Capítulo 39
El lugar era amplio rodeado de árboles que brindaban sombra a quien buscase refugio del imponente sol y buscase la soledad por unos minutos. En el lugar se respiraba un ambiente de paz y al mismo tiempo de dolor. Era un sitio donde se daba el último adiós.
Los amigos siempre estaban hasta el final de los días, eso es lo que dicen. Se podía apreciar a seis jóvenes caminando con flores entre sus manos. Sus rostros mostraban tristeza, en esas instancias no podían mostrar felicidad, el lugar y la ocasión no lo permitían.
Recorrían el camino con lentitud como si les pesara llegar hacia su destino. Entre tanto y tanto se los veía agarrar fuertemente las flores como si intentaran pasar su dolor hacia el objeto entre sus manos. Entre ellos se daban fuerzas.
Al llegar a su destino se podía apreciar una pequeña imagen de un ángel. Una de las chicas no pudo evitar acariciar la lápida, releyó el nombre escrito ahí una y otra vez como intentando procesar y haciéndose a la realidad que era cierto.
— ¿Cómo está él?—preguntó un chico.
—Se culpa por todo—le respondió una chica. Los amigos se agacharon y dejaron las flores. Una de ellas no pudo contenerse y empezó a llorar.
—No puedo creer...no puedo...—ella negaba, aun estando frente a la tumba no podía aceptar la verdad.
—Vamos Nesa...—le dijo otro chico, intentando ponerla de pie.
—No es justo...ella no merecía esto...—dijo otra chica.
—Lo sabemos...—dijo el primer chico.
—In...—miró Nesa al joven y este suspiró.
—Lo sé...—dijo el chico y luego miró otra pequeña tumba a lado de la primera.
—Eso es lo más injusto...—a las mujeres se les encogió el corazón.
—Ella estaba embarazada...—dijo una de ellas.
—Eso es lo que más lo está matando—todos asintieron. Él hombre que amó a esa mujer, no sólo sufría la pérdida de su amada, sino también la de su hijo.
—No creo que esté sufriendo mucho, al final de cuentas él la engañó—dijo una de ellas con voz algo fría.
—Em...él está arrepentido—le regañó In.
—No me importa, ella murió sabiendo que él la engañaba—su voz se llenó de dolor. La muerte de ella le había afectado demasiado.
—Será mejor marcharnos—dijo el otro chico.
Con un último adiós se despidieron de su querida amiga. Algo renuentes se dieron la vuelta y se marcharon de ese lugar. Perder a un ser querido era sumamente doloroso. Ellos tenían que aceptar que su querida amiga no iba a estar más entre ellos. Esa era la dura y cruel realidad. Tenían que aprender a vivir con ese dolor.
ESTÁS LEYENDO
Movimiento de caderas
RomanceEl sueño de toda su vida era obtener una maestría en el extranjero, en cualquier país. El conocer la cultura asiática en especial la coreana, la dejó fascinada y desde ese instante se convirtió en su meta a seguir. Nunca se imaginó que allá se enco...