47. Novecientos jodidos dólares

16 0 0
                                    


-¡Tercera semana, el jefe llega hoy!-chilló Bethany, lanzándose en el sillónde mi oficina.

-Nome hables de Lucas, te lo imploro.-gruñí, terminando de teclear elcorreo para el show al que debía ir uno de los nuevos escritores.

-Uh,¿por qué no? ¿Las heridas siguen abiertas?

Lamiré mal.-Solo han pasado tres semanas, no es como si esto se fuesetan fácil.

-¿Que qué cosa se vaya tan fácil?-inquirió, arqueando un ceja.

-Pues...-alzóambas cejas.-Pues... ¡No jodas!-gruñí, lanzando la cabeza sobremis brazos en el escritorio.

Elteléfono de Bethany sonó, dejando oír la voz de Fred.-Beth,el gran jefe está aquí, repito, el gran jefe esta aquí, cambio yfuera.

Lamiré con el ceño fruncido.-¿Que fue eso?

-Fredy yo tenemos una aplicación de walkie-talkie.-respondió, poniéndosede pie.-Copiado.-replicó,alisando su falda.-Me voy, me voy, me voy, el jefe me matará,¡Adiós!

-Bye.-medespedí, volviendo la vista a la pantalla. Sé lo queviene, sé lo que viene, actúa normal...

-Hola,Emilia.-Maldita sea. Suspiré y giré el rostro hacia él.Venía como si ayer hubiese estado trabajando aquí, como si nadahubiese pasado, como si siguiera siendo el Lucas civilmente solterosin haber ido a Italia. Excepto por la jodida marca purpura en sucuello.-Te traje un regalo, es un-

-Nolo quiero, gracias.-respondí, manteniendo la vista en el monitorluego de haber hecho el escaneo en su cuerpo y haber encontrado esemaravilloso chupetón.

-Nisiquiera sabes que es.-regañó.

-Loque sea, no lo quiero, dáselo a Kenya.

-Nocreo que Kenya aprecie mucho una segunda edición de 1870 de Aliciaen el País de las Maravillas en perfecto estado, ¿no?-murmuró,sacudiendo un libro rojo con un dibujo hecho a mano estampado en latapa, que decía ¨Alice in Wonderland¨ en letras blancasarriba.

Abrílos ojos como platos y extendí las manos en su dirección. Dejó ellibro en ellas y lo analicé con cuidado.-Es como si lo hubieranimpreso hoy.-murmuré, mirando el libro en perfecto estado,abriéndolo y sintiendo el aroma a papel antiguo.-¿De dónde losacaste?

-Locompré.-alzó los hombros.

-Merefiero a dónde los compraste.

-Bueno,en Italia hay algunas ferias de antigüedades y cosas, vi el libro ylo compré.-alzó los hombros.

-Pero...pero el libro tiene más de cien años, debe haber costado unafortuna.-balbuceé, leyendo London, Macmillan & Co. en las primeraspáginas.-¿Que hacia esto en una feria en Italia?

-Bueno...digamos que no era una feria ordinaria...

-¿Lucas?

Bufó,derrotado.-Era una subasta.-abrí los ojos como platos.-No me miresasí, son solo cien años, no es tan cos-

-¡Lucas,no tienes que comprarme estas cosas!-grité, exasperada.

-Pero...-arrugóla nariz y miró al suelo. Lo miré confundida.-Quiero hacerlo.

-Bueno,no deberías.-gruñí, poniéndome de pie y empujándolo a lapuerta.-Cómprale cosas a Kenya y a Emir... o Serenay, no a mí.

-Oh,así que ya sabes los nombres.-murmuró, poniéndose firme. Lo empujéy no lo moví un centímetro. Tiene bastante fuerza considerandoque ni Luke o Elliot son capaces de ganarme.-¿No crees que sonhorrendos?

El Diario de Emily DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora