Capítulo 5

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Regresar a México fue un total caos. Durante todo el camino al aeropuerto papá trato de persuadirme para que le diera algún tipo de seña del tipo que me había “atacado” en el baño del club. Mi vuelo aterrizó a las nueve y cuarto de la mañana haciendo así, que perdiera otro día de la escuela.

Cómo era de costumbre, Alonso, nuestro chófer llegó por mí al aeropuerto y me llevo directo a casa. Podía faltar un día más a la escuela, pero no faltaría otra vez a mis entrenamientos. Próximamente serían las finales y quería dar y estar al cien en las competencias.

A las cuatro y treinta de la tarde, le pedí de favor a Alonso que por favor me arrimara al deportivo donde practicaba mi deporte favorito. Baloncesto. Sin rechinar Alonso me llevó al lugar pedido y dijo que volvería a las ocho en punto, para regresarme a casa sana y salva.

—¡Pero miren quien viene entrando!. —gritó Louis, mi entrenador.

Rodé los ojos al momento que alrededor de, doce pares de ojos se enfocaron en mi. Amanda como siempre queriendo llamar la atención, corrió gritando hasta llegar conmigo y brincarme encima. De no ser que ya estábamos acostumbrados a ésto, las del equipo ya estuvieran reprimiendo a Amanda por su chillido agudo y yo en el suelo junto a ella.

—Maldita, me has dejado sola en clases. —comentó mientras su dedo índice me apuntaba acusandome.

—Kate y Charles, me han llevado a uno de sus viajes. —comente mientras todas la chicas, nos dirigimos hasta los vestuarios.

Pertenecemos a una liga deportiva, que es estatalmente. Estamos en el cuarto lugar de la competencia, arriba de las girl chips, pero debajo de las tapatías. Nuestro próximo partido es con quien nos rebasan, y queremos dar todo para ir a las semifinales que se juegan en Los Ángeles.

—Escuche que cambiaron a la entrenadora de las tapatías, ahora es un hombre. —habló Regina, nuestra botadora.

—Dicen que está bien bueno. —comentó con pícaria Amanda.

—Bueno, pues hay que ver para creer. —comenté pasando por mi cabeza la camisa color azul marcada con el número catorce en ella.

—Siempre tan aburrida, querida. —comenta con desagrado Ángela, nuestra poste bajo —Pero bueno, que nos espera de una mujer que a sus diecinueve años no ha perdido la virginidad. —comenta pensativa, su vista vuelve a mí aún sonriendo —¡Espera! Pero si ni tu primer beso has dado. —grita.

Mis mejillas se calientan por inercia, al recordar a aquel hombre en el baño del club. Bajo mi cabeza avergonzada de la situación, por alguna extraña razón, ella había escuchado la conversación que tenía con Amanda cuando ella me dijo que su novio, ahora su ex, habían tenido relaciones sexuales sin protección. Fue ahí cuando yo le comenté a mi amiga que no había dado, ni siquiera, mi primer beso. Claro eso quedó en el pasado.

—¡Oh por Dios!. —gritó Amanda —¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios!. —volvió grita haciendo brinco pequeños mientras movía las manos de arriba a bajo —¡Eres una maldita! ¿Quien fue? ¿Como fue? ¿Dónde fue?. —preguntó impaciente mientras me sacaba arrastras de los vestuarios.

—Podrías calmarte y bajas la voz, por favor. —hablé en susurros y la tomaba de los hombros para calmar su impaciencia

—Cuéntame todo, ¿Porque hasta ahora lo sé?. —pregunta con tristeza fingida

—Porque apenas pasó. —rasco mi cuello ante el nerviosismo —En el viaje a Nueva York, papá y Kate salieron a hacer su trabajo. —hablé e hice énfasis en la palabra trabajo.

No tenía porqué explicar eso con Amanda, ella sabía perfectamente a qué tipo de trabajo me refería. En fin, su familia también se dedican a eso.

—Salí a comer algo, y cuando regresé papá estaba con una señora. Resulta que Antonella, porque así se llama, es la pareja de él. Discutí con él y salí a tomar una copa a un club….—no termino mi relato cuando ella ya ha hecho una pregunta, interrumpiendome

—¿Tu en un club de Nueva York?. —abre los ojos sorprendida —Debiste haberme llamado, para pedir un deseo. —una fuerte carcajada sale de su garganta al mismo momento que mis ojos se blanquean al decir lo último.

—¡Amanda!. —le riño y ella sonríe inocente, respiró profundo para continuar —Entre al baño de club, lave mi cara y cuando pensaba salir él estaba ahí, observandome. Al principio me dió miedo, y fue entonces cuando me dijo que estaba buscandome, que me veía condenadamente sexy con mi ropa y ¡Pum! Me beso. —recordar aquella noche hacía que mi respiración se acelerará.

Amanda no pudo exclamar fuertemente su reacción cuando Louis nos llamó para empezar el entrenamiento.

Durante las siguientes tres horas, estuve corriendo, atrapando y haciendo activación física como si nada. Después de tantos años en el equipo, había terminado acostumbrandome a la pesada cadena de ejercicio físico que nuestro entrenador nos ponía, cada vez que terminabamos el entrenamiento. Para las ocho y media me encontraba subiendo las escaleras hacia mi cuarto para poder darme un baño relajante, mientras subía marque el número de mi padre.

—Dime, cariño. —es lo primero que oigo después de tres pitidos.

—¿Cuándo regresan?. —le pregunto mientras tomo mi toalla y me dirijo al baño.

—Mañana a primera hora. ¿Por Qué?. —dice

—A las siete tengo un partido. Sabes, sólo quería saber si iban a estar aquí. —comentó mientras abro el grifo

—Oh, claro que sí, mi vida. ¿Tomarás una ducha?. —pregunta y antes de poder contestar un ruido extraño se oye en la línea. Después la irritante voz de mi hermana se oye en ella.

—¿Como andas, Anna?. —pregunta y después se oye reír —Jay es un buen muchacho. —comenta divertida

—Estoy bien, gracias por preguntar. —rió al escuchar un choque de botellas —¿Acaso están tomando?. —preguntó y nuevamente el choque de las botellas se oyen, pero esta vez más cerca.

Decidí colgar antes de que empezarán a decir sus incoherencias. Dejé mi móvil en el lavabo, mientras starboy de the weeknd sonaba. Mientras me colocaba mi shampoo, el sonido de una mensaje entrando a mi teléfono llamó mi atención. Dejé en duda el mensaje y terminé de bañarme, una vez aseada me coloqué mi pijama que consiste en un pequeño, y diminuto short junto a una camisa de tirantes color azul.

Mi cuerpo se congeló cuando leí los dos mensajes, ambos provenían de un número que no tenía registrado:

Te ves sexy, en esa ducha.
Me encanta esa pijama. Deseo ser yo quien un día de estos te la quite y pueda hacerte mía una y otra vez.

Ven ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora