Epílogo

468 29 25
                                    


En algún kilómetro de alguna carretera, alguien mantenía el corazón frío y la vista al frente, de a ratos girando a ver al bolso que llevaba del lado pasajero como si sintiera un placer al mirar ese frasco anaranjado con píldoras solubles y tóxicas para el organismo humano. Al menos logró su cometido a petición de su mejor amigo quien había tenido una reciente y prematura muerte. 

Cambiando de rumbo y de horario, un hombre tocaba una de las pocas piezas que había aprendido en aquel fino instrumento de cuatro cuerdas, el cual emitía la melodía más triste y personal que se pudiera imaginar. 

Por alguna extraña razón, todo estaba planificado o al menos parcialmente, últimos deseos, canciones a tocar, dinero y otros aspectos a considerar en un funeral.  Ella lo había preparado desde que le fue posible. No quería ser una carga incluso cuando su paso por esta vida había terminado. 

No fue su elección, pero ya no había más remedio. Sucede que dejó a varias personas devastadas e incluso aquellas de las cuales nunca hubiera pensado, pero ningún sentimiento se se comparaba con el de aquel que la sostuvo en sus brazos cuando sucedió. Su corazón no estaba roto, simplemente lo abandonó y se fue con ella. 




En tu mirada encontré mi camino (Benedict Cumberbatch)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora