El sueño de toda su vida era obtener una maestría en el extranjero, en cualquier país. El conocer la cultura asiática en especial la coreana, la dejó fascinada y desde ese instante se convirtió en su meta a seguir. Nunca se imaginó que allá se enco...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Capítulo 31
Empecé a removerme en la cama, tenía muchísimas ganas de ir al baño. Ya no podía aguantarme más y tuve que levantarme. Daba pequeños tropezones. Nunca se me había hecho tan lejos el baño. Aún no estaba bien orientada. Como pude llegué y miré a mí alrededor, sentía que había algo extraño pero no le presté atención. Pude divisar el inodoro, como pude me quité la ropa interior. ¿Dónde estaba mi short? Me alcé de hombros, lo más probable era que me lo hubiese quitado anoche. Escuché ruido dentro de la ducha.
—Lo siento Em...no voy hacer del dos...solo del uno, ya no aguantaba—escuché una suave risa y la ignoré. Quería seguir durmiendo.
Con algo de torpeza volví otra vez a la cama. Empecé a dar vueltas en la misma. Nunca me había parecido tan grande. Tanteaba en busca de alguna almohada, cuando la encontré la atraje hacia mi cuerpo y me abracé a la misma. A mis fosas nasales me llegó el inconfundible olor del perfume de Ji. Lo más probable era que se hubiese pegado de la ropa que cargaba la vez pasada con su perfume. Con ese aroma suave y varonil me volví a quedar dormida.
Cuando volví a despertarme escuché el suave murmullo de alguien cantando. Lo más probable era que Em estuviera escuchando alguna canción. Quise seguir durmiendo pero el sueño ya me había abandonado. Me estiré sobre la cama, di un par de vueltas y abrí poco a poco mis ojos. Me sentía algo desorientada y cuando mi cerebro empezó a despertarse pegué un pequeño grito. Esa no era mi habitación.
— ¿Dónde carajos estoy?—grité mientras me levantaba y escaneaba todo el lugar. Poco a poco el lugar fue haciéndoseme familiar y más cuando dos hermosos ojos me observaban.
— ¡Oh...!—alcancé a decir cuando caí en cuenta en donde me encontraba.
—Buenos días a ti también, Ely—sentí mis mejillas arder.
—Hola Ji...—él me sonría.
— ¿Recuerdas lo que pasó anoche?—La verdad yo era de las que recordaba todo lo que hacía y decía. Cerré mis ojos y permití que poco a poco los recuerdos volvieran a mi cerebro.
La universidad, las fotos, el karaoke, las canciones y luego nada. Lo miré, él se acercaba hacia mí y por alguna razón me sentía nerviosa. Sus ojos eran las de un depredador y yo era su inocente presa. Lo vi subirse a la cama y yo poco a poco retrocedía. El agarró una de mis piernas y tiró hacia abajo y se posicionó encima de mí.
— ¿Recuerdas...?—asentí.
— ¿Todo?—volví a asentir— ¿Segura?—sus ojos resplandecían.
—Me parece que no recuerdas todo—lo miré sin entender.