Presentaciones

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Capítulo 40

Me sentía abrumada y algo desorientada. Mi cuerpo lo sentía pesado como si hubiese estado durmiendo durante días y en alguna posición incómoda. Mis párpados pesaban. Intentaba abrirlos pero nada funcionaba. Escuchaba diferentes voces pero la de él era la que me motivaba abrir mis ojos con todas mis fuerzas. Quería verlo, necesitaba abrazarlo y decirle lo mucho que lo quería. Ansiaba ver aquellos ojos y que me mirasen como sólo él puede hacerlo.

Cuando por fin pude abrir mis ojos a mi mente vinieron como flashes todo lo que había ocurrido. La pelea con Ji y aquellas palabras crueles y como yo lo había ido a ver para que me diera una explicación de su comportamiento. Luego vino el leve recuerdo de estar tendida en el suelo y como un dolor insoportable me azolaba de pies a cabeza. ¿Había tenido un accidente?

Intenté enfocar mi mirada en los que se encontraban alrededor de mí y reconocí a todos. Eran mis queridos amigos pero yo necesitaba verlo a él. Sentí una leve presión en mi mano y como aquella voz me llamaba. Sentí aquel calorcito extenderse por todo mi cuerpo.

— ¿Quién...quién?—intenté decirle pero mi voz sonó rasposa.

— ¿Quién eres tú...?—le molesté. Siempre quise decir eso pero al instante me arrepentí. Sus ojos mostraban tanto dolor que lo sentí como parte de mí.

—Ely, ¿no lo reconoces?—escuché decir a Em. Claro que lo reconocía si era el hombre que más amaba.

—Debemos dejar descansar a la paciente—escuché decir a alguien.

—No...no...—decía y cuando sentí que la mano que me sostenía iba perdiendo fuerza, intenté apretarla pero me dolía.

—Ely, debes descansar—me dijo Sun y yo volví a negar.

—No...—vi como Ji se marchaba pero su cuerpo se notaba cansado.

—No...—cuando lo vi cruzar el umbral de la habitación mi cuerpo reaccionó.

—JI...TE AMO...—grité y mi garganta me empezó a doler y la tos me atacó.

—Señorita, no debe gritar—me regañó el médico pero yo solo negaba.

—Ji...ji...—susurraba. Lo necesitaba. De un momento a otro sentí una presión en mi mano y enseguida lo busqué.

—Ji...—él me sonreía y sus ojos brillaban de algo que conocía muy bien.

—Yo también te amo...—sentí como ese calorcito se convertía en fuego recorrerme por todo mi cuerpo y luego posarse en mi pecho.

—Veo que se encuentra bien—me dijo el doctor y yo le sonreí.

—Debemos hacerle un chequeo rápido y puede seguir con sus visitas—me dijo. Les pidió a todos retirarse pero yo no quería que Ji se fuera.

—Ya regreso—suspiré y asentí.

Movimiento de caderasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora