36. ¿Cuarta vez?

13 0 0
                                    

-El jefe te espera en el elevador, Emily.-ahora ni siquiera es capaz de venir a decirme el mismo que nos vamos, jodido idiota.

-Gracias, Beth.

¨Hazlo sufrir, acentúa tu escote, perfúmate, muestra piernas, que sufra un poco¨, las sabias palabras de Levine en el momento en que le dije que Lucas pretende que lo acompañe a tomarse las medidas del traje.

1.-Acentuar escote.

Traía puesto un entero, bastante parecido al vestido de año nuevo, solo que en vez de ser un vestido era un pantalón corto.

Acomodé mis pechos dentro del brasier y me miré en el espejo. Sí, se ven decentes.

2.-Perfúmate.

-Perfume, perfume, ¿Dónde estás, jodida cosa?-gruñí, rebuscando en mi bolso negro Ralph Lauren. Me pasa por usar bolsos tan jodidamente enormes.-¡Aquí estás, maldita cosa!-exclamé victoriosa, sacando la botella.

Cuello, muñecas, atrás de los oídos y un poco en la ropa.

Suspiré.

3.-Mostrar piernas.

Bueno, no es que pueda hacer mucho más, considerando que estoy con pantalones cortos.

Tomé mi tablet del escritorio, la guardé en el bolso y salí a saltitos, sintiendo mi coleta de caballo balancearse de un lado a otro.

-Aquí estoy.-hablé seca. Lucas me vio, asintió y llamó el elevador, que abrió sus puertas instantáneamente. Me dejó pasar y saqué la tablet del bolso, fingiendo despreocupación.

De reojo lo vi mover un poco la nariz, olfateando. Punto para Emily. Apretó la mandíbula y maldijo entre dientes. Contuve una risita mientras rebuscaba entre los archivos hasta dar con el PDF del libro que Levine había recientemente pasado a computadora.

Cuando finalmente noté que no lo había descargado, entré resignada a mi e-mail a descargarlo. Ahí estaba, brillante y encabezando todos mis otros e-mails, el de Levine.

Maldita zorra, estuve hasta las cinco de la mañana pasándolo a computadora, así que por mis ojos rojos y mi dolor de cabeza, más te vale que acepten el jodido libro o voy y te arranco la piel del cuello.

Rodé los ojos y descargué el archivo, mirando de reojo a Lucas, que se había apoyado en la pared del elevador y se mordía el labio, pensante. Arrugué la nariz y desafortunadamente lo notó, porque sonrió de lado y se lamió el labio.

Maldita sea, Levine, Lucas me está provocando.

Presioné enviar y miré de reojo a Lucas para ver que no hubiera visto que acababa de escribirle a Levine, pero ya estaba como siempre con la vista puesta en su jodido teléfono.

Un segundo... este idiota mira su teléfono cuando esta nervioso.

¡JA!

Recuerda todas las técnicas de seducción que hemos visto vagando por internet y hazlo sufrir, recuerda que hace dos días tenías al rubio a tus pies; ¡RECUERDA LO QUE HEMOS VISTO EN EL DISCOVERY CHANNEL!

Lo tenía.

Ya no más.

Maldición.

El elevador abrió sus puertas y a Lucas le faltó poco para salir corriendo. Di una risita y caminé tras él, con mi bolso colgando en un brazo y la tablet en el otro.

Apenas me senté en el asiento del copiloto, crucé mis piernas e hice hacia arriba la tela del entero, dejando ver mi pierna un poco más.

Me miró, tragó saliva y echó el auto a andar.

Sonreí. Desbloqueé la tablet y comencé a leer el archivo, tocándome esporádicamente el cuello y corriendo un poco la tela de mi ropa para dejar ver un poco más del area de mi pecho.

Me voy a ir al infierno.

-Sabes.-habló, con la voz ronca. Se aclaró la garganta y tuve que contenerme para no reír.-esto de parecer indiferente e ignorarme no resulta realmente si estas intentando seducirme.

Abrí los ojos como platos.-¿Seducirlo? Jefe, me temo que su ego esta demasiado alto.-alzó las cejas.-además, no estoy ignorándolo ni siendo indiferente, estoy leyendo un nuevo libro, señor.

-Oh, como digas.-murmuró, volviendo a centrar su atención en el camino. Acto seguido, abrió todas las ventanas del auto. Sonreí y me hice la desentendida.-No me mires así, sabes perfectamente por qué lo hice.

-La verdad no.

-Si es preciso explicarte, bien.-giró la cabeza hacia mí cuando estábamos en una luz roja.-tu jodido aroma me esta enloqueciendo, lo único que quiero es lanzarme sobre ti y lamerte el cuello.-abrí los ojos como platos.

Vaya, que explícito.

Volví mi vista a la tablet e hice como si nada hubiese pasado, ganándome un bufido exasperado de parte de Lucas.

Segundos después, sentí algo en mi pierna. Miré hacia abajo, frunciendo el ceño. Su mano. Lo miré mal.-¿Qué? Eso es lo que habías querido que hiciera, ¿no?

-Es todo, detén el auto, Preston.-bramé, guardando la tablet en mi bolso y cruzandome de brazos, mientras sacaba mi teléfono antiguo.

Habíamos entrado en carretera, así que se detuvo a un costado.-Ay, no, ya estas sacando esa cosa, vas a renunciar de nuevo, ¿no?

-Sí.-bramé, bajándome del auto. Jade, tengo que llamar a Jade para que venga por mí.

-Emily...-comenzó, bajándose del auto, rodeándolo y corriendo hacia mí.

-¡No te acerques!-gruñí, encendiendo el teléfono.

-¿Por qué sigues cargando esa cosa contigo?-preguntó divertido.

-¡Porque tengo fe en lograr renunciar algún día!

Se pasó las manos por la cara, exasperado.-¿Sabes que? No tengo por qué soportar esto. Bien, renuncia, haz lo que quieras. No te rogaré esta vez, y tampoco te dejaré intentar destrozar mi auto de nuevo.-arrugué la nariz. Se dirigía al auto cuando su teléfono sonó.-¿Hola?-guardó silencio y frunció el ceño.-Sí, soy yo.-silencio.-¿Mi padre?-alcé las cejas, rindiéndome a que el teléfono funcionara. Esta jodida cosa ya murió.-¿Que pasa con él?-me acerqué cautelosamente. Tal vez no note si me meto en el maletero del auto. Se giró bruscamente hacia mí cuando notó que me estaba acercando, y siguió con el ceño fruncido, mirando al suelo.-¿Contactarme para qué?-silencio. Abrió los ojos como platos.-¿Deuda de qué?-fruncí el ceño.-Maldita sea.-gruñó.-¿Dónde está?-silencio.-¿EAST...-suspiró, pasándose la mano libre por la cara.-Sí, está bien, voy para allá.-silencio.-¿cuanto tiempo dice? ¿MEDIA HORA? Bien, bien, dígale que ya voy. Gracias.-guardó el teléfono en su chaqueta y gruñó, pasándose las manos por la cara.-¿Haz viajado en helicóptero?-inquirió, caminando hacia mí, tomándome por las rodillas y cargándome sobre su hombro, subiéndome de vuelta al asiento del copiloto.

Está tan molesto que no me conviene reclamar.

-No.-gruñí, resignada.

-Bien, hoy lo harás.

Fruncí el ceño.-¿Qué? ¿Por qué? ¿A dónde vamos?

-A la playa. Tenemos media hora para llegar o se llevaran a papá a la carcel.

-¿QUÉ? ¿Dónde está?

-En un casino.

El Diario de Emily DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora