Sai Kahleek/ Historia corta

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Seis muchachos y un camello. Era más fácil reemplazar a los muchachos que al animal. Algunos eran huérfanos, otros eran esclavos que habían escapado, pero la mayoría eran rechazados, adolescentes abandonados cuyas familias eran demasiado pobres como para mantenerlos. Cuando Shahib le ofreció trabajo, Jaheje llevaba varios días sin comer.

Solo los más desesperados se atrevían a cruzar el Sai Kahleek, pero aquellos con magros recursos hacían trueques con Shahib. Jaheje observaba al mayor de los muchachos a través del brasero. Shahib se había dejado crecer algunos mechones de incipiente barba en las mejillas, y su voz ya no se quebraba cuando hablaba. Muy pocos chicos sobrevivían más de un par de temporadas durante la cruzada del desierto. Nadie decidía arriesgarse a la travesía luego de ganar algún dinero. Nadie lo hacía excepto Shahib, quien llevaba casi diez años caminando por el Sai Kahleek.

Shahib chifló y los demás muchachos corrieron a su lado. Les mostró cómo cortar los callos de los pies.

''Sientan cada paso'', les instruyó. ''Comiencen con su dedo grande, y luego sigan con el resto del pie hasta que toquen el piso. Ahí es cuando deben cambiar el peso hacia el pie de atrás''. Se puso de pie y les mostró cómo moverse dando zancadas largas y silenciosas.

''Practiquen'', les explicó. ''Si el camello va a paso muy lento, revelará nuestra presencia. Deben ser silenciosos, y deben ser rápidos''.

Los pies de Jaheje sangraban mucho el primer día. Casi se desmaya del dolor. Practicó poco tiempo después de que la caravana se detuviera y el suelo se enfriara. Al cuarto día, el dolor era tan intenso que andaba con un trozo de cuero en su boca para morderlo y aplacar la aflicción. Shahib lo felicitó por esa técnica. Se reía mientras les indicaba a los demás muchachos que también la adoptaran.

''Miren'', les dijo. Jaheje guarda más silencio que yo. ''Copien sus movimientos. Cada paso debe ser tan silencioso como los de un ratón, y cada zancada debe ser tan larga como las de una gacela. Sí, así se sobrevive al Sai Kahleek''.

Jaheje, que añoraba recibir tanto los elogios de parte del mayor de los muchachos como el entrenamiento que necesitaba para sobrevivir, lo seguía a todas partes. Lo observó descansar con un pie alzado y envuelto en el colgante de la lanza. Lo observó volver a atar el colgante de la lanza cada mañana, asegurándose de que la tela cortada de la bandera flameara como las hojas de una palmera del desierto. Lo observó analizar el patrón del desierto con sus ojos una y otra vez hasta que los cerraba solo para dormir.

Luego de la segunda luna, llegaron. Desde la cima de las dunas, Jaheje pudo ver el esqueleto del dios muerto. Nadie sabía qué había sido en vida aquel monstruo, pero sus costillas gigantes, cuyas sombras sepultaban a la caravana a medida que esta se abría paso, rastrillaban el cielo. Sus huesos indicaban la entrada al Sai Kahleek.

Los norteños llamaban ''mar de huesos'' al Sai Kahleek, pero esta era una traducción errónea. Las tribus Laaji nunca habían visto un océano. Sai era la palabra que los Laaji usaban para describir a las planicies de arena y abarrotadas de piedras, lo que las volvía una superficie lenta y dolorosa para caminar. Significaba que la tierra estaba repleta de túneles. Significaba que los Xer'Sai cazaban en este lugar. Significaba que la muerte acechaba bajo la arena.

Los muchachos partieron antes del amanecer, arrastrando al viejo camello detrás de ellos. Le llevaban medio día de ventaja a la caravana.

Jaheje encontró el primer túnel el segundo día. Al verlo, hizo flamear su bandera. Shahib caminó con sigilo hacia él. Se acercaron con cuidado al túnel y se detuvieron a unos cuantos metros de su boca. La abertura no era mucho más grande que un melón, pero allí se fermentaban unos vapores venenosos, signo de actividad en su interior. Shahib ordenó regresar a uno de sus muchachos para cambiar de curso a la caravana.

Universo lol / League Of LegendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora