3. Los genes Jones

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Ambas salimos del edificio sin creerlo. Ahora tenía un empleo en una de las editoriales más importantes del continente, ¡Hasta tenía a Bethany como mi secretaria personal! ¡Tengo secretaria!

Cerré la puerta del auto de un portazo y suspiré, con la pobre Phoebe casi arrancándose la trenza de los nervios.

-Le gustas a mi jefe.-me burlé, viendo a la niña suspirar al cerrar su puerta.

-Tu jefe tiene altas expectativas de ti.-Bum, golpe bajo.

-Bien jugado, mocosa.-negué, encendiendo el motor.-¿te parece si vamos a celebrar? Ya sabes, pizza o algo.

Asintió, alzando los hombros.-Papá no me deja comer pizza.

-¿Elliot no te deja comer pizza?-asintió.-¿estaré comiendo pizza Y llevándole la contra al idiota de Elliot?-rodó los ojos.-¡Vamos! Aunque...-comencé a hurgar en mi bolso.-maldición, no traje la cartera, y...-maldición.-dejamos las llaves dentro...

-...Mierda.-farfullamos al mismo tiempo.

Manejé por inercia, adelantándome al regaño que iba a recibir al llegar a destino. La corte suprema lucía tal como la última vez que vine.

-Como pueden ver, las opciones para liberar-

-¡Papá!-entré en la oficina junto con Phoebe.

Maldición, otra vez con los embajadores americanos.

-Emilia...-papá se tomó la sien al verme y suspiró. Uno pensaría que se alegraría al ver a su hija llegar, pero, bah.-siento que esta escena ya la he vivido antes...

-Hola, abuelo.-saludó Phoebe, sonriendo, notablemente divertida por estar incomodando a papá.-que tal, caballero.-se metió en los papeles del embajador de Perú.-¿que son estas cosas?

Papá me va a cortar la cabeza.

-¿Nos disculpan, caballeros?-luego del asentimiento de los presentes tomó mi brazo y me llevó a una esquina de la sala.-¿que haces aquí, Emilia?

-Olvidé las llaves en el apartamento...

Se tomó la sien nuevamente.-¿Llevas dos días y ya se te quedaron las llaves?

-Si, bueno...-me rasqué la nuca.-Tenía prisa.-me miró inexpresivo.-conseguí el trabajo.

Suspiró, aliviado.-Bien, que bien, Emily. Tu madre estará feliz.

-¿Papá?-llamé mientras rebuscaba en sus bolsillos la copia de las llaves de mi apartamento.-¿No pudiste avisarme con tiempo, ya sabes, que Phoebe viviría conmigo?

-Asumí que si te lo decía te negarías.-contestó, sin siquiera levantar la vista.

-¡Por supuesto, no puedo cuidar ni un hámster!-todos los presentes levantaron la vista, sorprendidos.

-Emilia...

-Ya sé, compostura, compostura.-ahora yo me tomé la sien.-bien, lo siento, lo siento. Sabes que no tengo dinero para muebles de la chica, ¿no?

-Ten mi...-le quité la tarjeta de la mano junto con mis llaves, cogí el brazo de Phoebe y salí de la sala.

-¡Gracias, papi!-chillé.

-Esa es mi hija, Emilia.-murmuró cuando salimos.

Mi apartamento estaba lleno de plumas por todos lados.

Maldición, olvidamos a Willbur.

Phoebe abrió los ojos como platos y tomó al engendro en brazos.-Lo siento, lo-

-Olvídalo, tengo la tarjeta de papá, compraré uno nuevo.-suspiré, lanzándome en los cojines emplumados del sofá. Phoebe camina y se sienta a mi lado, en silencio.

-Tengo el trabajo.

-Tienes el trabajo.-confirmó.

-No tengo sofá.

-No tienes sofá.-asintió.

-Tenemos que conseguirte una escuela.

-Sí, tenemos qué.-asintió.

Giré mi rostro hacia ella.-¿Quieres una copa de vino?-hizo ademán de abrir la boca.-No le diré a tu padre.


El Diario de Emily DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora