42. Responsabilidades compartidas

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-¿Tienes en mente lo que quieres comprar?-pregunté, metiéndome puñado tras puñado del paquete de palomitas de maíz que Phoebe me había obligado a comprar para calmarme.

Es una chica bastante lista.

-Seré tu padrino, tiene que ser negro, es todo lo que sé.-murmuró, mirando por todos lo escaparates del centro comercial. Asentí, con las mejillas infladas cual ardilla.-El vestido que traía Emily el otro día era Calvin Klein, ¿Qué te parece si partimos por ahí?

Ay madre, ese vestido...

Me estremecí y tragué las palomitas.-¿Calvin Klein? ¿No crees que tal vez es mucho dinero?

-Lo dice el que trae un Rolex avaluado en cuatro millones de dólares.-rodé los ojos.

-Pero eso lo compré con mi dinero.-se giró hacia mí.-tu estas usando el dinero de Emily, no tuyo.-la regañé.

-¡Pero Emily gana mucho dinero!-mantuve mis cejas alzadas mientras sacaba otro puñado de palomitas.-Ugh, detesto cuando te comportas como adulto.-alcé los hombros y la seguí por el centro comercial.-Ten, aquí está la otra.-me entregó el segundo paquete de palomitas de maíz que traía colgando en una bolsa cuando me vio luchando porque los últimos trozos se despegaran del fondo de la bolsa.

-Gracias.-murmuré, lanzando el paquete vacío a la basura.-Escucha...-comencé, cerrando la bolsa y rascándome la nuca.-Hay algo que no te he dicho.

Se detuvo en seco y frunció el ceño.-¿Que cosa?

-Ya sabes que la hermana menor de Kenya es tu compañera de clase, ¿no?-asintió, frunciendo el ceño.-Y ya sabes que su mejor amiga es Ceyda, ¿verdad?-frunció aún más el ceño.-Bueno...

-¿CEYDA ESTARÁ EN TU BODA?

-Por favor, por favor, no te enojes conmigo, fue Ken-se tomó la cabeza.

-Tengo que encontrar el mejor jodido vestido que haya aquí, no me sorprendería que esa chica llegara con algún vestido de Lady Gaga.-murmuró, caminando rápidamente a pequeños pasos.

Se ve muy graciosa.

Reí bajito, viéndola pisotear en busca de un vestido en los escaparates.-Lucas.-sacudió mi hombro. Me giré hacia ella, despreocupado.-Ése es.-apuntó tiritona a un vestido rojo tras un escaparate.-ése-ese es mi vestido...-murmuró, picando en el vidrio. Levantamos la vista al nombre de la tienda. Carolina Herrera.-¡Maldita sea!-dio un fuerte pisotón, lloriqueando, y se dispuso a continuar caminando. Aún con las mejillas rellenas como ardilla, la tomé del brazo y la jalé de vuelta.-¿Que haces?-preguntó, mientras yo abría la puerta de la tienda para ella.

-Te compraré el jodido vestido.-murmuré, arrastrando a la chica dentro junto a mi.

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-Bien, bien.-murmuré, cerrando de un portazo la puerta del copiloto y tomándome la cabeza con ambas manos.

-¿Que tanto es lo que quieres hablar?-preguntó, notablemente exasperado.-no hay nada que hablar, no sientes nada por él, no sientes nada por mí, es simple, ¿ves?

-¡Déjame explicar!-gruñí. Abrió los ojos, atento, y asintió.-Yo...-me tomé la cabeza.-No es como si...-levanté la vista, viéndolo mirarme expectante.-Yo he sentido cosas por ti...-suspiré.-Y no lo he pasado bien.

-¿Cuando has sentido cosas por mí?-preguntó con un leve dejo de risa, como si lo que le estuviera diciendo fuese lo más absurdo del mundo.

-Pues, en la escuela.-frunció el ceño.-pero el señor futuro perfecto tenía otras preocupaciones, yo no era ni... ni soy para ti, supongo.-a esta altura tenía el ceño tan fruncido que las cejas se le mezclaban con las pestañas.-responsable, estudioso, con una meta por delante... y yo era un desastre, lo sigo siendo, de hecho. Es normal que no te fijaras en mí.-alcé los hombros.-Vaya, creo que ya ni siquiera duele.

El Diario de Emily DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora