Muerto entre muertos/ Historia corta

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El Muelle Blanco de Aguasturbias debe su nombre a la capa de excremento de pájaro que lo cubre de extremo a extremo, algo de esperarse de un lugar a donde van a parar los muertos. La gente de aquí no enterraba a los cadáveres; los regresaban al mar. Un cementerio de muertos sumergidos cuyas tumbas colgaban suspendidas en las frías profundidades, marcadas por cientos de boyas. Algunas eran meros carteles con nombres; otras, elaborados marcadores de tumbas tallados con el fin de recrear krakens o mozas voluptuosas.

Miss Fortune se sentó sobre un cajón vacío de Ron el Rapto al fondo del muelle, con las piernas cruzadas y un nocivo cigarro colgando de su labio inferior. En una mano, sostenía un respirador conectado a un ataúd a medio sumergir que flotaba a poca profundidad en el agua. En la otra, sujetaba una cuerda deshilachada que pasaba por un oxidado bloque de poleas y terminaba atada a la tapa del ataúd. Sus dos pistolas estaban enfundadas y a corto alcance.

La luz de la luna reflejaba un leve brillo a través de la niebla que llegaba del mar, tiñendo la sucia superficie del agua de un color amarillo tabaco. Gavias carroñeras graznaban alineadas sobre cada uno de los pandos tejados que rodeaban el muelle, lo que siempre indicaba un buen augurio, pues aquellas aves reconocían mejor que nadie los indicios de una buena pesca.

''Ya era hora'', murmuró, cuando un hombre con la cabeza afeitada y una casaca de escamas de dragón apareció en el estrecho callejón repleto de escombros. Un grupo de ratas de muelle de dientes afilados lo seguía, con la esperanza de que estuviera ebrio, se desmallara y verlo convertirse en presa fácil para ellas. Su nombre era Jakmunt Zyglos, uno de los Hermanos Pintados. Cualquier corsario de hueso salado tenía tatuajes, pero cada centímetro de Zyglos estaba cubierto de serpientes con garras, nombres de amantes y registros de cada barco que hundió y hombre que mató. Su piel era una confesión tan válida como cualquier otra que ella hubiera visto.

Avanzó con determinación por el muelle, pero sus ojos que se movían cautelosos de lado a lado delataron su falsa seguridad. Su mano aferró el sable largo, con filo hecho de dientes de tiburón, que le colgaba de la cintura. Él también poseía un arma de fuego, una llamativa carabina con tubos cristalinos a lo largo del cañón.

''¿Dónde está?'', exigió Zyglos. ''Dijiste que lo traerías''.

''¿Es esa una maldita carabina hex de Piltóver?'', preguntó ella, ignorando la pregunta del hombre.

''¡Contéstame, con un demonio!''

''Contesta tú'', dijo Miss Fortune, tirando un poco de cuerda de la polea y hundiendo un poco más el ataúd. ''Después de todo, no sé cuánto más va a durar este respiradero y no querrás que tu hermano se quede sin aire, ¿o sí?''

Zyglos tomó una bocanada de aire y vio Miss Fortune cómo se relajaba. ''Sí, maldita sea, es de Piltóver'', dijo mientras desenfundaba el arma y se la extendía por el seguro del gatillo.

''Es de las caras'', dijo Miss Fortune.

''Tú eres la experta'', dijo el hombre con desprecio.

Ella soltó aún más cuerda. Salieron burbujas de aire del ataúd, ahora completamente sumergido. Zyglos levantó las manos, con el arrepentimiento volcándosele de los ojos.

''¡De acuerdo! ¡De acuerdo!'', suplicó. ''Es tuya. Sácalo de ahí. Por favor''.

''¿Vendrás en calma?''

Zyglos dejó salir una carcajada fatalista.

''¿Qué alternativa tengo?'', preguntó al aire. ''Hundiste mis barcos y mataste a todos mis hombres. Mandaste a mi gente a la miseria o a los galeotes, ¿y para qué? ¿Por una maldita pistola hex robada? ¿Por un botín?''

''¿Por ambas cosas y un poco más?''

''Entonces, ¿cuánto valgo para ti, maldita perra?''

''¿Cuánto? Quinientas serpientes de plata''.

''¿Todo este alboroto por unas míseras quinientas serpientes?''

''El dinero no es lo que te terminará matando, sino el hecho de que eres uno de los hombres leales a Gangplank'', dijo Miss Fortune. ''Por eso te quiero muerto''.

''¿Muerto? ¡Espera, la recompensa dice vivo!''

''Sí, pero nunca fui buena para seguir instrucciones", dijo Miss Fortune antes de soltar la cuerda y el respiradero. El ataúd se sumergió en la oscuridad de los muertos de las profundidades dejando por todo vestigio un montón de agitadas burbujas. Zyglos gritó el nombre de su hermano y corrió en dirección a ella, desenfundando su afilada espada. Ella dejó que se acercara lo suficiente antes de sacar sus pistolas y dispararle con ambos barriles, uno al ojo y otro al corazón.

Miss Fortune escupió el cigarro al mar y sopló el humo de cada cañón.

''Defensa personal'', dijo con una sonrisa, practicando la mentira que le diría a los comisarios de recompensas. El muy idiota se me vino encima con una espada llena de dientes. No tuve otra opción.

Miss Fortune se agachó para recoger la carabina hex caída. Giró el arma en sus manos. Demasiado liviana para su gusto, pero muy bien hecha y absurdamente letal. El fantasma de una sonrisa apareció por un segundo en su rostro al recordar el calor del viejo taller, el aroma a aceite de pistola y la sensación de la mano de su madre en su hombro. Miss Fortune suspiró y sacudió el recuerdo de su cabeza antes de que se volviera amargo. Lanzó la pistola al agua, dejando que se hundiera entre los muertos. El mar exigía su tributo después de todo, y además no había mentido: el arma valía una pequeña fortuna.

Se quedó de pie y luego caminó de regreso a Aguasturbias. Sabía que tenía que lanzar el cuerpo de Zyglos al agua, pero las ratas del muelle y las gavias carroñeras también necesitaban comer, ¿o no?

Y la carne fresca era un lujo poco común en el Muelle Blanco.

Universo lol / League Of LegendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora