llamando la.atención de nuestros compañeros.

—Dime Eduard. —empieza Amanda, se que es lo que viene después —¿Alguna novia por ahí?. —pregunta sin preámbulos. Eduard se ríe y junto a mi amiga fruncimos el ceño.

—Verás Amanda. —comenta Eduard para después tomar aire y parar de correr, nos hace una seña con las manos para que nos acerquemos como si nos fuera a contar un secreto —Soy la persona más homosexual que puedas conocer. —sonríe cuando termina de hablar. Sin embargo su sonrisa se borra al ver que nosotras no decimos nada y que está más que seguro que tenemos expresiones serias —¿Fue muy pronto?. —pregunta ahogando la voz.

Gritamos y nos aventamos hacia él, no espera el impacto por lo cual los tres terminamos en el piso. Una larga carcajada suena de su boca y ahora estamos los tres riendo.

Cuando levantó la mirada no doy crédito a lo que veo, hay aproximadamente diez personas vestidas de negros y cada una de ellas trae un arma. Junto a mis amigos nos paramos enseguida cuando la voz de un hombre, que parece tener la edad de mi padre, nos grita que nos quiere a todos en forma horizontal en medio de la cancha. Cuando pasó junto a un hombre alto, y con el cuerpo tonificado el cual resalta al color negro, creó reconocer su colonia.

El mismo hombre empieza a observar a las personas que están ahí y su vista se pasea sin ningún descaro por cada una de mis compañeras, y justamente cuando su vista cae en mí todo se viene abajo. Su mirada color verde cambia de deseo a preocupación, sin darse cuenta él baja lentamente el arma que posea. Camino lentamente hasta dónde esta él, mientras escuchó los gritos de varios compañeros. Incluso creo escuchar como varios cargar sus armas, había pasado exactamente unas cuantas semanas desde la vez en el hospital y él en ningún momento llamó para disculparse.

—Quítate la capucha. —ordenó con voz temblorosa.

—¡Hey niña, alejate de él!. —grita una de la mujeres encapuchadas.

—¡Quitate la jodida capucha!. —grité desesperada. Mis ojos empezaron a arder y sabía el motivo, quería llorar si descubría que quien estaba detrás de esa capucha era nada más y nada menos que, Dominic Miller.

Dominic Miller de quien estoy, estúpida e irrevocablemente enamorada. Enamorada, hasta suena raro decir eso en mí mente. Sé que es demasiado pronto decir algo tan grave como eso, pero el día que fue a la tumba de mi madre tras un largo rato, llegué a ésa conclusión.

¿Qué está haciendo?

Valentine retrocede.

¿Él es su novio?

¡Por favor niña, alejate!

Oí los susurros de la gente.

—Po...Por favor, quítate la capucha. —volví a rogar.

No entendía cómo las personas decían estar felices de amar a alguien, yo amo a Dominic y ahora mismo estoy sufriendo al ver su verdadero él. ¿Por qué, nunca me fije en sus tatuajes? Tatuajes de todos tamaños se extendía desde los dedos de su mano derecha hasta el inicio del hombro, y su cuello poseía más tinta negra. Su otro brazo estaba igual de lleno que su brazo derecho, lo ví desnudo y ¿Nunca los vi? Retube el aire en mis pulmones cuando el final de la capucha llegó a su cabello, a ése cabello color castaño que más de una vez pude pasar mis dedos por ellos.

—¿Qué crees que haces?. —gritó el mismo hombre que desde que entraron daba las órdenes —¡Ponte la capucha de nuevo!. —gritó.

—¡Callate papá!. —gritó de regreso Dominic.

Mi vista fue inmediatamente hacia el hombre que gritaba, el padre de Dominic, podía ver en sus brazos igualmente tatuaje pero había uno que llamaba la atención, una serpiente corría desde más arriba del hombre y terminaba con la lengua del reptil en el inicio de sus dedos. Volví mi vista en busca de un tatuaje parecido al del hombre mayor sin éxito alguno, Dominic no poseía ningún tatuaje de ésos, no que estuvieran a la vista.

Mi furia fue más que mi decepción, y golpeé el rostro de Dominic. Mi gancho derecho fue a parar a su pómulo izquierdo, haciendo así que Dominic de tambaleara hacia atrás y un dolor intenso se apoderaba de mi muñeca, me incline en mi propio sitio mientras tomaba mi mano y hacía fuerza en ella.

—Maldición. —murmure por lo bajo, solamente para mí y por supuesto a Dominic.

—¡Mierda Nirvana!. —gritó Dominic dado al dolor que mi golpe le ocasionó, se cayó al instante de que vio mi mueca de dolor. Trató de acercarse pero sé lo impedí.

—¡Aléjate! ¡Aléjate de mí!. —grité.

Su rostro se comprimió al escuchar mis palabras, reflejó la tristeza que sentía con mis palabras. Pero ahora mismo no sentía ni por mí, dolor. Sin importarme el dolor en mi mano y el cómo iba vestida salí del lugar. Alejándome de ahí, alejándome de él.

Corrí los trescientos kilómetros de la escuela a mi casa sin importarme nada, ni siquiera que los autos tuvieran que parar antes de arrojarme. Había tomado una decisión, quizá era demasiado apresurada y no estaba bien pensada pero de algo si estaba segura, no me metería de nuevo con un narcotraficante.

Quiero meterme a tu sucio negocio. —dije a mi padre una vez que abrí la puerta de su despacho.

Ven ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora