37. Todos contra el anciano

12 0 0
                                    

La expresión de sorpresa de Emily es bastante divertida, a decir verdad.

-EMILIA.-grité sobre el ruido del helicóptero.

-¿QUÉ QUIERES?

-YO...-está tan molesta... Realmente creo que la herí.-NADA.-me corté, negando con la cabeza. Asintió y bajó la vista a su tablet, que llevaba observando desde que salimos de la empresa.

En veinte minutos estábamos aterrizando en el helipuerto del casino Soleil, frente al mar. Maldita sea, papá, es la quinta vez que tengo que venir a sacarte de un casino.

-Vaya.-murmuró Emily, mirando admirada el lugar, de la mano del piloto, ya que no accedió a que yo la ayudara a bajar.

-¿Nunca habías estado en un casino?

-No son de mi interés, realmente.-respondió secamente, alisando su ropa. Suspiré.

Me odia.

Caminé rápidamente a la entrada del casino, con Emily tras de mí.-Buenas tardes.-saludé al guardia.-Estoy buscando a mi padre, un guardia me-

-¿Lucas Preston?-asentí.-Sígame, por favor.-tragué saliva.

¿Todos los guardias están enterados de que papá está en problemas?

-Emilia.-le hice una señal con la cabeza para que me siguiera. Asintió y caminó, con ese andar de modelo de pasarela que me enloquece, como si el mundo le perteneciera, como si ella reinara sobre todos los demás, tan elegante, tan... tan ella.

Reí. Aún no puedo creer que me enamoré de la hija del que fue mi modelo a seguir en todos mis años de universidad.

Nos guiaron hasta una oficina y me tapé la cara al verlo.-Hola, Lukey.-saludó papá, con sonrisa inocente, el cabello revuelto, un golpe en el pómulo y un corte en el labio.

-Tome asiento.-me indicaron la silla frente al escritorio junto al cual papá estaba sentado entre medio de dos guardias. Puse los codos en el escritorio y me tomé la frente con ambas manos.

-Nada de Lukey.-gruñí, mirándolo mal. Se limitó a sonreír.

-¿Su hijo es su abogado? Eso es un poco imparcial, ¿no?-habló un anciano con el cabello revuelto que sostenía un hielo en su mejilla, sentado en un sillón junto a Emily.

-No, yo soy su abogada.-Emily se puso de pie y se sentó en la silla junto a mí.-El es su hijo, es verdad.-extendió su mano al hombre sentado tras el escritorio y luego a los policías junto a papá.-Emily Darcy.

-Un gusto, señorita Darcy.

-Explíqueme el problema.-pidió, cruzándose de piernas.

Dios mío, nunca había visto una abogada tan sexy.

-El señor Preston comenzó una pelea con el señor Riddell aquí presente-apuntó al anciano.-por el premio de una mesa de apuestas.

-¿QUÉ?-bramé. Papá sonrió.

-¿Osea que el único problema es lo de la pelea?-preguntó, arqueando una ceja.

-No. El problema es que llevó la pelea a la mesa de apuestas, una traga monedas y después a traves de una ventana.-abrí los ojos como platos y me tapé la cara.

Por eso esta lleno de cortes.

-Perdón, ¿el problema se ocasionó por qué?

-¡Este imbécil me quitó mi premio! Ah, por cierto, Lukey, debemos tres mil dólares por las mesas y las máquinas. Material de primera, traídas de Europa.

El Diario de Emily DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora