Quisiera, quisiera… quisiera una última charla contigo, aunque fuera solo para aclarar, que diablos paso entre nosotros o si alguna vez paso.
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.No quería pensar en ello, no realmente, Damián sabía, mientras se movía a paso lento por Wayne Enterprises, que las cosas se habían roto entre Jasón Todd y él para siempre.
Para siempre.
La idea se le encajo en el alma como la afilada hoja de un cuchillo envenenado y no supo que hacer, deteniendo sus pasos y mirando en derredor como quien se pregunta a donde ir, el amargo sabor de la hiel haciéndose lugar en su boca hizo juego otra vez y el recuerdo de Richard dejo de ser dulce… había una amargura muda en su recuerdo, en el fantasma de sus besos y la caricia silenciosa en su cuello… incluso en el recuerdo de la mirada devota y amante que le había dado aquella misma mañana… estaba la sensación de haberle traicionado aun sin haber hecho nada.
No iba a mentirse: amaba a Richard, lo amaba y era plenamente correspondido, de ahí que la decisión fuese clara como la superficie inmaculada de un manantial.
Tendría que estar loco, ser un hombre más cruel de lo que ya era, ser también un idiota y amar muy poco para elegir a Todd por encima de su encantador y adorable amante.
Por no decir que entre Jasón y él no había existido nada realmente.
Nada.
Estaba la atracción, ese anhelo instintivo de posesión, de desgarrarse la piel bajo los trajes elegantes y marcar a fuego vivo en la piel las huellas de una pasión y un deseo que les devoraban.
Pero ambos estaban en relaciones estables, donde sus sentimientos habían sabido hablar en voz mucho más alta que el deseo de su carne y habían sabido controlarse.
Pero la superficie de sus mutuas decisiones se había roto en la amargura y la vanidad herida de saber que se deseaban pero que no pensaban dar un paso más lejos de aquello.
Eran jóvenes.
Damián se había enamorado y había sido correspondido, protegido y honrado de tal modo que había tenido que hacer todo un escándalo para que Richard entendiera que era lo suficientemente humano como para desear ceder a la tentación de los placeres carnales, Richard había sido el primero, Dioses, había sido el único.
Pero también había estado Jasón al otro lado, Damián sabía que el chico era para mirar y nunca tocar, todos en Ciudad Gótica sabían eso.
El amante oficial de Bruce Wayne era para mirar, desear de lejos pero nunca tocar, nunca atreverse a ponerle las manos encima, la ira de Bruce Wayne era de temer y la del mismo Todd, si alguno sobrevivía a la del joven no sobreviviría a la de su multimillonario amante.
Damián sabía que su padre amaba a Jasón, lo amaba de aquella forma que aman algunos hombres: en silencio, sin decirlo más que cuando era estrictamente necesario, dejándolo ser pero interviniendo en su vida cuando menos lo esperaba.
No era extraño que a pesar de los años Todd no hubiera podido dejar del todo a su amante, tampoco era raro que estuviera loco por él… aunque Damián había dudado de su amor bastantes veces.
Se habían conocido en esa guisa, siendo Todd el amante y Damián el hijo. Seria negar lo evidente decir que no lo había detestado primero… lo había hecho, porque lo veía como otro arribista que se colgaba de la billetera de su progenitor, pero eso no había impedido que con sus brillantes quince años comenzara a sentir atracción, el tipo era una tentación andante, con aquellas piernas largas, esbeltas y bien formadas, sus caderas y aquel…
